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Dólar, sin piedad

La paridad que está manteniendo Argentina contra el dólar para contener la inflación podría empezar a dificultar el principal problema que tiene el país: el déficit de cuenta corriente

26 abril de 2018

Por Guido Lorenzo ACM

La tasa americana a 10 años alcanzó finalmente el 3%, pero quizás la noticia que más nos interese es que finalmente el dólar empieza a recobrar valor a nivel internacional. El índice DXY, desde mediados de abril, se recuperó 1,97% luego de una caída de 1,8% desde comienzos de 2018 hasta inicios del corriente mes.

La contracara, la debilidad de las monedas de países emergentes. El peso mexicano, que pondera 10% dentro de ese índice, se depreció 3,6% en las últimas 3 semanas. El real brasileño se depreció 5,1% en el mismo período, y el rand sudafricano, la lira turca, y otras monedas de Asia y Africa se movieron en la misma dirección.

Si bien estas últimas monedas no tienen elevada ponderación en el índice mencionado, la importancia para Argentina es alta.

Mientras tanto, en Argentina, el BCRA sigue manteniendo la paridad frente al dólar justificando que el tipo de cambio está en un nivel real adecuado, lo que no es entendible dado que es el mismo discurso que tenía, por ejemplo, cuando el real brasileño estaba 5% más apreciado hace menos de un mes.

La paridad que está manteniendo Argentina contra el dólar con fines de contener la inflación podría empezar a dificultar el principal problema que tiene el país: el déficit de cuenta corriente. Los buenos datos de comercio exterior podrían empezar a deteriorarse si el BCRA se empecina en utilizar el tipo de cambio como ancla nominal.

Los buenos datos de comercio exterior podrían empezar a deteriorarse si el BCRA se empecina en utilizar el tipo de cambio como ancla nominal

Justamente, los beneficios de la libre flotación son que el tipo de cambio funcione como un estabilizador automático: si hay presiones al alza, el tipo de cambio más elevado mejora la competitividad mejorando la cuenta corriente y, en lo inmediato, caen las expectativas de depreciación de la moneda, con lo que la tasa de interés local se vuelve más atractiva. En cambio, si las presiones al alza, como las que estamos viendo en los últimos 3 días cuando el BCRA vendió US$ 1.800 para mantener el tipo de cambio constante, son convalidadas por un tiempo prolongado, el atraso se profundiza y las expectativas de depreciación aumentan, elevando aún más la demanda de divisas.

Esta vez, a diferencia de lo sucedido en las intervenciones de marzo, hay un evento disruptivo. La tasa americana a 10 años alcanzó la barrera psicológica del 3% y las monedas de mercados emergentes se desploman, dándole fortaleza al dólar a nivel internacional. Si el peso argentino se ata al valor del dólar se va a apreciar junto a este.

El problema de la libre flotación en Argentina es que no sea expansiva. La depreciación del peso no trae beneficios inmediatos sobre la balanza comercial y, por otro lado, el elevado pass-through acelera la inflación y reduce los salarios no sólo en dólares sino en términos reales. No obstante, sobre este punto podría haber discusión: existen colegas que argumentan que el traspaso a precios del tipo de cambio hoy no es tan alto. En ese caso la pregunta entonces a responder es por qué el BCRA no deja flotar la moneda. El miedo a flotar nos lleva inexorablemente al extremo de una paridad caprichosa contra el dólar. Nada nuevo bajo el Sol. Una pena que esto pueda afectar la dinámica del comercio exterior del segundo trimestre. A pesar del buen dato de marzo, una golondrina no hace verano.

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