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¿Quién se acuerda del Bitcoin?

Si todo sigue igual, las criptomonedas serán un recuerdo del pasado y engrosarán los anecdotarios monetarios del Siglo XXI

24 julio de 2018

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

La bitcoinmanía parece haber atravesado su hora más interesante, y se sumerge lenta pero inexorablemente en un vacío mediático. Si todo sigue igual, las criptomonedas serán un recuerdo y engrosarán los anecdotarios monetarios del Siglo XXI. La cobertura de la prensa ha cedido debido a la ausencia de subas o caídas vertiginosas, esas que estimulan a los analistas a proponer hipótesis de lo más variadas. Estábamos acostumbrados a que con cada movimiento inesperado se forjaran nuevas fábulas sobre el criptofuturo como medio de cambio, y como denominador y registro de los contratos en general. ¿Ya no más?

La realidad ha condenado al bitcoin a fluctuar lánguidamente en los últimos meses entre los US$ 6.000 y US$ 8.000, luego del pico de US$ 20.000 alcanzado a fines del año pasado, dinámica que para algunos entrepreneurs presagiaba el fin de las monedas nacionales. La reducción en la volatilidad de su precio es sin duda una buena noticia si el bitcoin quiere convertirse en instrumento de cambio, pero la cantidad y variedad de transacciones que la gente común realiza hoy con esta moneda virtual es?virtualmente nula.

Un mapa de negocios que potencialmente aceptan criptos en las zonas más céntricas de Buenos Aires supera a duras penas la treintena y se trata en esencia de rubros especializados en tratar de captar la atención de clientes cosmopolitas, o turistas jóvenes. Verdulerías y panaderías deberán recorrer un largo camino hasta ser incorporadas bajo estas tecnologías de pago.

El Premio Nobel de Economía y experto en finanzas Robert Shiller destaca en una nota reciente el carácter místico que adquieren este tipo de innovaciones. Como la moneda se basa en buena parte en la fe común que tenemos en un papel sin valor intrínseco, el triunfo de una moneda sobre otra se vive como una conquista social y política. Este fue en cierto modo el espíritu de los europeos al adoptar una moneda común. En el caso del bitcoin la ilusión adoptó la forma de un avance irremediable hacia la utopía libertaria.

Shiller señala que cada innovación monetaria tiene detrás alguna historia de innovación real, pero que siempre trae consigo su porción de decepción. Las emisiones de acciones invitaban a asociarse a negocios fabulosos, pero éstas propiciaron unas cuantas burbujas financieras. La colocación de bonos gubernamentales para financiar déficits fiscales debían asegurar la prosperidad y el bienestar social, pero los eventos de default produjeron varios traumas macroeconómicos. Más recientemente, el euro prometía el desarrollo inclusivo de los países que lo adoptaran, pero se verificó un predominio abusivo de los países centrales frente a los periféricos.

Y el bienamado bitcoin, finalmente, nos convidó a sumergirnos en un mundo donde la competencia de monedas terminaría de una vez y para siempre con la inestabilidad nominal y el poder monopólico del Estado sobre la emisión. Todavía estamos a tiempo de ver realizadas en la práctica algunas de estas promesas, pero mientras el milagro sucede, tengamos en mente que cientos de innovaciones supuestamente infalibles fracasaron estrepitosamente en entregar las ganancias afirmadas. No es solo que las innovaciones no siempre son buenas, sino además que cuando fallan dejan en el camino un tendal de gente desilusionada, y en muchas ocasiones, una mayor desigualdad social.

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