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“El principal frente de conflicto es el externo”

El Economistas dialogó con Ramiro Albrieu (CEDES y UBA) sobre la marcha de las Macrinomics

15 enero de 2018

Entrevista Ramiro Albrieu CEDES y UBA Por Alejandro Radonjic

Ramiro Albrieu es investigador asociado del área de Economía del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES), profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y, además, un interesante observador de las complejidades de la política económica.  En diálogo con El Economista, ofrece su visión sobre el crecimiento en 2018, la tenacidad de la inflación, el cambio de metas, los puntos flacos del “modelo M” y la dinámica de Brasil.

El PIB viene empatado en la era Cambiemos: cayó en 2016, recuperó en 2017 y volvimos a los niveles de 2015. Si bien todo indica que seguirá avanzando en 2018, no será una cifra espectacular, tendrá un gran aporte del “arrastre estadístico” y algunos advierten sobre cierta desaceleración. ¿Por qué no arranca con más vigor la economía? No es un tema menor ya que las proyecciones oficiales incluyen un crecimiento de 3,5% para 2018-2020?

Primero, podemos notar lo positivo: la economía se recuperó y crecerá en 2018, rompiendo la alternancia de “un año bueno-un año malo” que vimos en los últimos años. En esa recuperación, además, juega un rol preponderante la inversión, lo cual es también positivo. Esa imagen se desdibuja si agregamos los factores de riesgo que pueden hacer peligrar la continuidad de la dinámica de crecimiento en 2018. Esos factores de riesgo estuvieron también detrás de un rebote más lento al esperado en el año que acaba de terminar. El primero se asocia a los reacomodamientos de precios relativos, los cuales seguirán en la segunda mitad del Gobierno de Mauricio Macri. No debe sorprender: el gradualismo no sólo alcanzó al déficit fiscal. Entonces, aún en curso el intento de estabilización, no debe descartarse que la suba de tarifas del transporte o del gas o un reajuste hacia arriba del tipo de cambio operan como un factor de desaceleración de la economía. El segundo tiene que ver con el esquema de política monetaria: la política de altas tasas de interés, de continuar, también operará como un peso muerto para el crecimiento. Esto se debe a que los shocks de precios relativos, al ser de oferta, son en sí contractivos. Si a ello le sumamos un endurecimiento monetario que deprima la demanda, dificilmente esa combinación sea expansiva.

La inflación sigue mostrando tenacidad e inflexibilidad a la baja. Sin embargo, tal como usted escribió en Twitter, no es una sorpresa ya que se están ajustando precios relativos. ¿O sea que seguirá la inflación alta hasta que ese proceso culmine?

Mirando la Historia Argentina, es difícil pensar que se puede corregir precios relativos a través de la deflación de un conjunto de precios. En cambio, se trata de subas asimétricas: algunos precios suben más que otros. Por eso, a lo largo del reacomodamiento de precios relativos, la inflación se acelera, y entonces parece prudente mirar con atención que el sendero de precios relativos sea el correcto a pesar de que ello implique una tasa de inflación más alta. Si el Gobierno decide continuar con la corrección de precios relativos, que hasta ahora ha sido fuerte en gas, electricidad y agua, muy tibia en materia cambiaria y casi nula en transporte, no debemos esperar una desinflación rápida. El 15% en ese contexto parece muy optimista. Y si se da esa desinflación rápida, será señal de que se eligió un camino alternativo que pospone la corrección de precios relativos o coloca las tasas de interés en niveles que afectarán al nivel de actividad, o ambas cosas.

Tras el cambio de metas, se dividieron las aguas entre los economistas. Por un lado, unos elogiaron la meta más realista porque evitaría que el BCRA sobreactúe su sesgo contractivo y, por el otro lado, hubo quienes pusieron el grito en el cielo por la interferencia de “la política” en los menesteres propios de la autoridad monetaria. Aprovechando su conocimiento comparado, ¿qué opina?

No creo que se trate de una puja entre la política y la economía. En cambio, bien leído se trata de buscar mayor consistencia dentro del esquema de política económica y de aceptar como regla general que las políticas macroeconómicas son interdependientes y como restricción particular que en un esquema de dominancia fiscal el nivel óptimo de autonomía del BCRA para utilizar instrumentos y fijar objetivos es distinto que el que demanda un régimen de metas de inflación. En ese sentido, me parece muy bien que se avance en una mayor coordinación de la política macroeconómica.

¿Qué es lo que más preocupa del “modelo M”: las cuentas públicas, el desequilibrio externo en la cuenta corriente, el ritmo de endeudamiento, la inflación, el crecimiento moderado?

Hay varios frentes de conflicto, pero el más importante si se piensa en el crecimiento sostenido es el frente externo. Este Gobierno tuvo que aprender haciendo. En materia fiscal aprendió que la política de shock era políticamente insostenible. En materia monetaria, aprendió que corrección de precios relativos y régimen de metas de inflación son una pareja que no se lleva muy bien. Pero en materia de competitividad externa todavía hay poco aprendizaje. El desbalance que Argentina tiene en su cuenta corriente es insostenible en el tiempo. La reapertura de los mercados de deuda, con todos sus beneficios luego de años de ostracismo, juega acá un papel paradójico: el Gobierno corre el riesgo de olvidar ?al verse relajadas las tensiones de corto plazo en el mercado de cambios- que las variables fundamentales están desalineadas.

Brasil, una economía que usted sigue muy de cerca, podría aportar, luego de varios años, un empuje por el lado externo. Sin embargo, también es cierto que ya hizo ese amague varias veces y, además, hay datos que muestran que hemos perdido relevancia como proveedor suyo a manos de China y otros países. ¿Cuán fuerte será el viento de cola carioca en 2018?

Brasil continúa sanando su economía, pero no aparece todavía un nuevo modelo de crecimiento. Por ahora se trata de un rebote parcial luego de la mayor caída que tuvo en la Historia. Aparecen, sin embargo, algunos rasgos que hay que mirar con atención. El primero, que mejoró mucho la competitividad en los segmentos donde somos competidores. La segunda, que la recuperación de la absorción doméstica es aún débil, y es allí ?en la expansión del mercado doméstico brasileño- donde se juega nuestra suerte

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