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¿Los últimos datos positivos de actividad?

La economía apretará el freno de mano a corto plazo y las perspectivas para el año próximo también son pobres

22 junio de 2018

Por Matías Carugati Economista jefe M&F Consultora & Florencia Hernández Economista M&F Consultora

Se confirmó el buen comienzo de año para la actividad. Los datos del PIB marcaron un aumento de 1,1% trimestral (sin estacionalidad) y de 3,6% en términos anuales, confirmando lo anticipado por el EMAE semanas atrás. A saber: que la economía mantuvo dinamismo en los primeros meses del año. La inversión mostró excelente performance y el consumo privado también sobresalió. El gasto público empezó a sentir el ajuste fiscal, mientras que las exportaciones netas empujaron en el comienzo de 2018.

De todos modos, la buena racha estaría llegando a su fin. El ciclo expansivo se estiró a siete trimestres consecutivos, el más largo desde 2009, aunque el escenario está mutando tras el impacto de la sequía y las derivaciones de la corrida cambiaria. En efecto, según el Indice Líder (UTDT), la probabilidad de entrar en recesión en los próximos meses subió a de 24% a 68%. Las dudas respecto al futuro son, al menos, tres: 1) Cuan severa será la caída; 2) Cuanto durará la (más que) posible recesión, y 3) si la economía (y, puntualmente, el empleo) recuperarán dinamismo a tiempo para ayudar al Gobierno en las elecciones de 2019.

La economía accionará el freno de mano a corto plazo. Lejos quedaron las proyecciones oficiales de un crecimiento de 3,5% para 2018. Primero se recortaron por la peor sequía en décadas, que afectó principalmente a la soja y el maíz. Su impacto debería sentirse con fuerza en el segundo trimestre y moderarse para el tercero. Este shock ya venía siendo descontado por los analistas, que antes de la corrida cambiaria habían ajustado sus proyecciones a la baja (de 3,2% en el REM de diciembre a 2,5% en el de abril). Tras las tensiones de mayo y las reacciones de política, la revisión fue más profunda, cayendo el crecimiento esperado a 1,3% para 2018. El ciclo de recortes posiblemente continúe, dado que hasta el Gobierno se muestra más pesimista, esperando una suba de apenas 0,4% para todo el año. El traslado a precios de la devaluación reducirá los ingresos reales, afectando el consumo privado. Y los esfuerzos del BCRA para contener el tipo de cambio y encauzar la inflación implican tasas de interés elevadas, enfriando aún más la demanda agregada. Por si fuera poco, la aceleración del ajuste fiscal, focalizado sobre todo en obra pública y subsidios tarifarios, elimina cualquier atisbo de impulso fiscal. Las exportaciones podrían ayudar, pero el empuje de un tipo de cambio más competitivo se compensa con un Brasil menos dinámico de lo esperado.

¿Cuán profundo y extenso puede ser el bajón? Si nos guiamos por las expectativas de los analistas, la recesión se extendería por tres trimestres. Dado el arrastre estadístico negativo implícito en las proyecciones de 2018 (-1%), la economía debería crecer no bien despunte el 2019 para poder cumplir con la estimación de crecimiento de 2,2%. En este escenario, la recesión costaría (medida desde la devaluación hasta el inicio de la recuperación) cerca de 2 puntos del PIB. Sin embargo, como dijimos antes, el último relevamiento puede ser demasiado optimista dado lo que sucedió desde entonces. Y ello sin contar que los sondeos de mercado suelen mostrar un sesgo positivo sobre las variables a proyectar. Si tomamos la estimación del Gobierno (0,4%), la economía enfrentaría una recesión similar en duración (el gobierno espera crecer 2% en 2019), pero con una caída el doble de profunda. La historia reciente (devaluaciones de 2014 y 2015) es consistente con una recesión de 2-3 trimestres y una pérdida de 2-3 puntos del PIB, aunque las condiciones son muy distintas.

Las perspectivas para el año próximo también son pobres. La recuperación del agro luego de la sequía ayudará. Pero el resto del panorama luce sombrío. Para arrancar, el arrastre estadístico que dejará 2018 será negativo. Sumado a ello, consideramos que el consumo seguirá débil y que no habrá impulso fiscal (a pesar del año electoral), dado el ajuste acelerado que se negoció con el FMI. El tipo de cambio más competitivo debería ayudar a las exportaciones, aunque éstas dependen más de un mundo que se muestra más incierto y volátil. El Gobierno intentará que la inversión privada siga siendo un motor con potencia. Pero con una demanda interna debilitada y un ciclo electoral con resultado abierto, habrá que ver como responden los “animal spirits”. El acuerdo con el FMI se basa en una proyección de crecimiento de 2%, apenas por debajo de las expectativas de mercado (2,2%). Dado el panorama, incluso una cifra pobre como esta parece algo optimista. Y de ningún modo garantiza que el Gobierno enfrente una elección fácil.

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