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Acuerdos en la oscuridad

Estamos ante la inminencia de un acuerdo de librecomercio entre el Mercosur y la Unión Europea

Carlos Leyba 17 noviembre de 2017

Por Carlos Leyba 

La administración ocupó la iniciativa política pública con reformas legislativas en materia tributaria, previsional y laboral.

Aunque, más adelante veremos, en la oscuridad y detrás de esa bulla ?con más ruidos molestos que nueces nutritivas? están viniendo platos fuertes e indigestos.

Por ahora todo está en estado de negociación previa (acuerdos con CGT y gobernadores). La verdadera se suscitará en el Parlamento.

Salvo aquello que apunta a lo previsional (cambio de la modalidad de ajuste y mayores ingresos por blanqueo) ninguna de estas  reformas sugiere impactos transformadores.

Esperan de estas reformas aumento de la inversión reproductiva. Si se apilan podrían ocurrir transformaciones en la productividad y en el empleo.

La propuesta es gradualista y sus efectos ?de existir? se producirían en un horizonte de años.

Sin embargo, y ahí está lo verdadero, lo más importante no es lo que está en los diarios. Si lo son las propuestas de acuerdos de libre comercio que, según trascendidos, ya estarían en fase de concreción.

El ruido del “reformismo permanente” anunciado por Mauricio Macri en el CCK ha distraído la atención política mientras se avanza de manera silenciosa en los acuerdos comerciales internacionales que sí son  estructurantes y de impacto inmediato.

Dependiendo del contenido, que no conocemos pero que podemos imaginar, después de firmarlos nada será igual. El contenido es lo que todos los involucrados desconocen.

Estamos ante la inminencia de un acuerdo de librecomercio entre el Mercosur y la Unión Europea. Y uno de alcance parcial con Canadá.

“Librecomercio” es “apertura”. Una apertura en tiempos de atraso cambiario y tasa de inflación alta combatida con tasa de interés real (en dólares y en pesos) extraordinariamente altas. El tiempo es de tipo de cambio en retroceso y el espacio es el de un mundo a la búsqueda de colocar trabajo por lo que todas las políticas nacionales o regionales claman.

Apertura en este tiempo y en este espacio que no son lo mejor. La UE tiene una tasa de interés del 2%, inflación de 1,5%, desempleo del 8%, arancel del 3,7% y sus exportaciones son 93% industriales. ¡Que lejos estamos!

Para una economía nacional es más importante lo que se establece como compromiso en materia de relaciones (comerciales y normativas) con otras naciones u otras regiones, que muchas de las reformas, antes mencionadas,  propuestas sólo al interior de las fronteras.

Muchos de esos compromisos internacionales (como lo son los de la OMC) suponen ?justamente? supeditar, de una vez y para siempre  (salvo situaciones extremas) los grados de libertad en las decisiones de peso que podremos tomar fronteras adentro.

Esos compromisos internacionales no sólo fijan relaciones arancelarias sino también las posibilidades de realizar o no, políticas que, apropiada y genéricamente, podemos llamar de “desarrollo”.

Acerca de estos acuerdos, con excepción del Gobierno, nadie conoce el contenido en lo que hace a rebajas arancelarias, normas técnicas, compras gubernamentales y restricciones o no, en cuanto a políticas públicas de desarrollo.

A pesar de ello, el canciller, Jorge Faurie, declaró (La Nación) que “el Mercosur entregó a la UE una propuesta integral que incluye, además del intercambio de bienes y servicios, plazos en el proceso de desgravación, disciplinas relacionadas con normas técnicas, compras públicas y denominaciones de origen”.

La propuesta sólo la conocen los negociadores. Lo que el país ha propuesto e implica la suerte ?para bien o para mal? del aparato productivo. Un TLC OMC Plus diseña un país.

Con la finalidad de hacer luz en esta cuestión de enorme importancia sobre el futuro, los senadores Alfredo Luenzo y Juan C. Linares, Presidente y Secretario de la Comisión de Industria, y Omar Perotti, Presidente de la Comisión de Ciencia y Tecnología, convocaron las fuerzas de la producción y el trabajo a hacer oír su voz sobre estos acuerdos. Felicitaciones por ello.

Todos manifestaron que esos acuerdos son una caja cerrada que puede encerrar riesgos enormes para la producción y el trabajo. Más allá de las condiciones duras que implica la estrategia macro vigente, la del atraso cambiario como ancla especulativa y las condiciones excedentarias del mundo entero.

En toda circunstancia esa caja negra de “acuerdos” encierra posibilidades de riesgos graves.

Con la visión inmediatista de “vamos viendo y si hay error vamos para atrás”, el Gobierno no ofrece ? aparte del silencio de las condiciones individuales?ningún estudio de impacto de esas propuestas que merezca el nombre de tal.

Puede que el Gobierno lo sepa pero, el sector productivo y los parlamentarios, al día de la fecha, están frente a un acuerdo a ciegas que hay que firmarlo porque es “integrarnos al mundo y eso es bueno”.

Alejandro Katz, un intelectual vinculado al pensamiento PRO, advertía días pasados acerca de la visión ideológica de los funcionarios que los hacía ver un mundo que no existe. Les recordaba que detrás de los fenómenos Trump y Brexit (los más famosos) hay una enormidad de señales que, después de la crisis de 2008, muchas cosas están gestando cambios en direcciones alternativas a las predicadas.

La ideología puede obnubilar. Pero sin duda lo está haciendo cuando el silencio y la opacidad se sostienen hasta este extremo de estar a días de firmar algo.

Es grave, y si los ejemplos sirven, basta recordar la opacidad de los acuerdos estratégicos del kirchnerismo con la República Popular China, votados por parlamentarios que no conocían (en el mejor de los casos) su contenido

y consecuencias y los votaban por la necesidad de un financiamiento urgente.

Las consecuencias de lo opaco han sido siempre nefastas. Por ejemplo, con China nos obligamos a una represa y dos centrales atómicas de las que nadie puede justificar su racionalidad, pero que habrá que pagar más allá que no ameriten prioridad alguna. Todos sabemos que el diablo se esconde en los detalles. La premura, la presión, el peso ideológico con el que se apuran estos tratados, nos pueden estar arriesgando a condenar el desarrollo del potencial productivo del país. Pueden. No lo sabemos. Pero lo podemos imaginar.

Nadie, salvo los funcionarios involucrados, conoce el contenido de lo que se ha propuesto. Ni los empresarios, ni los trabajadores, académicos, gobernadores, legisladores, conocen ?al día de la fecha?  lo que se ha propuesto y lo que se podría firmar. Y mucho menos el impacto que ambos acuerdos podrían tener sobre sectores y regiones y sobre el futuro de las personas que trabajan en esos sectores y viven en esas regiones.

Ante la ausencia de estimaciones serias locales podemos recordar la que hiciera el Presidente J. L. Rodríguez Zapatero en la Cumbre Iberoamericana (2010). “Si se liberara totalmente el intercambio, el PBI de Paraguay crecería 10 %, el de Uruguay 2,1 % y el de Brasil tan sólo 1,5 %. La Argentina sería la menos beneficiada del bloque, con un crecimiento de su PIB de apenas 0,5 %. No obstante, la Unión Europea (UE) tendría una mejora conjunta de solamente 0,1 % del PBI”. Es decir quien quiere que lo firmemos nos anuncia que no hay demasiado para recoger. ¿Alguien ha estimado algo mejor más allá de lo puramente ideológico?

Ahora bien, todos los acuerdos, para tener valor legal, deben ser homologados por el Parlamento el que, ante la propuesta, solo tiene la posibilidad de aceptarlo y convalidarlo. O bien rechazarlo.

Lo urgente entonces es conocer para evitar lo que de cualquier manera sería un error. Aprobar o rechazar sin haber podido debatir beneficios o perjuicios con la debida serenidad y solvencia.

El Gobierno sostiene que ambos acuerdos serán firmados en diciembre y, por lo tanto, elevados al Parlamento de inmediato.

Hoy ?ambas propuestas? son una caja negra que, de ser sancionadas, definirán estructuralmente el futuro de la economía nacional.

Las definiciones (ignoradas) que contendrán esos acuerdos serán de mayor impacto estructural que las reformas tributaria, laboral y previsional que se ventilan en los medios.

La UE ?como todos sabemos? tiene dos objetivos declarados: la defensa de su sector primario, por razones que van desde el paisaje hasta la seguridad alimentaria; y la promoción de sus exportaciones de manufacturas que componen el 80% de lo que venden y que aspiran, con los tratados de libre comercio, incrementarla en los próximos años en 20%. Pedimos una cuota tarifaria para 300.000 toneladas de carne y nos ofrecen 100.000 y hoy debaten si podremos vender si seguimos tratando nuestros productos con glifosato.

La UE reclama la reducción, seguramente con plazos mas o menos largos, de nuestras protecciones arancelarias.

Haciendo promedios ?que son descriptivos? nuestros aranceles aplicados a 2016 son 4, 5 veces más bajos que los que aplica la UE y nuestro consolidado en la OMC debería reducirse a menos de la mitad.

Cualquier acuerdo implica reducción arancelaria y con ella ?y más allá de este tiempo cambiario y este espacio de colocación intensiva de trabajo a escala mundial? lo que podemos decir “la muerte de la industria”?.a menos que, o salvo que, la política económica argentina, en base a un gran consenso, articule una política de recuperación industrial y se proponga con recursos y herramientas, un futuro industrial.

Para ello bastaría con imitar lo que hoy hacen los países desarrollados para promover sus inversiones e incorporar todas esas políticas posibles a los qcuerdos. Es decir se puede acordar si, en los 10 o 20 años de espera hasta equiparar aranceles, el país decide y le es convalidado, llevar a cabo una política de desarrollo industrial agresiva, sostenida y capaz de integrar el territorio y la sociedad.

Si no lo hacemos, entonces, nos gobernará la tasa de crecimiento de la pobreza al 7,5% anual que rigió los últimos 40 años.

Argentinos a las cosas: una buena señal de los senadores.

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