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Chile versus el Banco Mundial

Un episodio lamentable que genera inevitables dudas a los usuarios de la información de dicho organismo sobre la realidad de los países

Héctor Rubini 15 enero de 2018

Por Héctor Rubini Instituto de Investigación en Ciencias Económicas de la USAL

Durante varios años aparecen ejemplos de países, generalmente emergentes, que son objeto de observaciones, cuando no de críticas por cambios sospechosos en sus estadísticas públicas. El caso argentino entre 2007 y 2015 ha sido objeto de críticas aún hasta el presente tanto dentro como fuera del país. Los problemas de construcción, tanto por factores humanos y dificultades presupuestarias, como por deliberada manipulación de gobiernos no son meras sospechas focalizadas en unos pocos países. Todavía proliferan no pocos comentarios suspicaces sobre la elaboración y reformas (aparentemente metodológicas) de los indicadores de varios países emergentes como la República Popular China y varios del continente africano.

La iniciativa Paris21, por ejemplo, apunta a utilizar recursos de agencias de cooperación internacional y mejorar las capacidades de gobiernos de países en desarrollo para contar con estadísticas públicas confiables, siguiendo los lineamientos de una Guía de Prácticas para la Cooperación en Estadísticas publicada en 1999 por la Comisión de Estadísticas de la Organización de las Naciones Unidas. La iniciativa responde a un problema esperable en países emergentes, no así en países económicamente desarrollados y mucho menos en organismos multilaterales.

El escándalo

Sin embargo, el economista jefe del Banco Mundial, Paul Romer (foto), reveló el viernes un “desliz” al filo de lo escandaloso: la sospecha firme de manipulación interna de los indicadores de competitividad del informe anual “Doing Business” utilizado para clasificar países según las dificultades regulatorias y burocráticas que enfrentan las empresas privadas en cada país del mundo.

Romer afirmó ante The Wall Street Journal que dará inicio el recálculo de esos indicadores para los últimos cuatro años. Pero el foco de su intento de descargo ha sido en el caso chileno. Según Romer, ese período la posición de Chile ha sido muy volátil, atribuyéndolo a motivaciones políticas del staff del propio banco. Según Romer, los responsables del reporte habrían manipulado deliberadamente las metodologías subyacentes, las cuales habrían perjudicado a Chile de manera “injusta y engañosa”.

Sin nombrarlo explícitamente, el economista jefe del organismo acusó así de manera directa al responsable de esa publicación, el boliviano Augusto López-Claros, un ex Lehman Brothers y ex FMI, hoy blanco de feroces críticas de la prensa chilena. Algo más que esperable luego de que Romer pidiera disculpas personales a Chile y “a cualquier otro país sobre el cual hubieran reflejado una impresión equivocada”.

Con total honestidad, aunque tardía, Romer admitió ser el principal responsable de los errores del informe por no haber hecho las cosas de manera suficientemente clara. Ahora deberá cumplir con las correcciones de rigor, siguiendo su difícil cruzada para mejorar la “claridad” y “concisión” de la información del organismo. Algo que desde el inicio de su gestión en 2016 le viene generando choques casi a diario con buena parte del staff del banco. Luego de sus declaraciones, el Banco Mundial anunció anteayer una “revisión externa de los indicadores correspondientes a Chile en el informe 'Doing Business'”. Un signo de que la conducción del banco por ahora respalda todo lo actuado por Romer, y también su tarea orientada a detectar y enmendar las anomalías en las metodologías y prácticas internas para la elaboración y publicación del citado reporte.

https://twitter.com/mbachelet/status/952200245303234560

López-Claros, a su vez, está de licencia del banco y ocupa una posición académica en la Georgetown University. Hasta ahora ha realizado pocas declaraciones. En una respuesta por email a la agencia Bloomberg afirmó que las acusaciones no tenían fundamento, y que el reciente descenso de Chile ha sido resultado al mejor desempeño de otros países como México o Venezuela. Algo difícil de creer literalmente si se observa que entre 2006 y 2017 Chile osciló en la tabla de posiciones nada menos que entre el puesto 25° y el 57° y que esos movimientos sugieren un patrón sospechoso, de sistemática mejora en los gobiernos de Piñera y de caída en el actual gobierno de Bachelet. Por ejemplo, para el indicador sobre facilidad para pagar impuestos, entre 2015 y 2016 Chile cayó violentamente del puesto 33° al 120°, y sólo por el cambio en la “métrica” relacionada con el tiempo dedicado a trámites impositivos por parte de las empresas. Más que sospechoso, y no sólo para Paul Romer?

Daño grande Mientras tanto, si algo ha quedado en claro es que el daño a la credibilidad y utilidad práctica de ese informe es un hecho consumado. Al menos los últimos cuatro números del “Doing Business” pueden mostrar cambios importantes en los ranking para todos los países, y no es una tarea que se podrá terminar en pocas semanas. En el ínterin, y hasta que no se publiquen las versiones corregidas de esos números, los “Doing Business” (al menos de los últimos cuatro años) no podrá aceptarse de manera generalizada como una publicación confiable. Algo que, además, probablemente lo peor de este grave episodio, puede generar suspicacias y desconfianza sobre otras publicaciones del organismo.

Como lo manifestara la propia Michelle Bachelet en su cuenta de Twitter: “Más allá del impacto negativo en la ubicación de Chile, la alteración daña la credibilidad de una institución que debe contar con la confianza de la comunidad internacional”. En definitiva, un episodio lamentable que trasciende a la ocasional coyuntura política chilena, y que genera inevitables dudas a los usuarios de la información de dicho organismo sobre la realidad económica de cualquier otro país del mundo.

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