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Macron argentino se busca

El ensanchamiento del terreno de nadie debilitó el negocio de la grieta ideológica, configurando un escenario ideal para la promoción de un nuevo liderazgo político de centro y moderado

21 marzo de 2018

Por Daniel Montoya Politólogo @DanielMontoya_

El 2019 está a la vuelta de la esquina. De ahora a un año, estará definida la grilla de candidatos para la pelea de fondo. Quizás mucho antes. En este contexto, resulta imposible que el oficialismo, al igual que la oposición, no miren con atención lo que ocurre en el territorio desocupado en disputa. Por diferentes motivos. Al día de hoy, Cambiemos ya mostró en dos elecciones el músculo político suficiente para atraer a una porción decisiva de ese electorado e imponerse en el eterno balotaje que supone el sistema PASO. El año próximo deberá demostrar que no hay dos sin tres. Para la oposición, la expansión del no man´s land, estimada por M&R Asociados en 20% durante el último año, representa una clara señal de pérdida de competitividad. Mientras Cambiemos mantiene lo que tenía a comienzos de 2017, la oposición cae en igual proporción que el crecimiento del terreno vacante.

Semejante noticia no sólo es un mal augurio para la oposición, sino también para el oficialismo. La tierra de nadie, acotada a 10% del electorado hace un año atrás, alcanza en la actualidad un volumen que supone un tablero político de tres tercios más que de dos grandes fuerzas dominantes. En ese plano, a la polarización entre Cambiemos y la principal referencia opositora, el kirchnerismo, hoy se suma un tercer espacio que se resiste a quedar atrapado en el juego entre esas dos fuerzas con visibles rasgos populistas. Un oficialismo que levanta las típicas banderas populistas de derecha, sea el punitivismo en formato Chocobar o el muro sanitario fronterizo en versión Gerardo Morales, versus una oposición aún liderada por una Cristina Kirchner que continúa versionando un populismo de signo contrario, a través de teorías sobre la persecución del establishment mediático y judicial como represalia por sostener políticas inclusivas y de beneficio para los trabajadores durante su gobierno.

En tal sentido, el ensanchamiento del terreno de nadie, debilitó el negocio de la grieta ideológica, configurando un escenario ideal para la promoción de un nuevo liderazgo político de centro, moderado, con posiciones políticas cercanas al sentido común, pragmático, distanciado de posturas ideológicas poco sustentadas en información empírica, con vocación genuina de construir consensos alrededor de esas premisas, así como dispuesto a hacerse cargo de una agenda de reclamos hoy concentrada en tres ejes temáticos: empleo, inflación y corrupción. De igual manera, con la predisposición y apertura para ser creativo, audaz y desprejuiciado tanto a la hora de organizar agrupaciones inéditas de intereses políticos como de incorporar novedosos procesos de selección de candidatos provenientes de los ámbitos más diversos: artistas, intelectuales, emprendedores, profesionales y científicos, entre otros.

Ni la ancha avenida del medio ni la duranbarbización

Al momento de construir exitosas opciones de centro, Argentina acumula casi tantas frustraciones como Francia. En un reciente artículo de Foreign Policy, Robert Zaretsky rescata como único antecedente de Emmanuel Macron, la malograda experiencia presidencial del hoy anciano Valéry Giscard d'Estaing. En nuestro caso, siendo tan esclavos de los extremos ideológicos como Francia, no conocemos más que de amagues políticos, de golondrinas que no hicieron verano. El último de ellos, el Frente Renovador de Sergio Massa. Un espacio autoproclamado como “la ancha avenida del medio” que no logró diferenciarse respecto del actual oficialismo ni de la oposición, sea en términos de agenda, estilo, dirigentes, así como de prácticas políticas. En ese aspecto, la experiencia se fue debilitando en la provincia de Buenos Aires desde un batacazo de 43% en 2013, un discreto 19% en 2015, hasta terminar en un pobre 11% en 2017.

“De las derrotas se aprende más”, dice el experto en comunicación Juan Courel. Pues dicho adiestramiento no sólo deberá abarcar aquel ensayo fallido de apropiación del espacio político vacante del Frente Renovador, sino también el malogrado intento de Unidad Ciudadana de atraer al votante independiente mediante la adopción de nuevos formatos de comunicación asociados con el consultor Jaime Durán Barba. En el plano actual, el ejercicio deberá incluir además, la audaz iniciativa del oficialismo de intentar reagrupar el tablero en dos grandes espacios divididos por su actitud respecto al aborto -44% a favor, 41% en contra según flamante encuesta nacional de Opina Argentina- y no alrededor de una grieta en baja como Cristina sí, Cristina no.

De ser exitosa, la movida quedará registrada en el manual de las grandes acciones de taponamiento del centro del cuadrilátero. Sin embargo, será una muestra más de la eterna incapacidad argentina para generar una fuerza moderada que confine a los extremos del sistema político a los dos populismos en pugna. La sorpresiva introducción de este Deus ex machina que corta al país en dos mitades y tendrá tratamiento legislativo dilatado por varios meses, cuantos más para el oficialismo mejor, deja en claro que Macri no apuesta a ser Macron y que el patriarca de la polarización Carl Schmitt sigue gozando de mejor salud en tierra pampeana que el mesurado y olvidado Raymond Aron.

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