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Mirando hacia adelante

Si la gente va caminando y mirando al celular, se choca con baldosas flojas: y lo mismo sucede con los gobiernos

21 marzo de 2018

Por Diana Mondino Economista de Universidad del CEMA

Si la gente va caminando y mirando al celular, se choca con baldosas flojas. Pues lo mismo sucede con los gobiernos que, por mirar las elecciones, pueden cometer errores en su desempeño.

Debemos reconocer que se está haciendo muchísimo en áreas de gestión y muchas veces los resultados no son reconocidos. Van dos ejemplos: ya hay competencia para Arsat y en Aerolíneas Argentinas los precios han bajado y sus finanzas han mejorado. Se están restaurando escuelas, rutas, y hay cientos de otros ejemplos, tal vez pequeños. Se avanza a pesar de que da muchísimo trabajo realizar los cambios, dada la estructura propia del Estado.

El tema es que estos avances no necesariamente compensan el “taxi” que significa el costo de los recursos que usa el Estado. No aburro al lector contándole sobre el déficit fiscal. El tema es por qué lo tenemos. Casi por definición, el Estado debe proveer los servicios que no tienen precio. Si lo tuvieran, ¿por qué hacerlo gratis? Es más, si lo tuvieran, ¿por qué no permitir que los privados puedan realizarlos? Adicionalmente la gestión del Estado es más cara porque deben realizarse múltiples sistemas de control, licitaciones y, en general, las decisiones son muy lentas. Agreguemos que, cuando el Estado juega, los privados tienen pocas oportunidades porque deben intentar recuperar el capital invertido, algo que no interesa en general a los gobiernos.

Si la gente va caminando y mirando al celular, se choca con baldosas flojas: y lo mismo sucede con los gobiernos

Aún suponiendo que no hay ni habrá nunca jamás corrupción, la participación del Estado dificulta la gestión de los privados, quienes en definitiva son los que pueden crear riqueza. El Estado sólo puede establecer las reglas de juego y, eventualmente, ser árbitro en los problemas sectoriales. Pero si el Estado pone innumerables reglas, aún cuando todas fueran buenas, hay muchísimo costo de cumplimiento y siempre habrá asimetrías. Es equivalente a mirar el celular, sin mirar las baldosas.

Por otra parte, ¿dónde se deben dirigir los recursos? ¿Qué actividades son lógicas para el Estado? ¿Por qué apoyar espectáculos o deportes, cuando son sectores que internacionalmente son rentables? ¿Quién define a quién contratar? ¿Al artista ya encumbrado ?y caro? o al joven que quizás llegue a ser una estrella? ¿Quién define qué científicos tienen más posibilidades de producir conocimiento que sea potencialmente generador de bienestar? ¿Con qué criterios asignar los recursos en cada provincia? ¿Cuál necesita más un puente o una ruta? ¿Cuál hospital refaccionar primero? Todos estos problemas tienen soluciones técnicas muy apropiadas, y también soluciones políticas. Rara vez la solución técnica y política coinciden. Y si no coinciden, ¿cual primará?

Por si esto fuera poco, con el loable objetivo de fomentar el crecimiento, se comete el error de dar condiciones especiales a ciertos sectores bajo el argumento que “no alcanza para todos”. ¿Quién decide si es lo mejor para el país, a corto o largo plazo, que la actividad crezca más y mantengamos los impuestos a las demás? Ningún país del mundo ha logrado una respuesta concreta. En todo caso se acepta que se beneficie a algunos, pero nunca que se perjudique a otros, como fue el caso de la 125 en 2008.

Por ello, mirar para adelante y no al celular implica rediseñar el ámbito de actuación del Gobierno. No tiene nada que ver con despidos o abandonar actividades. Se requiere decidir qué queremos hacer con los recursos escasos. En el caso argentino es acuciante porque parte de los recursos ni siquiera son nuestros sino que los pedimos prestados y, algún día, habrá que devolverlos. Si las actividades que realiza el Estado no sólo no crean valor sino que entorpecen al sector privado, cada día será más difícil evitar tropezar con una baldosa floja. Ojalá sólo sea un tropiezo y no una caída.

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