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Del gradualismo al reformismo permanente

Cambiemos anunció su plan de reformas un 31 de octubre. Día de Halloween. Por suerte, no hubo grandes sorpresas: ni buenas ni malas. Simplemente graduales.

01 noviembre de 2017

Por Diego Falcone Head Portfolio Manager de Cohen

Nada como pasar unos días de otoño en Roma. Hay un hotel sobre la “Piazza della Trinità dei Monti” con una de las mejores vistas de la ciudad. Desde la habitación uno puede recorrer con la mirada los tejados que alguna vez habrán inspirado al gran Luciano Pavarotti para cantar con tanta pasión “No ti scordar di me”.

En el otoño de 1940, Benito Mussolini, que también tenía una magnifica vista desde el balcón del Palazzo Venezia, decide embarcarse en una nueva aventura ante los fracasos de sus primeras operaciones militares: sus tropas no habían podido con los franceses en Los Alpes y peor le había ido en el desierto contra los ingleses. Lo imagino a Il Duce en una cena junto a Clara Petacci, eligiéndole ella un rival fácil para erigirse en un gran conquistador como Julio César. La elección recayó en Grecia. Como era de esperarse cuando las cosas no se piensan bien, la invasión fue un fracaso absoluto y en pocas semanas, las tropas italianas estaban en plena retirada.

Fueron los alemanes los que salvarían a los italianos de una segura derrota. Todo terminaría en junio de 1941 (7 meses más tarde) con la “Operación Mercurio”: un espectacular asalto a la isla de Creta por 10.000 paracaidistas alemanes.

Mientras tanto, en la lejana Madrid, el caudillo Francisco Franco, seguía el devenir de los acontecimientos bélicos desde una cómoda posición de “no beligerancia”, es decir, España era neutral, pero le tiraba onda a Alemania. Posición que no cambiaría a pesar de las múltiples invitaciones y le permitiría perdurar en el poder hasta su muerte (1975).  En esto de sobrevivir, el caudillo fue más vivo que la serpiente.

La Historia, demuestra que, a veces, es bueno ser precavido y saber esperar. En los '90 muchos se subieron a la ola de reformas de Carlos Menem porque ponía fin a un experimento fallido de sustitución de importaciones. El kirchnerismo lo intentó reflotar en pleno Siglo XXI y duró hasta que la soja dejó de estar a US$ 600 la tonelada. Ahora Cambiemos retoma esa agenda gracias a su triunfo político e inaugura la segunda ola de reformas.

Un sistema complejo

Desde la caída del Muro de Berlín en 1989, el liberalismo gana aceptación como base para la organización económica de toda sociedad. Allá va Cambiemos con el gradualismo: una versión aguada del liberalismo porque, al final, esto no deja de ser tierra de inmigrantes napolitanos, sicilianos y calabreses. De todas formas, por estos días Mauricio Macri ha rebautizado al gradualismo como un  “reformismo permanente” que suena mucho a la “revolución permanente” que predicaba el amigo León Trotski. Quien lo hubiera dicho de los chicos del PRO: hacerse pasar por “troskos”.

Existe un amplio acuerdo que la actual legislación laboral e impositiva deben reformularse para salir del estancamiento económico (medido en PIB per capita). Pero no alcanza con las buenas intenciones. La economía es un sistema complejo y adaptativo en el que el comportamiento de la sociedad emerge de la interacción entre los individuos que la conforman. Es decir, no hay forma de establecer una simple relación entre el individuo y el sistema: los políticos después de tantos desaciertos deberían comprender que “bajar un impuesto aquí y subir otro allí”  no producirá necesariamente el efecto esperado. ¿Por qué es importante comprender este punto? Porque nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza. ¿Cuántos cuestionamientos recibió el BCRA por su política antiinflacionaria? Si desde el BCRA hubieran abordado el problema de la alta inflación no sólo enfocándose en controlar la tasa de interés, la baja del 40% a 20% en la tasa se hubiera percibido como una victoria. Argentina debe avanzar con las reformas porque el desafío hoy fronteras afuera es el avance de la automatización y no nos deja margen para seguir dando vuelta con debates que deberían haberse terminado hace veinte años.

Por ahora, alcanza En el mundo, la robotización es una realidad: en 2015, la industria petrolera americana perdió 440.000 puestos de trabajo por la caída en la producción debido al desplome en el precio del crudo. Con la recuperación reciente en el precio del barril, ¿adivinen que hicieron la empresas? Recontrataron a todos los trabajadores despedidos o los reemplazaron por robots. Les doy una pista: donde antes se precisaban 20 operarios por pozo, hoy sólo se necesitan 5 para la misma producción. Es decir, 220.000 de esos puestos tal vez nunca se recuperen. Saquen sus propias conclusiones.

En Argentina, la automatización es un problema de segundo orden porque, gracias a Julio De Vido, las inversiones previstas en infraestructura aseguran trabajo para las próximas dos generaciones.

Pero todo modelo tiene su punto débil y el de Mauricio Macri es la tasa de interés: si esta llegase a subir más de lo previsto, nos quedaríamos sin los capitales (dólares) para invertir. Porque nuestro país precisa del ahorro externo: aquí no quedaron inversores de largo plazo después de que un 28 de diciembre de 1988, el día de los inocentes, Antonio Erman González nos enchufara el Plan Bonex. Cambiemos, fiel a su estilo, anunció su plan de reformas un 31 de octubre. Día de Halloween. Por suerte, no hubo grandes sorpresas: ni buenas ni malas. Simplemente graduales.

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