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El mundo de 2019 demanda un replanteo de la política exterior

Atilio Molteni 03 enero de 2019

Por Atilio Molteni Embajador

El gobierno de Mauricio Macri se debe a sí mismo, y al país, una urgente reformulación de los enfoques que llevaron a generar la campaña de contactos globales que se emplearon para reinsertar el país en el mundo. Estos primeros y únicos libretos llevaron a mejorar los vínculos con los países centrales, promover las inversiones, generar confiabilidad en el mercado internacional, reforzar la relación con otros bloques económicos por medio de un Mercosur potenciado, dejar atrás el discurso bolivariano, aprovechar el lugar que buscó y ocupó la Argentina en el G-20 y suponer, en todos los casos, que el mundo es una oportunidad, no una amenaza. Está demás señalar que, quizás para bien, unos cuantos de estos amagos nunca dejaron la utópica línea de largada que suele figurar en los PPTs y en los consejos de mentores ajenos a la sala de operaciones, ni están muy enterados de los términos de referencia del nuevo debate mundial, regional y bilateral.

A la hora de hacer el balance, es importante saber cuales fueron los errores propios y cuantos de los sapos que surgieron de esa política son atribuibles a un mal diagnóstico. Cambió el orden internacional, hay nuevas rivalidades y conflictos y existe una nueva finitud de recursos y posibilidades.

La hegemonía liberal que llevó adelante Estados Unidos al terminar la Guerra Fría tuvo vigencia hasta que dejó de ser la única superpotencia a causa de diversas acciones y errores cometidos en su aplicación, como lo fue la intervención en Irak en 2003 o los factores que generaron la Gran Recesión de 2008, por los que disminuyó la influencia occidental. También cabe entender que en estos tiempos China y la Federación Rusa le disputan a Occidente el control de espacios territoriales significativos y la oferta de algún tipo de defensa. Es decir, existe una nueva configuración del sistema internacional basada en una política de poder de estas grandes potencias para construir distintas esferas de influencia geoestratégicas y afianzar su seguridad mediante acciones que por muchos años se dejaron de lado. Eso demuestra que la reinserción argentina en el mundo es más difícil, en tanto la aludida realidad condiciona nuestras posibilidades de asociación y los vínculos comerciales y financieros con las naciones involucradas, pues al optar por uno de ellos se puede estar dejando, de hecho, a los otros.

La hegemonía liberal se basaba en la difusión de la democracia, en el orden económico multilateral y en la vigencia de las instituciones internacionales concebidas para lograr la cooperación pacífica entre los estados. Tal estructura fue sostenida, hasta la llegada de Donald Trump, por cualquiera de las grandes fuerzas políticas s estadounidenses. Pero la llegada del actual Jefe de la Casa Blanca viene precedida de otro mensaje. Sostiene que todo lo anterior es hoy, o lo fue siempre, un mal negocio para Washington.

Con o sin fundamentos, lo lleva a respaldar una tesis ombligo céntrica del “América Primero” y a reducir la intervención del país en el mundo para concentrarse en la reconstrucción económica interna. Ya no lidera ni apoya el concepto tradicional de libre comercio o de globalización. Con este rompecabezas pudo ganar las elecciones de 2016, ya que estas consignas obtuvieron apoyo en sectores clave de su electorado. Con el multilateralismo en desordenado retiro, gracias a sus limitaciones y a las crisis auto-provocadas por Washington, empezaron a bajar las posibilidades de mantener la paz ejerciendo las funciones del Consejo de Seguridad, a debilitar el nivel de apoyo a la OTAN y a ver el surgimiento de arenas movedizas en la UE del Brexit (que van desde no alcanzar ningún acuerdo, hasta la posibilidad de que se haga a un nuevo referendo en el Reino Unido).

Estas oleadas explican el nuevo nacionalismo político y económico de ciertas naciones europeas, donde se otorga relevancia a la identidad políticosocial, mientras hay rechazo paralelo a los inmigrantes y a las minorías. Ello, sin mencionar las fuerzas que se dedican a reinstalar el autoritarismo.

Al mismo tiempo, los gobernantes de países líderes de Europa (Francia y Alemania por ejemplo) están muy condicionados, motivo por el que nuestras posibilidades de avanzar en un Acuerdo con sustancia entre el Mercosur y la UE, o aún nuestra membresía en la OCDE, son objetivos cercanos pero difíciles de concretar.

Ese mismo contexto sensibiliza aún más nuestro objetivo de negociar con el Reino Unido la soberanía sobre las islas Malvinas y temas relacionados, ya que éstos dependen de los acontecimientos que surgirán de la negociación del Brexit.

El 31 de diciembre también finalizaron, con extremas turbulencias, las operaciones en Wall Street. El índice S&P 500 bajó 6% en 2018 y, aunque la economía estadounidense parece gozar de buena salud si uno se atiene a la tasa actual de desempleo (3,7%), las de China, Japón y Alemania muestran graves signos de deterioro. Los inversores están preocupados por el alza de las tasas interés, ya que éstas van a afectar los ingresos de las compañías debido a que muchas están sobre endeudadas. Y aunque el 29 de diciembre Trump anunció que había tenido una muy buena conversación con el presidente Xi de China, y todo andaba muy bien, existen muchos interrogantes acerca de esa Guerra Comercial, un factor que afecta por igual el valor de los bonos y las commodities más relevantes, lo que no supone buenas noticias para Argentina.

En América del Sur, el 1de enero asumió como presidente de Brasil Jair Bolsonaro, quien trae al poder un gobierno de extrema derecha y un cambio ideológico radical con relación a los que lo precedieron, el primero desde el fin de los períodos militares que se registró en 1985.

En su discurso en el Congreso, el nuevo Presidente asumió el compromiso de liberar a Brasil de la corrupción, la criminalidad y la sumisión ideológica. Sus asesores, recomiendan a Bolsonaro concentrar sus energías en la reforma del sistema de pensiones para hacer frente al gran déficit presupuestario y ganar la confianza de los inversores locales y extranjeros. Además, este gobierno debería formar una coalición que le permita llevar adelante su programa en el ámbito legislativo, donde hasta el momento es una fuerza minoritaria. Existen intereses contrapuestos, pero si la economía mejora y crece, el nuevo presidente tiene chances de generar una reacomodación de las cargas políticas en Brasil.

El gabinete de Bolsonaro está compuesto por técnicos, con una presencia significativa de militares. Para la Cancillería designó a un diplomático de carrera, Ernesto Fraga Araújo, quien se exhibe como un admirador del presidente Trump, un crítico de la globalización y un firme partidario de las estrechas relaciones con Washington. No deja de ser sugestivo que en las ceremonias de asunción del mando estuviera, como uno de los participantes prominentes. el Primer Ministro de Israel, Bibi Netanyahu quien busca concretar una vinculación política y tecnológica entre ambos países y hacer efectiva la promesa de Bolsonaro de trasladar la Embajada brasileña a Jerusalén. Va de suyo, que tales acciones van a tener consecuencias en nuestro país, debido a que con Brasil existe una relación estratégica muy importante. Es nuestro tercer proveedor comercial y el tercer destino de las exportaciones nacionales, El nuevo Jefe de Planalto ya dijo que sugerirá un nuevo diseño para el Mercosur, con el objetivo de degradarlo de la Unión Aduanera (bastante flexible) a un area de librecomercio, lo que le permitiría a Brasil llevar a cabo su propio menú de arreglos comerciales con terceros países.

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