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¿Déficits gemelos?

El diagnóstico tradicional sugiere que el rojo en la cuenta corriente es consecuencia de un tipo de cambio poco competitivo. Pero, ¿cómo es posible que en un contexto de flotación la divisa no ajuste hacia el equilibrio?

16 enero de 2018

Por Pablo Mira Economista

El déficit en cuenta corriente ya representa algo más del 4% del PIB y algunos observadores han remarcado su preocupación al respecto. El diagnóstico más tradicional sugiere que esto es consecuencia de un tipo de cambio real insuficientemente competitivo.  La pregunta que surge naturalmente ante este potencial “desequilibrio cambiario” es cómo es posible que un contexto de libre movilidad de capitales y tipo de cambio flexible el valor de la divisa no ajuste hasta el nivel de equilibrio deseado.

Los analistas que confían en la eficacia del mercado deberían estar observando alguna tendencia “desequilibrante” responsable del potencial atraso. El candidato natural es una presión excesiva de la oferta de divisas provocada por el déficit fiscal que requiere, para ser financiado, de endeudamiento externo. Este fenómeno cierra el círculo de la explicación: con un déficit fiscal menor, el tipo de cambio sería más competitivo y el déficit externo privado desaparecería.

Más allá de la dificultad de encarar una reducción del déficit sin crear ansiedad social y política, ese razonamiento omite algunas complicaciones potencialmente relevantes.

1Primero, debemos tener en cuenta que la pretendida contribución de un menor déficit fiscal a la competitividad es indirecta. Se supone que el menor gasto del Gobierno, principalmente en bienes no transables, reducirá su precio relativo. La contrapartida es un menor endeudamiento en dólares que reduce la oferta de divisas, permitiendo una devaluación real. Estos canales asumen que los precios proveen la información relevante y que los mercados involucrados funcionan correcta y suavemente, pero este no suele ser el caso de los mercados financieros internacionales, ni del mercado cambiario en Argentina, ambos sujetos a oleadas de optimismo y pesimismo que los vuelven volátiles y por lo tanto riesgosos.

En segundo término, el ajuste fiscal podría no impactar en absoluto sobre los precios y operar, al menos en el corto plazo, completamente por la vía de las cantidades. De acuerdo con esta visión límite, el menor gasto fiscal produciría una caída en la demanda agregada induciendo una contracción directa en las importaciones, devolviendo a la economía la sostenibilidad externa, aunque de manera poco amable. De hecho, en nuestro país este canal parece ser el más común cada vez que se produce una devaluación violenta: la brusca caída en la actividad producida por este fenómeno resulta ser en parte responsable de planchar inmediatamente las importaciones y corregir el sector externo.

En tercer lugar, el canal de corrección vía déficit fiscal omite la capacidad directa de obtener dólares por parte del

sector privado. Recordemos que el déficit externo es la suma del déficit fiscal más el déficit del sector privado. Si las firmas importadoras deciden endeudarse en el exterior y lo logran, entonces el déficit externo puede persistir aun cuando el déficit fiscal desaparezca por completo. El endeudamiento privado directo es un fenómeno que ya se ha producido en Argentina en otras ocasiones, y que puede subsistir aun cuando el déficit fiscal sea historia.

De hecho, hay múltiples ejemplos internacionales de crisis externas no acompañadas por dificultades fiscales. En muchas ocasiones los déficits fiscales emergen debido a la necesidad de rescatar al sector privado de una crisis autogenerada, como les ocurrió a algunos países de la eurozona. También hay casos traumáticos como los de Chile en 1981 y varias economías asiáticas en 1997, ocasión en la cual las cuentas públicas exhibían un cómodo superávit. En estas situaciones lo que disparó la perturbación inicial fue el elevado déficit privado, no el fiscal.

No quiero ser malinterpretado. En Argentina el déficit fiscal abultado es problemático y se asocia con una serie de riesgos macroeconómicos y genera conflictos de política.

Y también es cierto que en la mayoría de nuestras crisis las urgencias fiscales jugaron un rol. Pero esto no significa que atacar el déficit fiscal sea la panacea para evitar todo tipo de desequilibrios macroeconómicos presentes y futuros. Aun los gemelos tienen personalidades diferentes.

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