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Steven Pinker y el pesimismo económico

El reconocido psicólogo evolucionista es optimista con el futuro pero, en el campo de la economía, hay elementos para mantener cierto escepticismo

16 octubre de 2018

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

Hace pocas semanas visitó nuestro país el prestigioso psicólogo evolucionista Steven Pinker para contarnos sobre su último libro (“La Ilustración Ahora”), que resume los enormes progresos de la humanidad en una gran cantidad de aspectos en los últimos 200 años. Respecto del futuro, Pinker suele ser optimista, simplemente porque encuentra poco probable que esta tendencia tan clara se modifique en lo inmediato.

Los datos que presenta Pinker son elocuentes y demuestran que el florecimiento humano de los últimos tiempos es una verdad inapelable. Sin embargo, respecto del progreso económico caben algunas dudas.

En primer lugar, ha sido bien documentado que en los últimos cuarenta o cincuenta años la productividad mundial ha observado una clara y persistente desaceleración. Muchos analistas coinciden en que el crecimiento sostenido del planeta se ha vuelto mucho más difícil de lograr. Se crece, pero a un ritmo menor.

En segundo término, aun cuando la pobreza se redujo fuertemente, el mundo ha mostrado en las últimas décadas una mayor desigualdad de la distribución del ingreso, y una concentración perturbadora de la riqueza en el 1% de la población mundial. La evidencia sugiere que las diferencias exageradas en el ingreso y en el patrimonio son nocivas para el funcionamiento de la sociedad.

Tercero, los extraordinarios resultados de crecimiento obtenidos por algunos países del sudeste asiático, que lograron reducir la brecha de nivel de vida con las economías más desarrolladas, no se sostuvieron ni se extendieron a sus vecinos. Corea del Sur, Malasia y Hong Kong lograron aproximarse a los grandes, pero países similares como Thailandia, Filipinas o Vietnam no pudieron copiar estas estrategias. En América Latina prácticamente ningún país consiguió resultados similares a los de los “tigres”, y la mayoría permanecen en una trampa de ingreso medio sin un futuro claro.

Cuarto, desde los '80 varios países retomaron la “mala costumbre” de sufrir crisis cambiarias, financieras y bancarias, eventos que se habían aplacado durante la posguerra. Durante casi treinta años estas crisis sometieron principalmente a los países en desarrollo, pero en el año 2009 le llegó el turno a las economías remás ricas, que sufrieron la histórica “gran recesión”, la peor crisis desde 1929.

Estos resultados se produjeron a la par de la extensión de los principios liberales occidentales (presuntamente heredados de la Ilustración) a la economía, incluyendo la desregulación, la apertura comercial y financiera, y la desactivación de varios esquemas públicos de bienestar social. El sueño neoliberal prometía grandes beneficios para todos y todas, pero en lugar de eso trajo inestabilidad, desigualdad de la riqueza y una brecha difícil de cerrar entre países ricos y pobres.

En este estado de cosas, no es extraño que los especialistas hayan asociado el disgusto con el contexto económico (o más precisamente, con el ralentamiento en el progreso económico personal), con algunos resultados políticos completamente inesperados hace pocas décadas. Primero fue el Brexit en el Reino Unido, luego Donald Trump en Estados Unidos, y ahora le llegó el turno a América Latina con la casi segura llegada al poder de Jair Bolsonaro en Brasil. Lo que está ocurriendo en el mundo político no solo no responde a los principios liberales, sino que los desprecia, y el descontento es tal que con tal de cambiar la situación se prefiere que tomen el poder personajes peleados con la ética y la tolerancia más básicas. Estos son resultados totalmente imprevistos para una sociedad que supuestamente ha madurado y persigue los preceptos de la razón, la empatía y la condescendencia.

Pinker es un científico brillante y un escritor admirable. Sus datos no reflejan un optimismo desmesurado, sino una realidad. Pero la economía, para variar, es la que suele traer las malas noticias. Muchos de los problemas que se prometieron resolver mediante la mera liberalización de la economía persisten, y abren un gran interrogante acerca de las visiones excesivamente confiadas respecto del futuro.

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