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Llega septiembre y la incertidumbre no cede

Sin un cambio concreto y creíble, en no mucho tiempo mas hablar de un dólar a $31 y de riesgo país de 700 puntos básicos parecerá una referencia a un libro de Historia

Héctor Rubini 27 agosto de 2018

Por Héctor Rubini Instituto de Investigación en Ciencias Económicas de la USAL

Faltan exactamente catorce meses para las elecciones presidenciales. Dos meses antes se celebrarán las PASO para definir los candidatos para octubre de 2019. Las preguntas de empresarios e inversores locales y del exterior van desde el perfil bajo a interrogantes más abiertos. ¿Quiénes se presentarán? ¿Cómo estará la economía a las PASO de agosto? ¿Podrá imponerse Cambiemos? En caso afirmativo, ¿aumentará su peso en el Congreso para tener mayoría propia al menos en alguna cámara, o seguirá limitado a negociaciones desgastantes sin concretar reformas estructurales de ningún tipo?

Esta última fuente de incertidumbre es la que ha motivado las crecientes dudas de las últimas semanas dentro y fuera del país. El mayor temor es que sin mayoría propia en el Congreso, no sea factible la instrumentación de reformas estructurales promercado y sostenibles.. Una hipótesis que no es nada disparatada mientras no se desacelere la inflación ni se reviertan las expectativas de inflación y de futuras depreciaciones de la moneda local.

Al igual que a fines de 2015, lo que se requiere es una baja sostenida de la inflación, menor costo del crédito, menor presión tributaria y tipo de cambio real alto y competitivo. La crisis cambiaria, que no parece haber terminado, se trató de frenar con el aporte de un programa de ajuste aprobado por el FMI. A cambio el organismo desembolsó el 22 de junio casi U$S 15.000 millones, de los cuales la mitad se iban a destinar a estabilizar el mercado vía licitaciones diarias. Luego de dicho aporte, el BCRA perdió reservas internacionales por U$S 8.198 millones, a razón de U$S 200 millonespor día durante 41 días hábiles. El dólar superó los $30 y el riesgo país medido por el EMBI de JP Morgan tiende a consolidarse por encima de los 700 puntos básicos, más del doble que el de Brasil. La aceleración de la inflación y la caída de la actividad tornan inviable una desdolarización de carteras y de neuronas. Ciertamente la salida de divisas por turismo y otros ítems pueden ser motivo de preocupación, pero su desaliento con tipos de cambio múltiple no son solución. En algunos ámbitos pareciera que el fracaso del cepo cambiario del kirchnerismo y de los experimentos de los años '80 parecen haberse olvidado casi por completo. Nunca se ha demostrado que sean un instrumento de estabilización de expectativas totalmente efectivo. En el mejor de los casos, un atajo de corto plazo con filtraciones a transacciones en mercados informales, a la expectativa de una futura “normalización”, que nunca han detenido la dolarización de portafolios.

En principio se pensó que el acuerdo con el FMI podía leerse como un firme “compromiso” con la reversión del desequilibrio fiscal y de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Pero las dudas sobre su viabilidad se vieron exacerbadas luego del “susto” posterior a la suba de la lira turca y del real de Brasil. Algo que llevó al propio FMI a flexibilizar las restricciones para la intervención del BCRA en el mercado de cambios. De hecho los mercados ya descontaron que se espera que ocurra lo mismo con el desvío del “techo” de una inflación del 32% para este año.

Esto igualmente no modifica algunos puntos débiles que siguen preocupando a no pocos economistas y consultoras: a) el acuerdo con el FMI ha aumentado el endeudamiento público en moneda extranjera, b) la sustitución de Lebac por Leliq (no son más que Lebac a 7 días) expone al BCRA a riesgo de que al vencimiento de estas últimas las entidades opten por preferir efectivo, debilitándose el poder de control monetario que se pretende de esas letras, c) la sustitución de Lebac por Letes en dólares del Tesoro no se ha visto acompañado por una efectiva absorción de pesos excedentes. Los datos diarios hasta el 23 de agosto indican que en este mes la base monetaria aumentó nada menos que en $180.731 millones, el mayor “bombazo” de emisión monetaria en un mes. Algo que bien debería revertirse en lo que queda hasta fin de mes, ¿pero cómo lograrlo sin provocar una “estampida” de tasas de interés? Y en caso de no absorberse ese exceso, ¿quién puede pensar que el dólar puede sostenerse en torno de los $30-$32 sin continuar con nuevos saltos en los próximos días?

Resolver ese trade-off exige alguna acción rápida, ya que toda suba del tipo de cambio se traslada, al menos parcialmente, a tarifas públicas, combustibles, alimentos, medicamentos y otros precios clave.

El desafío sigue siendo el de mejorar el tipo de cambio real y revertir la aceleración inflacionaria en curso. Como lo señalara Jorge Carrera el pasado 9 de agosto, el anclaje de las “expectativas de que habrá dólares suficientes para todos” deberá reflejarse en una mejora de los números observados del saldo de la cuenta corriente de la balanza de pagos, pero también de las cuentas fiscales. Entonces cuando se plantean cuestiones de economía política difíciles de resolver cuanto más lejos se está del triunfo electoral del pasado, que de las próximas elecciones en que se juega la continuidad en el poder. ¿A quién conviene profundizar/acelerar la suba de tarifas públicas, cuando su impacto en la inflación y en el ingreso disponible es casi inmediato? ¿Tiene sentido ajustar hacia abajo el gasto en obras públicas comprometido ante el FMI cuando tanto la oferta como la demanda agregada parecieran estar en un sendero de caída libre? ¿En qué se beneficiarían los gobiernos provinciales superavitarios y más solventes aceptando un ajuste fiscal por desórdenes fiscales que no son de su jurisdicción y por una corrida cambiaria que no provocaron? ¿Sería defendible en una campaña electoral una reducción del gasto social, por caso, sin que se lea como una transferencia a especuladores financieros? ¿Por qué permitir o no la participación de empresas involucradas en el Cuadernogate en licitaciones de nuevas obras públicas?

Interrogantes incómodos y difíciles de responder, pero han aflorado como síntoma externo de un estado de incertidumbre que debe revertirse cuanto antes. Esto requiere una estrategia de crecimiento y estabilidad, más bien que de recesión con inflación. Sin un cambio concreto y creíble, en no mucho tiempo mas hablar de un dólar a $31 y de riesgo país de 700 puntos básicos parecerá una referencia a un libro de Historia antigua.

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