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¿Hay un plan económico?

¿Hay un plan económico consistente o el "modelo M" se hace camino al andar?

19 febrero de 2018

El Gobierno sigue sin encontrarle completamente la vuelta a la economía.  En sus más de 25 meses en la Casa Rosada tiene varios aciertos no menores, por cierto, pero sigue sin poder bajar consistentemente una inflación que sigue en 25% ni lograr que la economía crezca con más potencia, ni conseguir que “lluevan” las inversiones ni estimular una creación de empleo de calidad de mayor magnitud. Todos desafíos complejos, sin dudas, y más teniendo en cuenta la gravosa herencia recibida, pero que el Gobierno pensaba ya tener resueltos a esta altura del partido. El plan inicial no funcionó.

Como suele pasar saludablemente en todos los órdenes de la vida, cuando la realidad no responde a los planes o deseos, surge la intranquilidad y se vienen, por pulsión vital, los cambios y se reorientan las prioridades.  Por ejemplo, como pasó con las metas de inflación del BCRA, a la postre “intervenidas” por el “ala política”, y su correlato en la política monetaria más acomodaticia, la variable más sensible ante los cambios de humor palaciegos.

Si bien el combo de planes que no funcionan y hacerle cambios a ese plan originario luce natural, la repetición genera desorienta y genera preguntas.  ¿Hay un plan maestro detrás de todo o las marchas y contramarchas de los últimos meses desnudaron un plan económico que carece de un norte y avanza a fuerza de prueba y error? Y, si hay un plan, ¿está funcionando?

Las visiones

El economista Luis Secco desdramatiza las idas y vueltas de la política económica. “Las cuestiones que se ven como marchas y contramarchas tienen que ver con el carácter del programa económico”, dice y agrega que no cree que el Gobierno tenga dudas sobre lo que está haciendo. “El cambio en las metas de inflación, más allá de que no me guste para nada, era algo que era factible dentro del propio programa”, señala. “El gradualismo es ir viendo e ir buscando la estabilidad macro de a poco”, resume. “Hay que acostumbrarse a eso”, dice y agrega que “es un programa económico inédito para Argentina y eso nos pone nerviosos”.

Según Secco, sin embargo, la situación macro sigue siendo precaria. “Hace 10 años tenemos 20% de inflación o más, tenemos casi el mismo PIB que en 2011 y seguimos teniendo 30% de pobres”, ejemplifica. “Y, además, con déficit de cuenta corriente, es decir, metiéndole un inflador a una economía que apenas logra crecer”, dice Secco y agrega que “se nota cierta cansancio en la recuperación”. Aun así, Secco no ve a un Gobierno cambiando en demasía porque no hay amenazas para hacerlo.

Una mirada más crítica tiene su colega Ramiro Albrieu (CEDES y UBA), quien pide “un gradualismo más coordinado”. Algo que, dice, recién ahora parece estar calando en las mentes del equipo económico y se percibe, sobre todo, en la política monetaria. “Hay una idea de empezar a reconocer que necesitás un plan sistémico”, recalca. “Se empieza a reconocer que se debe mirar la macro en su conjunto y no cada uno su pequeña quinta”, ejemplifica.

Según Albrieu, aún no entramos, como dice el Gobierno, en una senda de crecimiento. “Nos recuperamos y lo hicimos rápido, pero aún no generamos crecimiento nuevo”, dice. “El modelo nuevo aún no está”. Además, Albrieu mira con preocupación que el crecimiento descanse excesivamente sobre los sectores no transables, como la construcción. “Eso no es sostenible”, razona. “Hay que pensar, también, cómo estamos creciendo”, agrega Albrieu y advierte sobre la inconsistencia de un sector transable que “importa mucho y exporta poco”. Según su visión, “el modelo de crecimiento guiado por las exportaciones aún está muy lejos”. Concluye Albrieu: “El Gobierno no tiene un modelo productivo en la cabeza ni un plan para saber adónde vamos en la globalización”.

Desde ACM, Guido Lorenzo opina, en diálogo con El Economista, que hay un plan. “En nuestra opinión, el plan existe. Los beneficios, rentas y salarios se habían acomodado a un nivel que se correspondía a unos precios internacionales muy favorables y en ese contexto repartir ganancias es fácil. La dificultad del Gobierno actual es repartir pérdidas sin que el humor social se deteriore”, opina.

“Más que un plan, hay un horizonte que es no caer en las soluciones fáciles como, por ejemplo, un fuerte ajuste. No obstante, avanzar en la agenda de productividad y lograr reducir el tipo de cambio que equilibre el frente externo son reformas que no solo llevan tiempo, sino negociaciones con distintos actores políticos y se requiere de un esfuerzo muy grande donde todos tienen que ceder algo. La clave está en la capacidad de negociación de Cambiemos de generar consensos con esos actores y, en el plano estrictamente macroeconómico, definir el rumbo de la política monetaria que sí parece no tener un plan claro con un instrumento (la tasa de interés) que difícilmente pueda controlar dos variables como el tipo de cambio y la inflación”, agrega Lorenzo.

“Los resultados económicos no se dieron como se esperaba originalmente debido a que hubo errores de diagnóstico e implementación. Por el lado de la inflación, se subestimaron los impactos de la depreciación de fines de 2015 y del aumento de las tarifas y se sobreestimó la herramienta de la tasa de interés y el establecimiento de metas para coordinar expectativas. Por el lado de las inversiones extranjeras, se sobreestimó el 'shock de confianza'”, dice Martín Alfie (RADAR Consultora). “También hay contradicciones, sobre todo en relación a la búsqueda del desarrollo. Mientras se plantea la necesidad de agregar valor en una 'sociedad de conocimiento', se reducen en términos reales los fondos destinados a la ciencia y técnica y se discontinúan proyectos en sectores de alta tecnología como la industria satelital”, agrega Alfie.

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