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La hora de valorizar los hechos y olvidar los relatos

A la actual reinserción del país en el mundo le vendrían bien dos cosas: una urgente ducha de realismo y una visión geopolítica ajena a los candados mentales, más informada y mucho mejor formada para tratar con profesionalismo los escenarios, hechos y actores

03 abril de 2018

Por Jorge Riaboi Diplomático y periodista

A la actual reinserción del país en el mundo le vendrían bien dos cosas. Una urgente ducha de realismo y una visión geopolítica ajena a los candados mentales, más informada y mucho mejor formada para tratar con profesionalismo los escenarios, hechos y actores que hacen sombra en el piso. Días atrás, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, calificó como mensaje claro a la última Declaración de ministros de Finanzas y Gobernadores (presidentes) de banco centrales del G20, adoptada al concluir la reunión de Buenos Aires (19 y 20/3/2018).

El texto dedica apenas dos líneas a la política comercial, el factor que hoy origina los mayores conflictos terrestres después de los estados de guerra o al borde del conflicto armado como la península de Corea, el Oriente Medio y Ucrania. Preservar el valor referencial de un documento que debería tener la misión política colateral de explicar por qué el comercio y las inversiones restaron oxígeno a la hora de fomentar el crecimiento global es lo mínimo que se espera de las naciones que se agrupan para trazar muchos de los principales lineamientos de la cooperación internacional. Hacer pie en la Declaración de Hamburgo del año anterior sólo estira la vigencia de un texto concebido al galope por el país anfitrión para sedar la manifiesta ansiedad que introdujeron en el G20 las heterodoxas ideas de Donald Trump y sus apóstoles. Todos saben que fueron precedentes creados por la necesidad, no por la convergencia de opiniones.

El enfoque que impuso la canciller Angela Merkel en 2017 daba por supuesto que valía la pena sacrificar uno de los consensos más sólidos del grupo, antes que institucionalizar una irreparable grieta entre sus miembros. Así voló por los aires el hasta entonces secular compromiso del G20 orientado a “resistir todas las formas de proteccionismo”, un acto principista ratificado sin novedad hasta fines de 2016. Pero, a la luz de las medidas de política comercial adoptadas por Estados Unidos en los últimos días, la levedad conceptual del nuevo documento confirma que fue una pérdida de tiempo suponer que Washington aceptaría moderar su delirio mercantilista ante la multiplicación de gestos de buena voluntad.

El reciente texto del G20 se limita a destacar que es indispensable continuar el diálogo y trabajar en las acciones orientadas a promover el comercio y la inversión, algo que suena a ironía al ver los aprontes y medidas de guerra comercial que responden a los diversos actos unilaterales de la Casa Blanca. La nueva prosa del grupo excluye toda mención a la OMC y a los procesos centrales de integración. La Declaración no pasa de reiterar el propósito de evitar las devaluaciones competitivas.

El segundo hecho atañe al Mercosur. Sucede que mientras los gobiernos del Tratado de Asunción pugnan por firmar el acuerdo birregional con la Unión Europa, el Parlamento, y otras instancias gubernamentales de esa región, inventan todos los días una novedosa provocación o variantes de provocaciones anteriores. Esta vez, el 26/3/2018 el Comité de Agricultura le envió ocho preocupaciones al Comité de Comercio del Euro-Parlamento bajo la noción de “guiar la globalización”, vinculadas con las explícitas reservas de los legisladores al supuesto alcance del Acuerdo. Si bien es conveniente prestar atención a todo el texto, hay dos párrafos que mencionan en forma directa al instrumento en debate. Son el punto 3, en el cual se advierte que mientras “esta clase de acuerdos comerciales” puedan abrir mercados para los intereses ofensivos de la Unión Europea (UE) respecto de alimentos con o sin procesar, también imponen un significativo riesgo para los sectores más sensibles de la agricultura de la UE, los que ya fueron golpeados por la crisis o están particularmente expuestos a la volatilidad de precios (internacionales).

Y el párrafo 4, se enfatiza “la seria preocupación del Comité con respecto a la posible conclusión de las actuales negociaciones para la liberalización del comercio con el Mercosur, las que involucran concesiones mayores en sectores como la carne vacuna, el azúcar y los biocombustibles que pueden poner en peligro la viabilidad de la producción local en ciertas regiones de la UE.”. Pregunto una vez más :¿ están seguros los gobiernos del Mercosur que los proyectos de restricción o prohibición de importaciones contemplados en diversas iniciativas de ese cuerpo legislativo no neutralizarán el hipotético contenido del Acuerdo o, peor, las corrientes históricas del comercio?.

Los otros aspectos que los estrategas oficiales no parecen haber tomado debidamente en cuenta son que a) las gestiones orientadas a evitar a largo plazo los aranceles aplicados ilegalmente por Estados Unidos a la importación de aluminio y acero son, dejando de lado sus infantiles deslices legales, susceptibles de caer por los efectos derivados de cualquier litigio formal, b) que pactar una Restricción Voluntaria de Exportaciones (VRA's en su sigla inglesa) ofrece dudas potentes, ya que tales acuerdos fueron ilegalizados por sendas disposiciones de los Acuerdos sobre Agricultura y sobre Salvaguardias de la OMC, c) que China y la UE ya anticiparon su predisposición a impugnar legalmente las medidas de Washington y d) que si todos los miembros de esta contienda deciden resolver el tema mediante un pragmático consentimiento extraoficial, los que tienen que retroceder son los muchachos del USTR, quienes no deberían esperar compensación alguna por su “patoteo original” (elevar sin fundamento apropiado los aranceles de importación).

Finalmente, y dejando a un lado otros hechos de importancia similar, sería una imperdonable novatada seguir cebando a Trump, quien acaba de conseguir que Corea del Sur renegocie el KORUS y aumente de 25.000 a 50.000 automóviles la cuota anual de importación que pactó con Estados Unidos; baje 30% el nivel de sus actuales exportaciones de acero al mercado estadounidense y acepte dilatar la fecha prevista para la rebaja de aranceles que Washington debe aplicar a la importación de camiones coreanos. Si el habitante de la Oficina Oval cree que descubrió la fórmula mágica, peligrarán aún más la legalidad internacional y las reglas de tránsito del comercio exterior. Por lo pronto, Trump intenta repetir la fórmula con México y Canadá, lo que sólo augura una más compleja e incierta renegociación del Nafta.

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