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Monotributo y protección social

Dado el elevado nivel de informalidad, el monotributo aparece como una vía de formalización y acceso al sistema de protección social

20 febrero de 2018

Por Sergio Rottenschweiler y Martín Trombetta

Hasta 2015, el sistema de asignaciones familiares en Argentina había alcanzado un importante nivel de cobertura. Al colectivo tradicional de asalariados formales se agregaba la inclusión de los trabajadores informales mediante la Asignación Universal por Hijo. Sin embargo, un importante grupo de trabajadores se encontraba todavía fuera del sistema: el de los monotributistas. En particular, este segmento se caracteriza por una elevada heterogeneidad: trabajadores eventuales de muy bajos ingresos conviven con profesionales independientes de ingresos elevados. Esta tendencia de los trabajadores autónomos a ocultar ingresos para “disfrazarse” como monotributistas (lo que implica menores cargas fiscales) forma parte del fenómeno habitualmente llamado enanismo fiscal. A pesar de estas asimetrías, la exclusión de monotributistas de ingresos bajos del sistema de protección social generaba conflictos distributivos no menores.

Finalmente, en mayo de 2016 se decidió incorporar a los trabajadores monotributistas al sistema de asignaciones familiares, con algunas de las prestaciones que se les brindan a los restantes trabajadores. Como ocurre con los asalariados, el monto del aporte al sistema de seguridad social depende del ingreso, cuanto mayor sea la facturación de un monotributista, mayor será su aporte. A su vez, la prestación recibida también está vinculada con el ingreso pero de manera inversa, de modo tal que los trabajadores de menores ingresos resulten más beneficiados. En la práctica, esto implica que monotrobutistas con niveles bajos de facturación podrían recibir en concepto de asignaciones familiares un monto mayor al que aportan al sistema, convirtiéndolos así en beneficiarios netos del mismo.

En este punto, hay dos cuestiones que merecen nuestra atención desde el punto de vista de la política pública. En primer lugar, una asociada al impacto distributivo de la medida, en el sentido de expandir la cobertura a sectores de trabajadores de menores ingresos. En segundo lugar, se destaca el incentivo a la formalización que se genera, en el sentido de que algunos trabajadores recibirán un beneficio neto del sistema de seguridad social. Esto último es particularmente importante en un contexto de crecimiento de la cantidad de monotributistas, ya que sugiere que una parte de este incremento podría no corresponder a creación de nuevos puestos o a entradas al mercado de trabajo, sino a la formalización de puestos ya existentes.

El crecimiento de la cantidad de monotributistas podría no corresponder a creación de nuevos puestos o a entradas al mercado de trabajo, sino a la formalización de puestos ya existentes

Desde diciembre de 2015, el empleo formal en Argentina ha mostrado un leve crecimiento de 2,3%. Esto equivale a una creación de 270.000 puestos de trabajo, de los cuales 130.000 corresponden a monotributistas. El empleo privado casi no ha crecido, mientras que el empleo público ha mostrado un leve aumento. Dejando a un lado el caso del monotributo social (que engloba a la figura de “cooperativistas” y otras entidades de la “economía social”, separadas del mercado de trabajo tradicional), el monotributo tradicional es la única categoría laboral que exhibe un crecimiento relevante. De este modo, resulta claro que el hecho de que no podamos asegurar que este incremento efectivamente corresponde a puestos nuevos creados, introduce preocupación sobre el estado actual del mercado de trabajo en Argentina.

Sin embargo, esto no debería soslayar el efecto positivo de la medida en términos de equidad horizontal, dado que ésta universaliza la protección social sobre niños, un objetivo ciertamente deseable. Asimismo, habida cuenta del elevado nivel de informalidad que caracteriza al mercado de trabajo argentino (en el que casi uno de cada tres asalariados es informal), el monotributo aparece como una vía de formalización y acceso al sistema de protección social. De este modo, dos debates fundamentales quedan abiertos para el futuro en Argentina: el tamaño y alcance del sistema de seguridad social, por un lado, y la necesidad de reactivación del mercado de trabajo, por el otro.

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