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¿Por qué no hubo una “lluvia de inversiones”?

Si bien los flujos aumentaron, sigue muy lejos de los esperados por el Gobierno

08 enero de 2018

Allá por finales de 2015, el Gobierno (o una parte) consideraba, con buen tino, que Argentina necesitaba recuperar su participación en la llegada de Inversión Extranjera Directa (IED). La misma había volado en los 2000 (por el dinero barato y el inédito crecimiento regional), pero había sido bastante esquiva con Argentina. El Gobierno quería crecer de la mano de la inversión, y una gran parte de las apuestas estaban en la IED. Si bien creció en 2016-2017, aún sigue muy lejos de los posible y lo pretendido por Cambiemos.

¿Por qué no existió esa famosa “lluvia de inversiones” que, como admitió Carlos Melconian días atrás, varios economistas aseguraban que iba a generarse “por la sola presencia” de Mauricio Macri en la Casa Rosada? Fácil: porque aún no están dadas las condiciones.

Un reciente trabajo del Banco Mundial (BM) hace eje en eso. “La encuesta a los inversores que realizamos muestra que la estabilidad política y la seguridad, junto con la presencia de un entorno legal y normativo estable en el país, son las principales características que los ejecutivos de las empresas multinacionales tienen en cuenta antes de comprometer capitales en una nueva operación. Esas consideraciones tienen mucho más peso que cuestiones tales como las tasas impositivas o los costos laborales bajos”, dice el BM en un comunicado.

Según el informe, es muy importante el nivel de protección legal contra los riesgos políticos y normativos, como la expropiación de bienes, las restricciones a la transferencia de monedas y la convertibilidad, y la falta de transparencia en las operaciones con los organismos públicos. “Si no se atenúan estas amenazas, la reducción de los riesgos en el nivel de los proyectos por sí sola no conducirá a un aumento de las inversiones ni a un mayor crecimiento en los países en desarrollo”, agrega el trabajo.

El informe señala, asimismo, que los Gobiernos deben comprender en profundidad las motivaciones de los inversores a fin de propiciar de la mejor manera posible los beneficios que la IED puede generar en las economías locales. Asimismo, cada tipo de IED lleva aparejado su propio conjunto de posibles desafíos y recompensas.

Sobre la inestabilidad política no hay mucho que decir: existe y es alta. Más allá de que Cambiemos pisa más fuerte hoy, la varianza entre sus propuestas económicas y las del amplio universo peronista es enorme. Es decir, el “riesgo político”, y todo lo que ello entraña, es enorme.

Y no hay mejores noticias en el frente económico. El informe “Doing Business” del BM nos ubica más allá del puesto 110. “El Doing Business muestra claramente que lejos estamos ser un país atractivo, y que los esfuerzos para revertir este muy mal posicionamiento deberán ser mucho mayores y más ambiciosos que lo observado en los últimos dos años. Caso contrario, las metas o deseos de lluvias de inversiones, reducción de pobreza y mejora de nuestra competitividad quedarán reducidas a meras palabras, y no mucho más que eso”, sostiene el investigador Héctor Rubini.

El Gobierno se congratula por corregir sobre la marcha y admitir sus errores. Quizás sea momento de moderar expectativas sobre la IED (aunque sin dejar de buscarla) y poner, más bien, el esfuerzo en la inversión de los capitales nacionales (desde las grandes compañías hasta las pymes), que son, en definitiva, quienes mueven el amperímetro.

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