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Sin rumbo

El 28 de diciembre, luego de la famosa conferencia de prensa en la Casa Rosada, la política monetaria entró en un derrotero sin rumbo

22 marzo de 2018

Por Eliana Scialabba y Leandro Moro Economistas

El 28 de diciembre, luego de la famosa conferencia de prensa en la Casa Rosada, la política monetaria entró en un derrotero sin rumbo.

La modificación de las metas de inflación asestó un duro golpe, tanto a la credibilidad del BCRA a nivel institucional como a sus autoridades, pilares fundamentales de la política monetaria que se estaba llevando adelante con el objetivo de reducir la inflación. Aun si el BCRA intentar volver al sendero de la previsión, y de una política acorde a las metas esbozadas, tardaría varios períodos en recuperar la credibilidad, luego de romper la regla.

La contención que estaba realizando el manejo monetario sobre la política cambiaria también se vio debilitada. La pérdida de certidumbre se tradujo rápidamente en una caída en la demanda de dinero y, consecuencia de ello, el dólar día a día rompe records a pesar de la intervención del BCRA: no hay nada peor que la confianza dañada.

De esta manera, la presión del PEN sobre el ente emisor dilapidó el avance realizado por el BCRA en términos de meta de inflación: la tasa de interés ha perdido su rol de guía sobre el mercado monetario y cambiario, el tipo de cambio ha pasado a ser un ancla nominal (dadas las intervenciones en el mercado de divisas) y la dominancia fiscal no cesa, en un escenario en el que el déficit fiscal se profundiza. Meta que se cambia no es meta. Eso nos lleva a pensar que el esquema de inflation targeting se encuentra caduco.

Ya sin metas de inflación, sumado a la suba de tarifas de servicios públicos y la presión alcista sobre la divisa estadounidense, debido a la escasez de oferta de dólares y el apetito de la demanda en un escenario de incertidumbre, los precios continúan su trayectoria hacia el alza, aunque aún por debajo de la suba del dólar, y acumulan una suba del 4,2% durante el primer bimestre del 2018.

En el mercado cambiario, la suba de dólar era esperable, cuestión de que no entra en discusión. Sin embargo, la preocupación es el ritmo de avance y no por el aumento en sí mismo. Sumado a esto, el BCRA que ya no goza de credibilidad porque no cuenta con muchas instrumentos de contención: aunque plantean que el pass-through (o traslado de la depreciación a precios) está controlado, durante los primeros meses de este año, la inflación se ha acelerado, acumulando los precios mayoristas, que luego se trasladan al consumidor, 9,6% en enero y febrero.

¿Qué ocurre con el tipo de cambio real? Por un lado, la suba de la cotización nominal por encima del nivel general de precios ha mejorado en el corto plazo el poder de compra de la moneda extranjera; no obstante, en el mediano plazo, debido a los rezagos que presenta el traslado a precios, esto se traducirá en un incremento mayor de la inflación, con la consecuente caída del tipo de cambio real, proceso acentuado por el nuevo esquema de dólar como ancla nominal.

Así, con expectativas exacerbadas (las cuales se buscaban contener con las metas), con una caída en la demanda de dinero, producto de la pérdida de confianza, y con la continuidad del esquema de dominancia fiscal, y su consecuente emisión acelerada, el proyecto de proteger el poder adquisitivo de la moneda, o al menos de ubicar la inflación en un sendero persistentemente descendente, se encuentra en su punto más débil de los últimos dos años.

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