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Un balde de agua fría

Los acontecimientos de los últimos días en los mercados financieros globales que repercutieron localmente deben servir como advertencia

09 febrero de 2018

Por Matías Carugati Economista Jefe M&F Consultora

Se vivió una semana tensa en lo financiero. Si bien los indicadores bursátiles en Estados Unidos están en niveles relativamente elevados, desde 2015 no se registraba una caída tan fuerte en tan pocos días. En el país del norte, el buen andar de la economía y las perspectivas de mayor déficit debido a la reforma impositiva generan temores de creciente inflación y dan fundamento a la suba en la tasa de interés de los bonos. Además, el cambio de autoridades en la Fed aumentó la incertidumbre respecto al sendero de la tasa de referencia (no se sabe si el ciclo de subas será más pronunciado). Todo ello motivó ventas en la Bolsa más importante del mundo (con especulación respecto a inversores fuertes que habían “apostado” a la continuidad de tasas bajas), arrastrando también a otros mercados desarrollados.

Los temblores no tardaron en sentirse en la región. Con distintos grados de intensidad, se registraron los siguientes (y lógicos) impactos: caída de mercados bursátiles, incremento en el costo financiero (rendimiento bonos soberanos, prima de riesgo) y depreciación de las monedas. Argentina no fue diferente, aunque sí mostró particularidades. La evolución de la Bolsa estuvo en línea con lo que ocurrió en otros mercados. Pero el tipo de cambio venía en ascenso desde mediados de diciembre y, sobre todo, desde el cambio en las metas de inflación (y consecuente relajamiento monetario). Por su parte, el riesgo país empezó a despegarse de la prima regional desde ese mismo momento, señal de que al mercado no le cayó para nada bien el recalibramiento.

El estrés bien podría ser temporario, pero el episodio expone con claridad los riesgos de la estrategia económica. La suba del riesgo país se monta sobre una tasa de interés libre de riesgo (la de 10 años de Estados Unidos) en ascenso, encareciendo el costo financiero. La reversión de los flujos de capitales también raciona el acceso al crédito en emergentes. Alerta para el frente fiscal. Además, en un escenario de tensión financiera importante, sufre el sistema financiero local (por la reversión del flujo de capitales), se frenan las inversiones reales y hasta puede afectarse los términos del intercambio. Estos efectos fueron explicados con claridad en una nota reciente de Guido Lorenzo (ACM) [1].

Lo que ocurre esta semana debería alertarnos de que nada es para siempre y que sería deseable preparar planes de contingencia

En este contexto, ¿qué puede hacer el Gobierno? Dentro del gradualismo, no mucho más de lo que ya está haciendo. Nicolás Dujovne trabajará para cumplir (o sobrecumplir) las metas fiscales, reduciendo lo más posible las necesidades financieras y mostrando al mercado una fuerte disciplina que permita mantener acotado el costo financiero. También tendrá el desafío de articular las acciones de todo el equipo económico de forma tal de sostener el crecimiento económico, aspecto clave en el proceso de corrección de los desequilibrios macro. Por su parte, Luis Caputo intentará aprovechar las ventanas de oportunidad que puedan aparecer en el escenario internacional para colocar bonos a tasas y montos razonables. Mientras tanto, continuará emitiendo deuda localmente, tal como ocurrió esta semana, aunque el mercado doméstico tiene sus limitaciones (pudiendo incluso llegar a afectar el crédito al sector privado).

¿Y Sturzenegger? Lamentablemente (para él), tendrá que enfrentarse a otro dilema. Las presiones que puedan recaer sobre el tipo de cambio lo harán en un contexto enrarecido por el cambio en las metas de inflación y el relajamiento de la política monetaria. Si el BCRA deja que el tipo de cambio flote y actúe como amortiguador de los shocks externos, la depreciación resultante podría tener impacto sobre la inflación, que ya viene complicada. La alternativa sería defender la cotización vía intervención cambiaria (lo que no ocurrió aún) o subas en la tasa de interés (lo que parece difícil que ocurra).

Nótese que no se trata de grandes líneas de acción. Si la estrategia principal (gradualismo fiscal, metas de inflación, flotación cambiaria y crecimiento apalancado en inversiones) va a mantenerse, en este contexto el Gobierno sólo puede tratar de acelerar lo máximo posible las correcciones de los desequilibrios, esperar que el “buen tiempo” externo dure lo suficiente y amortiguar cualquier shock que pueda surgir. Lo que ocurra esta semana deberían alertarnos de que, como dice la canción, nada es para siempre y que sería deseable preparar planes de contingencia.

[1] http://www.eleconomista.com. ar/2018-02-cuando-la-superficie-engana/

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