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¿A qué podemos aspirar en 2019?

El desafío ahora, y en 2019, consistirá en aprovechar el costoso colchón cambiario y dar pie a un proceso de estabilización sustentable

26 septiembre de 2018

Por Gabriel Caamaño Gómez Consultora Ledesma

Argentina está cerrando un año muy difícil, como no podía ser de otra manera, dada la sequía y la crisis por balanza de pagos que caracterizaron hasta ahora el 2018. Los guarismos de inflación y crecimiento de dicho período profundizarán, más que recordarán, la maldición de los años pares.

En ese contexto, la pregunta que naturalmente surge es qué podemos esperar para 2019. Y ahí cobra nuevamente importancia lo que acontezca en este último tramo de 2018 porque el interrogante básico sigue siendo cuándo y cómo salimos. Cuando y como estabilizamos. El partido posible para lo que queda de 2018 se reduce a eso: estabilizar.

En ese sentido, sigo creyendo que la clave pasa por cerrar una buena renegociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), dado que la decisión de recurrir ya fue tomada oportunamente.

¿Qué sería una buena renegociación del acuerdo con el FMI? Que realmente permita cerrar el programa fiscal y financiero 2019-2020, asegurando que Argentina no tenga la necesidad de recurrir a los mercados financieros hasta que tenga superávit primario.

Que no plante objetivos adicionales de difícil complimiento, que reduzcan aún más los grados de libertad de la política económica local. Hay que enfocarse en lo importante, buscando maximizar la eficiencia de los anuncios y medidas y priorizando la sustentabilidad.

¿Qué diferencia hay entre este acuerdo con el FMI y el anterior? ¿Por qué este sí podría estabilizar y el otro no? ¿Por qué el enfoque del FMI respecto de la crisis de Aargentina ahora sería distinto? La cuestión más relevante es que el acuerdo anterior era ex ante crisis por balanza de pagos y este es ex post. Léase, ahora el ajuste por las malas ya se produjo. Ya no se trata de evitarlo. Pero, es cierto que todavía falta y, aún con acuerdo, quedan varios desafíos. Siguen la discusión y negociación parlamentaria del Presupuesto 2019, que incluye el shock fiscal, las elecciones presidenciales en Brasil y posibles nuevos impon derables externos, entre otros.

Pero sigamos. Si ese supuesto prueba ser válido, el nuevo acuerdo con el FMI lograría realinear expectativas, permitiendo el relanzamiento/redefinición del régimen monetario-cambiario. Un régimen de bandas de flotación, como se viene sosteniendo, implicaría en ese contexto un proceso desinflacionario, en particular, y de estabilización, en general, más lento que otras opciones más duras (tipos de cambios fijo) pero, a priori más sustentables.

Más aún, dado que en el punto de partida el nivel de déficit y de gasto público corriente es menor que en 2015-2016 y el programa fiscal es más agresivo, es esperable que el inevitable sendero de apreciación real que se asocia a ese proceso de estabilización se más suave que aquel que vimos en 2016-2017. A lo que se suma que el Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM) en el que se reiniciaría el proceso de estabilización es mayor. La crisis dejó un colchón en ese sentido.

En ese contexto, está claro que la recuperación del nivel de actividad en 2019 vendrá de la mano de los sectores productores de bienes y servicios transables. Situación que sería reforzada por una cosecha gruesa no afectada por condiciones climáticas adversas. A lo dicho se sumará el menor nivel de consumo local de transables, dado el cambio de precios relativos, que incrementará el saldo exportable y reducirá la elasticidad actividad-importaciones. Ergo, el déficit de cuenta corriente se reducirá significativamente. El Presupuesto 2019 proyecta un rojo de 2,2% del PIB.

¿Recuperación del nivel de actividad? Sí. ¿Pero el proyecto de Presupuesto no habla de una caída promedio del nivel de actividad de 0,5% anual en 2019 y varios de incluso -1% o más? Sí. Entonces, ¿cómo es eso posible? Básicamente, porque la caída de 2018 dejará un arrastre estadístico negativo superior a los 2 puntos porcentuales. Ergo, caer 0,5% o, incluso 1%, necesariamente implica haber recuperado buena parte del terreno perdido en 2018 a lo largo de 2019. Aunque no todo.

Pero bueno. Nos hemos adelantado. Lo más probable, siendo optimistas, es que las buenas noticias del nivel de actividad se retrasen varios meses más. En tanto, ahora viene los que muchos colegas llaman la “resaca” de la crisis por balanza de pagos, esto es, varios meses de datos malos por el lado de la inflación, la actividad y el empleo. Y, consecuentemente, un deterioro de las condiciones de vida, en general y los indicadores sociales, en particular.

En ese sentido, 2019 también será, muy probablemente, un año de correr detrás en materia social. Léase, de recuperar parte del terreno perdido al calor de la crisis.

Al fin al cabo, ya sabemos: nada es gratis. Este ajuste por las malas y el colchón de TCR asociado tampoco. El desafío ahora consiste en aprovechar ese costoso colchón, para dar pie a un proceso de estabilización sustentable. Ese es el partido que empezaremos jugar en 2019. Esperemos que la ansiedad no nos gane otra vez

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