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La Cumbre de las Américas y el presidente Mauricio Macri

Macri no debería olvidar que las rivalidades geopolíticas están de regreso

Atilio Molteni 09 abril de 2018

Por Atilio Molteni Embajador

El presidente Mauricio Macri tiene previsto ir a Lima para acudir a la Cumbre de las Américas, en la que casi todos los mandatarios hemisféricos esperan tratar en forma prioritaria la situación de Venezuela. Su agenda personal incluye una reunión a solas con el presidente Donald Trump, quien dejó saber que le gustaría que la Argentina vuelva a ser el socio preferente de América Latina, en un momento en que la influencia de Washington en la región está en franco declive, con el paralelo inconveniente de que maneja todas sus acciones bajo el lema “Estados Unidos primero”. Ello indica que el aludido país inserta los vínculos con la región dentro de un enfoque orientado a fortalecer ante todo una mirada populista de tono local, en la que prevalece la noción de retener y acrecentar el apoyo de sus propios votantes. En semejante escenario repasar la política exterior de Estados Unidos origina un marco global bastante peculiar.

Durante el primer año de gestión, el presidente Trump no llegó a mostrar una política exterior coherente. Sólo el contrapeso que pudieron ejercer las opiniones del grupo integrado por el ex secretario de Estado, Rex Tillerson, el de Defensa, Jim Mattis, el ex director del Consejo Nacional de Seguridad, H.R. Mc Master y el jefe de Gabinete, John Kelly, (tres de ellos militares con larga experiencia) ayudaron a equilibrar las iniciativas de Jefe de la Casa Blanca respecto de la Federación Rusa, China, OTAN, y la conducción de otros temas significativos, como los vínculos con Corea del Norte y el Acuerdo Nuclear con Irán. Ese círculo más profesional, que trató de moderar y equilibrar el ímpetu presidencial, es cosa del pasado.

Recientemente Trump cambió de idea y convocó un equipo de reemplazo con percepciones más afines a su pensamiento. Designó en el Consejo Nacional de Seguridad a John Bolton, un nacionalista extremo con historial muy preocupante. Fue uno de los arquitectos de la guerra contra Irak de 2003, cuyas desastrosos efectos aún están en la memoria pública. Durante la Administración del ex presidente George W. Bush (h) se pronunció en favor de concluir el Acuerdo Marco (“Agreed Framework”) de 1993 con Corea del Norte, lo que le permitió a Pyongyang realizar su primera prueba nuclear en 2006. Respecto de Irán, advirtió, desde 2004, que era cuestión de tiempo que ese país obtenga un arma nuclear y luego abogó por el bombardeo de sus instalaciones nucleares y acciones para impulsar un cambio de régimen. Sin duda, Bolton estará entre los que apoyan la noción de que el 14 de mayo se reimpongan sanciones a Teherán. Con él aconsejando al Jefe de la Casa Blanca, las posibilidades de la diplomacia se alejan y la situación en Oriente Medio tenderá a agravarse.  Al mismo tiempo el ex director de la CIA, Mike Pompeo, fue propuesto como Secretario de Estado. Tampoco es un hombre moderado y es de los que sostienen que el Acuerdo Nuclear con Irán es un desastre. Tal opinión no coincide con el criterio de las potencias europeas, ni con las de Rusia y China. Una consecuencia de este desarrollo, es que la confiabilidad de Trump perderá adhesiones en temas de desnuclearización, un hecho inoportuno cuando más necesita llegar con resultados positivos a la reunión que mantendrá con el líder norcoreano, Kim Jong Un.

La figura más relevante que queda en el Gabinete es el secretario de Defensa Jim Mattis, a quién Trump consulta regularmente. El 3 de abril éste último afirmó que había instruido al Estado Mayor a que procediera al retiro de tropas norteamericanas lo antes posible de Siria y propuso que sus aliados árabes asuman la responsabilidad de estabilizar y reconstruir las áreas liberadas del Estado Islámico pero, ante la insistencia del Pentágono, aceptó que los contingentes permanezcan unos meses más, para impedir la reorganización de los terroristas, evitar que las fuerzas sirias apoyadas por Irán y Rusia tengan ganancias territoriales y dejar que Estados Unidos participe en los esfuerzos para resolver la guerra civil. Al mismo tiempo, en un escenario totalmente distinto, y como parte de su plan orientado a frenar la inmigración ilegal, Trump cumplió sus promesas electorales al anunciar que emplazará fuerzas militares en la frontera con México.

Respecto de Asia, es público que Estados Unidos y China realizan aprestos que pueden desembocar en una guerra comercial profunda y abierta. Trump se concentra en mirar el déficit del comercial bilateral y, de conformidad con sus promesas electorales, decidió aplicar un arancel del 25% a la importación de acero y 10% al aluminio chino, así como otros gravámenes que afectan a un comercio de 60.000 millones de dólares y a unos 1.300 productos de ese país. El Gobierno chino no hizo esperar su respuesta y anunció que reaccionará con igual firmeza y enfrentará toda nueva amenaza de Trump sin reparar en los costos, lo que afectará especialmente a las exportaciones de aviones, productos agrícolas y otros sectores poderosos de la economía estadounidense. Desde entonces el mercado bursátil cayó sustancial y sostenidamente. Por ahora, esa pelea de gallos no fue registrada por la economía real, ya que en marzo se añadieron 103.000 nuevos puestos de trabajo y el desempleo sólo alcanza al 4,1%.

Si bien antes de su elección, Trump expresó su interés por mejorar las relaciones con Moscú, elogió reiteradamente a Putin e indicó que el vínculo bilateral podría estar muy cerca de un cambio sustancial, el escenario es contradictorio. Aunque su triunfo electoral fue recibido con optimismo por los funcionarios rusos, los vínculos parecen estancados y tensos. Las agencias de inteligencia de los Estados Unidos sostienen que Rusia se inmiscuyó en la campaña presidencial, lo que detuvo casi todos los acercamientos.

Los problemas geopolíticos llevaron a Washington a imponer nuevas sanciones a siete oligarcas rusos relacionados con Putin y a diecisiete funcionarios del Kremlin. La decisión se fundamentó en que el Gobierno de ese país sigue operando con gran desparpajo y está involucrada en actividades que incluyen la ocupación de Crimea, la noción de instigar la violencia en Ucrania del Este, apoyar al régimen de Al Assad, subvertir las democracias occidentales y a fomentar la existencia de actividades cibernéticas maliciosas. Sin embargo, al reunirse con los mandatarios de los Países Bálticos, Trump afirmó que no está descartada la posibilidad de tener una buena vinculación con Putin y que tal escenario sería positivo.

Estos y otros insumos llevan a pensar que el presidente Macri no debería olvidar en sus encuentros de Lima y de Buenos Aires (en este segundo caso durante la Cumbre el G20), que las rivalidades características de la geopolítica están de regreso. Que hoy el escenario demanda entender la nueva interacción de los actores internacionales, porque Estados Unidos es un actor difícil y existe una evidente competencia por el poder global entre los Estados Unidos, Rusia y China.

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