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Inflación, sin baja a la vista

El registro de julio no es nada auspicioso, y no está claro cómo esperar una rápida desinflación

Héctor Rubini 16 agosto de 2018

Por Héctor Rubini Instituto de Investigación en Ciencias Económicas de la USAL

El IPC de julio aumentó 3,1%, en línea con las proyecciones menos optimistas, de una suba no inferior a 3% para este mes. Si bien podría haber sorprendido a los que pronosticaban una inflación entre 2,5% y 3%, no es un registro alarmante en el corto plazo. Sin embargo, torna no factible que el año cierre con una suba del IPC menor o igual a 32%.

Las mayores subas se registraron en transporte (5,2%) y recreación y cultura (5,2%). Entre los rubros con subas superiores al IPC general preocupa, sí, que alimentos y bebidas no alcohólicas haya aumentado 4,1%, superando también al índice general.

Algo similar muestra la inflación acumulada desde diciembre del año pasado: 19,6% para el índice general, pero los rubros de mayor aumento han sido transporte (28,4%), educación (22,3%) y alimentos y bebidas no alcohólicas (22%).

La velocidad interanual de suba de precios (julio 2018 versus julio 2017) también cerró al filo del desalineamiento con las metas del FMI: 31,2% para IPC general, con 47% para vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles, 40,9% para transporte y 34% para comunicación. Alimentos y bebidas mostraron un crecimiento interanual cerca

no al promedio, con 31%.

Con respecto a diciembre del año pasado, la inflación en bienes fue de 20 % y la de servicios 19,2%, escasa diferencia que podría mantenerse con mínimos cambios en los próximos meses, si bien se esperan nuevas subas de tarifas, combustibles y otros precios regulados. Una mala noticia rumbo a meses de cambio de temporada en confecciones y alimentos.

Y se despertó?

A esto se va a sumar el impacto de la nueva suba del tipo de cambio de estos días y los ajustes en precios regulados. Por consiguiente este trimestre podría marcar en agosto y septiembre una velocidad interanual de suba de precios ya en el “techo” de la meta acordad con el FMI.

El resultado es, en términos generales, coherente con una política monetaria y cambiaria que empieza a modificarse parciamente a partir de la crisis cambiaria de mayo.

Sin embargo, se mantiene una tasa de corto plazo para la inflación esperada y observada: hasta la semana pasada era la de pases a siete días, ahora lo es la de las letras de liquidez (Leliq) del BCRA. Instrumento que per se, sigue demostrando tener efectividad para impactar directamente en el mercado de crédito, con efectos de corto y mediano plazos más visibles en términos de actividad económica que de control inflacionario.

Sin cambio en el régimen, ni en la política comercial, más las dificultades para estabilizar el mercado de cambios, no es fácil pensar en una estabilización de la inflación a 2% o menos sin una recesión bastante más fuerte que lo que se viene observando desde mayo.

La pregunta insalvable es, si las autoridades podrían acordar con el FMI una estrategia con otra meta de inflación, o directamente sin metas cuantitativas para evitar el foco de la aprobación o no de la política monetaria con relación a desvíos de esas metas que desde 2016 han sido permanentes. Por otro lado, si se prevé algún mecanismo ad hoc de consagrar algún ancla nominal alternativo.

La realidad es inapelable: el costo del crédito responde no sólo a la estrategia del BCRA, pero también a las expectativas de inflación, que en el escenario actual están lejos de estabilizarse. Sin un régimen monetario ni cambiario creíble, el BCRA sigue lejos de ser el que marque la tónica de ajuste de expectativas de inflación. El factor dominante sigue siendo el sector privado.

El acuerdo con el FMI sugiere que debería aumentar la tasa de las Leliq empujando la plaza a un escenario de menor liquidez. No es de descartar su efectividad en el mediano plazo, pero en un horizonte de semanas se prevén subas de precios regulados, arrastre de suba de transporte y combustibles a precios finales, y el impacto del tipo de cambio sobre el resto de los precios. Si bien sería parcial, contribuye también a restar efectividad de una política monetaria en colisión con las subas de tarifas a aplicar, en línea con objetivos de ajuste fiscal.

En definitiva, el registro de julio no es nada auspicioso, y sin una mayor caída del nivel de actividad y el empleo, no es claro cómo esperar una rápida desinflación en lo que resta del año. La clave para revertir este sendero inflacionario, sigue, una vez más, en poder de las autoridades.

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