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Conflicto entre China y EE.UU.

Las cuestiones comerciales generan tensiones entre los países con economías más grandes

07 febrero de 2018

Por Jorge Riaboi Diplomático y periodista

Unos días antes de que el presidente Donald Trump informara al Congreso que estaba dispuesto a negociar la vuelta de Estados Unidos al mega Acuerdo Transpacífico (TPP), del que se retiró dando un portazo a comienzos de 2017, el secretario de Estado Rex Tillerson se puso al hombro el titánico esfuerzo de convocar a las naciones de la región Indo-Pacífico, y de América Latina, a resistir en forma mancomunada la dependencia global de una “economía depredadora como la China”. También dijo que Pekín ejerce una ruinosa modalidad de imperialismo en nuestro mercado regional, un dato objetivo que, en boca del ex CEO de Exxon, sonó fuera de contexto. Como si Bill Clinton decidiera exaltar las virtudes de la fidelidad conyugal.

Lo cierto es que China rechazó con indignación los dichos del jefe de la diplomacia estadounidense y enfatizó quela conducta del gobierno Trump ponía en jaque el futuro de la OMC. Hasta ese momento Pekín parecía desconocer el explosivo Informe publicado en el sitio de la Oficina del Negociador Comercial de Estados Unidos (el USTR)desde el 19 de enero, cuyovigoroso mensaje se describe en los párrafos que siguen.

Casi al mismo tiempo, el embajador de la Casa Blanca en Nueva Delhi, Kenneth Juster,  declaró que nada impedía generar las condiciones para suscribir un Acuerdo de Libre Comercio entre India y Estados Unidos, aduciendo que la mayor democracia del planeta era unasólida candidata para recibir los flujos de inversión y tecnologíaque hoy tienden a salir de China antelas enormes dificultades y restricciones operativas que experimentan en ese mercado.Aunque la India no es miembro de la TPP, sus autoridades son propensas a cerrar un Acuerdo bilateral con la Unión Europea y participan de otros proyectos con similar finalidad, incluido la Asociación Regional Económica Comprensiva (RCEP), cuyo liderazgo es ejercido por China y donde se aglutinan dieciséis naciones del área, casi todas asociadas a Washington como Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur.

China y Estados Unidos incumplen por diferentes caminos las reglas del comercio internacional (la OMC)

Lo que nadie previó es que el secretario de Comercio Wilbur Ross remataría el torneo de libre pensamiento oficial, advirtiendo que los asuntos del TPP11 (así se identifica al Acuerdo que aprobaron las naciones que siguieron adelante con el TPP tras la renuncia de Estados Unidos) no estaban del todo claros y que su gobierno debía esperar un poco antes de retomar dicha senda. En la última reunión de Davos, el ministro de Comercio de Australia, Steven Ciobo, había adelantado que un reenganche de Estados Unidos al TPP11será bienvenido si el gobierno de Donald Trump puede convivir con la nueva versión del tratado.

Quien se encargó de poner una bomba de profundidad en las relaciones con China fue el titular del USTR, embajador Robert Lighthizer. El Informe de 2017 que debe presentar anualmente esa oficina al Congreso sobre el cumplimiento de los compromisos asumidos por China y Rusia en la OMC dice, en términos categóricos, que “Estados Unidos se equivocó al respaldar el ingreso de ambos países a esa Organización”. El texto enfatiza que el comercio global está amenazado por las grandes economías que no tienen interés de abrir sus mercados ni participar en forma justa en dicho intercambio. Tal enfoque, sostiene, resulta incompatible con un Sistema inspirado en las reglas y prácticas convencionales de la economía de mercado y demuestra que las disposiciones existentes en el foro no bastan para contener las conductasde China y Rusiaque distorsionan el comercio mundial, a cuyo amparo logran ocupar vastos espacios de la economía y el intercambio del planeta.

En verdad, China y Estados Unidos incumplen por diferentes caminos las reglas del comercio internacional (la OMC). Pekín debido a que, como dice el Informe, se maneja con pautas oficiales destinadas a crear políticas y prácticas que restringen artificialmente la importación de bienes y servicios; manipulanel flujo y los precios de los  recursos naturales y otros insumos;orientan el crédito interno y externo a la compra-venta y uso forzado de tecnología local y un multicolor ramillete de acciones que inclina la balanza a favor de la industria china, con el acento puesto en privilegiara las empresas del Estado o a las empresas privadas que cumplen funciones de Estado.

Estados Unidos, porque la mera vigencia de normas unilaterales como las incluidas en la Ley de Comercio de 1974, viola el Artículo XVI: 4 del Acuerdo de Marrakech que estableció la OMC,cuyo texto obliga a que “cada Miembro asegure la conformidad de sus leyes, regulaciones y procedimientos administrativos a los anexos (de ese Acuerdo)”, lo que dicho en cualquier rincón de Washington sólo provocaría un ataque de piedad o risa en los interlocutoreslocales. La legislación nacional estadounidense tiene precedencia sobre los compromisos originados en normas internacionales, de modo que mecanismos unilaterales como los previstos en la Sección 301 de la referida Ley de Comercio o la Sección 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962, deberían haberse derogado hace años. Bajo esa perspectiva, lo que resulta obligatorio para los restantes 163 Miembros de la OMC es, según las circunstancias, sólo opcional para Estados Unidos.

Mientras tanto, la hoja de ruta del gobierno Trump incluye la voluntad de aplicar a China estricta reciprocidad en materia de inversión; seguir investigando, con las reglas de la sección 301,el cumplimiento de las obligaciones contraídas por China en materia de propiedad intelectual; proseguir con la objeción legal a la forma en que administra las cuotas tarifarias a la importación agrícola  acordadas en el Protocolo de acceso chino a la OMC; aplicar medidas -de dudosa legalidad OMC-a la importación de todo origen de productos como paneles solares, lavarropas, aluminio y acero, e intensificar la puesta en marcha del Compre Estadounidense. Y aunque es obvio que gran parte de los reclamos de Washington son legítimos, los remedios que propone son improvisados, ineficaces y políticamente erróneos.

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