En “Conversación en La Catedral”, una de las mejoras obras de Mario Vargas Llosa, uno de los protagonistas se pregunta en qué momento se había jodido el Perú. Algo similar puede preguntarse sobre la relación entre el Gobierno y los industriales, que hoy está en su peor momento desde diciembre de 2015.
¿Qué detonó eso? Más allá del cruce recíproco de facturas, hoy, a las 12, se reunirán Marcos Peña y Francisco Cabrera, por un lado y la cúpula de la Unión Industrial (UIA), por el otro, para dejar la tensión atrás.
Las críticas de los industriales son heterogéneas porque los sectores atraviesan momentos distintos pero, obviamente, las palabras de Cabrera de hace algunos días no cayeron nada bien. Y menos aún el respaldo del Presidente. “No somos los responsables de la inflación, ni de los costos altos y de que no haya inversiones porque no hay negocios que rindan”, dijo un importante empresario, ayer, ante El Economista.
Por su parte, Cabrera, en una columna en La Nación, destacó las respuestas que ha venido dando el Gobierno a distintos reclamos y circunscribió la tensión a “algunos empresarios (que) se resisten al cambio” mientras dijo que otros ya se están sumando. Agregó: “Son los que crecieron a costa del Estado, a costa de todos los argentinos, gracias a gobiernos que promovieron monopolios, cerraron fronteras, alimentaron nichos de ineficiencia, precariedad y corrupción”. Sin dejar de ser una generalización, es un avance discursivo notable.
Hoy, no se esperan anuncios y nada fundamental cambiará. Lo único que puede esperarse es que ambos coincidan en la necesidad de ventilar las diferencias puertas adentro. Ni al Gobierno le conviene tensar la cuerda con los empresarios (más allá de la conveniencia política) ni a los industriales les conviene romper el diálogo con los policy makers.
