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Un fin con la academia y una consolidación del cortoplacismo que exigen mercados

Más allá de la señal hacia el mercado, faltan mensajes para el 95% de la población no inversora

15 junio de 2018

Por Joel Vaisman Economista

El cambio en la presidencia y en el directorio del BCRA fue un resultado esperado, y una señal de un supuesto cambio de etapa. La salida de Federico Sturzenegger había comenzado a gestarse el 28 de diciembre de 2017, cuando, tras año y medio de trabajar para implementar Metas de Inflación, se cambió, tras aprobarse un Presupuesto con un IPC objetivo en 12%, el rango máximo a 15%.

A partir de allí, no se supo exactamente quien estaba organizando la estrategia que conducía la política monetaria. Incrementos en la tasa de Lebac (coherente con el Inflation Targeting) ocurrieron, pero siempre luego de acontecimientos en el mercado que llevaron el dólar de $20 a $25 en mayo, y acompañado con tibias intervenciones del BCRA. Si hay metas, tal como afirmaba el titular del BCRA, el único instrumento es la tasa de interés, para contagiar al resto de las expectativas.

Ese híbrido fue erosionando fuertemente la credibilidad de los mercados. La academia lo dice: no se pueden imponer Metas de Inflación sin un mercado financiero importante y, principalmente, la credibilidad en los mensajes.

El costo político

Sturzenegger tuvo su último rol que cumplir: asumir el costo de una devaluación, que llevó el dólar a un máximo no presupuestado: $27,40 (el promedio para 2018 se esperaba en $19,30). Tal como sucedió con Jorge Remes Lenicov en 2002 que, al salir de la Convertibilidad, fue reemplazado por Roberto Lavagna como señal de que en el Ministerio de Economía empezaría una nueva etapa.

Considerar que la devaluación fue solamente provocada por el mercado es un error. El BCRA ya estaba intervenido de hecho, y el Gobierno buscó un alivio, para un dólar que aún se mostraba atrasado para algunos. A costa, por supuesto, de varios precios de la economía. Habrá que analizar la velocidad del pass through.

No será completo ni será 100%, dado que ya los comerciantes observan con claridad el enfriamiento en la economía, y comienzan a priorizar poder seguir teniendo movimiento a mantener su rentabilidad.

Pero, por más que caiga el dólar, se sabe, en Argentina los precios son muy inflexibles a la baja.

Lo que se viene

Luis Caputo, como nueva cabeza de la autoridad monetaria, vendría a marcar una nueva conducción “del palo” de los grandes financistas. Fue el encargado de las emisiones de deuda, y comparte la desconfianza de los inversores extranjeros hacia la credibilidad de nuestra economía. Conoce bien el mundo de las finanzas, como ex JP Morgan y Deutsche Bank, y su presencia es una señal hacia ellos.

Se terminó la etapa de la academia en el BCRA. Y especialmente, del Inflation Targeting. Por una muy sencilla razón: las metas requieren de un BCRA independiente. Caputo, como reciente ministro de Finanzas, no puede ser visto como tal. El reconocimiento tácito a una inflación de entre 22% y 27% para lo que queda del año lo manifiesta. Es un lenguaje de pragmatismo: ya no intentan seguir haciendo creer a la población de una meta inalcanzable.

Con Caputo se espera lo siguiente: una etapa marcada por el programa Stand-By con el FMI, dada la misma importancia mediática que desde el Gobierno no paran de señalar.

Para los mercados, siempre volátiles, puede ser una señal a corto plazo positiva, pero no deja de ser un grave error comunicacional. “¿Si tanto necesitan del FMI, qué tan confiables pueden ser los bonos emitidos por este Estado?”. Eso es lo que viene a la mente de cualquier inversor.

Por eso, no fue solamente Sturzenegger el padre de la devaluación. Lo es también una política de señales errónea. Salir a admitir una y otra vez la importancia de contar con el FMI muestra en evidencia la preocupación interna en los policy makers argentinos. ¿Qué debería esperar un inversor entonces? El incremento en la TIR de los bonos argentinos en el último año y medio evidencia el nuevo costo de financiamiento que se le exige a nuestro país.

Es cierto, sí, que esta nueva etapa marcaría el fin de las discordancias entre Hacienda y el BCRA. Se puede esperar cierta calma, como el voto de confianza inicial a una respuesta de un Gobierno que está diciendo que “ha escuchado” lo que exige el mercado.

Pero aun no han quedado claras otras señales, aquellas que 95% de la población no inversora espera: como continuará la marcha de la actividad real de la economía en lo que queda de 2018.

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