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Un juego de señales

El viernes, Dujovne le habló a los mercados, pero no a todos los agentes económicos

05 mayo de 2018

Por Joel Vaisman Economista

El anuncio del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, sobre el ajuste sobre el gasto público es una señal hacia lo que comúnmente se conoce como “los mercados”. Estos son los mercados financieros, en los cuales hay una gran variedad de inversores, tanto locales como internacionales. Pero es, al mismo tiempo, una señal sobre el resto de la población, que no participa de éstos.

La idea imperante en el Gobierno, muy similar a lo que acontecía en el 2000, era que el problema era la falta de credibilidad de los inversores, y hacia ellos hay que brindar mensajes que los tranquilice. Un informe de la revista Forbes, si puede ser representativo de la comunidad financiera internacional, aconseja ir desarmando posiciones, con lo cual la reducción del gasto público iría para combatir dicho mensaje.

Es cierto: la economía está conformada por agentes que toman decisiones, que reaccionan ante mensajes y actúan en consecuencia a la interpretación que realizan de las variables de su macroentorno.

Pero, debemos preguntarnos, ¿es lo mismo tranquilizar a la población con señales “hacia los mercados” en un país desarrollado como EE.UU. o Inglaterra que en Argentina?

Los destinatarios de las señales

Recordemos que nuestro país tiene un mercado financiero, el cual es principalmente bancario, muy pequeño. Las empresas cotizantes en la Bolsa son muy pocas, y el principal índice de mercado, el Merval, reúne a 25 empresas (contra 500 firmas por ejemplo del S&P 500 en los EEUU). La capitalización bursátil, comparada al PBI (una medida que Warren Buffett sugirió siempre como indicar del grado desarrollo bursátil), es inferior a 10% mientras el promedio mundial está por encima del 70%.

Los argentinos no invertimos en acciones, y muy recientemente la clase media alta redescubrió las Lebac como un instrumento de ahorro, dadas las altas tasas generadas por las metas de inflación del BCRA.

Es por ello que la tasa de interés como herramienta de control de la inflación (en un esquema de inflation targeting como en teoría sigue nuestra autoridad monetaria) no ha contagiado al resto de la economía, y solo ha provocado operaciones de carry trade cortoplacistas. Y, además, un anuncio destinado a tranquilizar a los mercados no calma a los consumidores, trabajadores o empresarios productivos.

Para todos éstos aquí mencionados, las señales fueron un ajuste de tarifas, con la amenaza de veto por parte del Ejecutivo si es que el Legislativo se opone y un anuncio de ajuste del gasto público (y esto tras haber impulsado una reforma previsional que dejó más costos políticos que beneficios para los jubilados). Y, en paralelo, el impulso a una reforma laboral tras haberse instalada un mega-DNU con medidas como la posibilidad de embargar las cuentas sueldo “con el objetivo de que los mercados perciban menos riesgo y presten más”.

Estemos de acuerdo, o no, en la necesidad de ciertas reformas, éstas son las que percibe la población, que no participa comprando acciones, bonos, opciones, futuros, y que mira al dólar como una moneda de respaldo (para aquellos que tengan cierta capacidad de ahorro), o que saben que sus costos están atados a la divisa norteamericana.

Así como durante el Gobierno kirchnerista se dio un impulso ciertas veces desmedido a la demanda agregada, sin haber terminado de generar una oferta que acompañe y, en esta ocasión, no hay señales que permitan a todos los agentes que consumen, ahorran e invierten productivamente (léase: la inversión) estén tranquilos.

Así como la conferencia de prensa del 28 de diciembre tendría que haber sido brindada por Federico Sturzenegger para demostrar que él estaba en control de la política monetaria, los anuncios del ministro Dujovne tendrían que haber sido orientados a calmar a la mayoría de los agentes económicos, no a “los mercados” que, si bien pueden tranquilizarse y reflejar una calma sobre el dólar tras un overshooting, fácilmente pueden reaccionar negativamente dentro de una semana.

Las variables financieras se ajustan muy rápidamente. Quedó demostrado tras la salida exitosa del cepo cambiario, pero también quedó demostrado con las devaluaciones de este año. Por el otro lado, los patrones de consumo, ahorro e inversión requieren un tiempo muchísimo mayor para volver a reconstruirse.

La experiencia de Argentina reciente demuestra que adoptar medidas como metas de inflación, que requieren constancia, transparencia y un mercado de capitales desarrollado (dentro del cual hay una parte de la población que internalice variables como tasa de interés, rendimiento y capacidad de repago), propias de una economía de primer mundo, no sirven si ni siquiera se cumplen con los requisitos mínimos. Hablarle a “los mercados” únicamente, entonces, solo prolonga un escenario de incertidumbre.

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