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“Seguimos con la cultura de vivir de prestado”

El Economomista dialogó con Ramón Frediani (Universidad Nacional de Córdoba)

Alejandro Radonjic 22 enero de 2018

Entrevista a Ramón Frediani Universidad Nacional de Córdoba Por Alejandro Radonjic

La economía, como se dice en la jerga, pegó la vuelta allá por finales de 2016, y creció en 2017. Y volvería a crecer en 2018. Pero el grueso de los economistas está intranquilo. Observa demasiados desequilibrios y, más allá del discurso oficial, una política económica algo parsimoniosa con su resolución. Es el caso, por ejemplo, del experimentado economista cordobés Ramón Frediani quien, en diálogo con El Economista, repasa las principales amenazas (múltiples y latentes) que enfrenta la economía vernácula.

¿Cómo está viendo el nivel de actividad y cree que la economía podrá expandirse 3,5%, como pretende el Gobierno, en 2018?

En parte, el Gobierno tiene éxitos en la lucha contra la corrupción, el mejoramiento de la imagen externa del país y en fortalecer paulatinamente a las instituciones republicanas, pero en materia económica, el panorama es preocupante pues hay déficit gemelos, atraso importante del tipo de cambio, una inflación tenaz que cede en un mes pero crece en el siguiente, y una significativa y generalizada pérdida de competitividad que impide obtener dólares genuinos por exportación, que preanuncia a futuro dificultades para cumplir con los servicios de la creciente deuda externa, lo que implica continuar con la cultura de vivir de prestado por encima de nuestras posibilidades como país, como venimos haciendo desde hace unos 60 años. Es probable que en el 2018 el PIB crezca un poco por encima del 3%, pero no mucho más pues tanto los salarios como las jubilaciones perderán poder de compra y ello impactará negativamente en el nivel de la demanda interna. Además, los actuales desequilibrios macroeconómicos son graves y no se percibe la posibilidad de una sustancial corrección de ellos al menos durante el 2018, y mucho menos se corregirán en el 2019 por ser un año electoral.

"Hay déficits gemelos y siempre que eso ocurrió durante tres o más años seguidos, terminamos en una crisis"

Más complicado luce el frente nominal. En 2017, la inflación fue de 24,8%, 8 puntos encima de la meta del BCRA. ¿Qué perspectiva observa para 2018?

Llevamos una década de alta inflación y ahora ya es un proceso que se retroalimenta en su inercia y  de hecho estamos “indexados” en torno a un 1,6% mensual acumulativo, lo que daría casi 20%  para todo el 2018. Pero si continúan los fuertes reajustes en combustibles y demás servicios públicos, se corre el riesgo de superar incluso ese techo en un par de puntos. La actual política antiinflacionaria del BCRA es neutralizada en 80% por el alto déficit fiscal y los fuertes reajustes recurrentes de los precios de los combustibles, electricidad, gas y transporte, temas que obviamente no controla la entidad. Las Lebac como instrumento antiinflacionario fueron y son una victoria a lo pirro: su stock supera a la base monetaria y le cuestan al Estado unos US$ 16.000 millones anuales en intereses. Si a ello le agregamos el déficit fiscal total (Nación más provincias y municipios), que está en  casi en 8,5% del PIB (US$ 42.500 millones), y el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos, que en 2018 se acercará a U$S 20.000 millones, entonces esa visión de conjunto de la macroeconomía exhibe un rojo anual que supera las reservas del BCRA, a pesar de que éstas están en nivel record.

Varios colegas suyos sostienen que una desinflación más contundente se lograría si hubiera más acompañamiento por el lado de la austeridad fiscal. ¿Coincide?

Sí, coincido plenamente. El déficit fiscal total del Estado está creciendo por 2 razones. Uno, las provincias y municipios no están haciendo ningún tipo de ajustes y dos, el Gobierno cree que lo hace al disminuir subsidios a los servicios públicos, pero debido a su creciente endeudamiento, el mayor gasto en intereses resultante supera al supuesto ahorro por disminuir subsidios. Es decir, no disminuye el gasto público nacional sino que sólo está cambiando su composición o estructura. En síntesis: no hay austeridad fiscal y menos aún si se quiere seguir teniendo un estado sobredimensionado con 4 millones de empleados en sus 3 niveles de Gobierno- nación, 23 provincias, CABA  y 2.700 municipios-, sumando planta permanente y contratados. Esa planta de 4 millones de empleados públicos es razonable para una economía 50% más grande que la que tenemos. Mantener esa superpoblación de empleados públicos es lo que explica la alta presión fiscal que asfixia a la población y a las empresas, y también explica el alto endeudamiento público para financiar el déficit resultante de tanto gasto corriente en el presupuesto consolidado del Estado.

"Llevamos una década de alta inflación y, de hecho, estamos “indexados” en torno a una tasa de 1,6% mensual"

Además, varios colegas suyos advierten sobre el creciente rojo en la cuenta corriente. ¿Preocupa o es financiable mientras haya superávit en la cuenta capital?

Hay déficits gemelos y siempre que eso ocurrió durante 3 o más años seguidos, terminamos en una crisis. El superávit en la cuenta capital, es decir, el ingreso de dólares mayoritariamente por préstamos, tiene sentido si se destinan sólo a inversiones que potencien y promuevan las exportaciones, lo que en el mundo financiero se denomina “el calce de monedas”, es decir, a inversiones que tengan por objetivo  promover exportaciones que generen a futuro un flujo de fondos de ingresos de dólares genuinos en los próximos años, para así poder devolver aquellos préstamos evitando el descalce de monedas. Pero, ¿qué es lo que vemos? El endeudamiento público externo se está destinando mayoritariamente a financiar gasto público corriente y en el  mejor de los casos a inversión en infraestructura urbana que poco y nada tienen que ver con aumentar las exportaciones. Un ejemplo: recientemente el BID dio un préstamo al país por U$S 400 millones para modernizar ferrocarriles. ¿Que hizo el Gobierno?  Lo destina a modernizar el tramo Retiro-Pilar. ¿Para que la clase alta y media alta llegue más rápido a los countries de Pilar? En realidad, debería haber destinado el 100% de esos fondos a modernizar vías y trenes de carga hacia los puertos para aumentar la competitividad de nuestras exportaciones. No veo una visión estratégica de largo plazo con claras prioridades en el destino de los fondos del endeudamiento público.

Por último, ¿cómo está viendo el valor del dólar? Además del déficit en la cuenta corriente, vemos que las exportaciones no arrancan y la demanda para atesoramiento minorista sigue firme. ¿Sigue atrasado el dólar y cómo lo ve hacia adelante?

Desde el día que asumió Mauricio Macri, la inflación acumulada hasta fin de diciembre pasado fue de  casi 75%. Recordemos que el dólar en el mercado libre (blue) en aquel día estaba en $ 14,70. Si hubiera acompañado la inflación el valor sería hoy de $ 25,72  pero, al descontarle  la desvalorización  de 10% que tuvo el dólar en el mercado internacional en estos últimos 2 años,  el tipo de cambio libre debería estar hoy en $ 23,15, es decir, tiene acumulado casi 4 pesos de atraso (20%). Esto hace inviable al 90% de las exportaciones, salvo las del único sector competitivo a nivel internacional que tiene el país: cereales, oleaginosas y carnes.  Al joven equipo económico de Macri hay que recordarle que, en nuestra historia económica de los últimos 70 años, siempre que el dólar estuvo atrasado más de 3 años se produjo una crisis de balanza de pagos que luego se extendió a todos los sectores de la economía interna. Esta película ya la vimos (y sufrimos) varias veces desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero como alguien dijo una vez “la principal lección de la historia es que nunca se aprende la lección de la historia”.

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