En el tramo final de las campañas para las elecciones de medio término en Estados Unidos que se realizará mañana, Donald Trump se involucró de lleno y acompañó a los candidatos republicanos en los distritos más reñidos. En buena medida, el propio Presidente está forzando a que los resultados de las elecciones sean leídos como una evaluación de su gestión. Y está claro que su estilo belicoso no lo ayuda en algunos distritos en los que sus candidatos van a perder, a pe
sar del crecimiento económico y la baja tasa de desempleo, que hoy se ubica en 3,7%. A su vez, el expresidente Barack Obama tuvo una activa participación en la campaña a favor de los candidatos demócratas. Y lo hizo con fuertes crítica a su sucesor, algo que es un hecho sin precedentes.
El escenario resultante de las elecciones que se realizarán mañana sería la ampliación del dominio republicano en el Senado, que hoy es de sólo dos bancas y la recuperación por parte de los demócratas de la Cámara de Representantes. Pero no será un empate sino un retroceso para Trump, que perderá el control de una de las cámaras del Congreso y lo que le dificultará llevar adelante su agenda legislativa.
Pero como ese resultado está descontado (y hasta el propio Trump lo asume), no tendrá efectos políticos significativos. Por otra parte, que los presidentes pierdan las elecciones de medio término ha sido bastante habitual y no han tenido influencia en las presidenciales que se realizarán dos años después. Por ejemplo, de los últimos cinco presidentes de Estados Unidos, cuatro lograron ser reelectos.
La disparidad en el voto se explica porque las zonas suburbanas, en las que Trump tiene poco apoyo, pesan mucho en las elecciones de representantes mientras que las regiones rurales, fuertemente republicanas, son determinantes para el Senado.
