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El balance 2017 de la lucha contra la inflación

La experiencia internacional demuestra que bajar la inflación desde niveles moderados lleva mucho más tiempo que el que tenía en mente Sturzenegger

14 enero de 2018

Por Federico Muñoz Titular de Federico Muñoz & Asociados

El 2017 se cerró con una inflación anual de 24,8%, casi doce puntos menos que el 36,4% del 2016, pero también ocho puntos

por encima de la meta pautada por el BCRA. Semejante brecha respecto al objetivo perseguido parecería dar cuenta de un fracaso rutilante de la estrategia anti-inflacionaria. Sin embargo, una evaluación desapasionada de esta estrategia debería tener en cuenta unos cuantos factores atenuantes:

El subíndice Regulados subió 38,7% en el año mientras que el subíndice Core (el único sobre el que el BCRA tiene real influencia) subió 20,1%. Vale decir, buena parte de la inflación de 2017 se explica por la corrección del retraso tarifario. De

hecho, según el IPC CABA, la actual inflación Core es la más baja desde que comenzo a medirse en 2012.

El BCRA se resistió a anclar el tipo de cambio y el Tipo de Cambio Real (TCR) de diciembre de 2017 fue apenas 3% inferior al del mismo mes de 2016; en términos llanos, se está bajando la inflación sin agudizar el retraso cambiario.

El financiamiento directo del BCRA al fisco se ha reducido mucho respecto a la era kirchnerista (representó 1,5% del PBI

frente a un máximo de 5,3% en 2014). Sin embargo, el BCRA estuvo muy activo comprando dólares al Tesoro (los que conseguía vía crédito externo) para evitar el desplome del tipo de cambio. La consecuente expansión monetaria también complicaba la tarea de estabilización y debía ser esterilizada.

El nivel de actividad cerró el 2017 creciendo a tasas anuales cercanas al 4%. Esto implica que se bajó la inflación sin haber recurrido a un enfriamiento de la economía.

En resumidas cuentas, la inflación bajó casi doce puntos respecto al año previo pese a una fuerte corrección del retraso tarifario, sin anclar el tipo de cambio, lidiando con un déficit fiscal de 6% del PBI y sin enfriar la economía. Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, ya resulta bastante más difícil hablar de un fracaso de la estrategia anti-inflacionaria, a pesar del enorme desvío respecto a la meta oficial.

Este reconocimiento no significa que el BCRA no haya cometido errores durante este proceso. A poco de asumir, la nueva

conducción monetaria sostenía que el pass through a inflación tras la salida del cepo sería muy bajo pues muchos precios estaban fijados con la referencia del dólar Blue. Otra hipótesis temeraria o risible que se postuló desde el BCRA fue que los aumentos de tarifas tampoco tendrían impacto sobre la inflación, pues ?dada la restricción presupuestaria de los hogares- lo esperable eran ajustes de precios relativos (subían tarifas, bajaban otros precios). Más cerca en el tiempo, el propio Sturzenegger reconoció que pecaron de exceso de confianza a comienzos de 2017, cuando se precipitaron a bajar la tasa de interés ante algunas señales de desaceleración en los precios.

De todos modos, más allá de estas gaffes y tropiezos, seguimos creyendo que el BCRA tuvo un papel más que decoroso en la lucha contra la inflación. La experiencia internacional demuestra que bajar la inflación desde niveles moderados lleva mucho más tiempo que el que tenía en mente Sturzenegger. En todo caso, el principal pecado de la conducción monetaria fue el exceso de ansiedad y haber vendido expectativas por demás optimistas respecto al ritmo de desinflación (pecado en el que ?justo es reconocer- también caímos algunos analistas).

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