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Las tres tendencias detrás de la economía global

Si bien del WEO del FMI no deben esperarse pronósticos muy acertados sobre el desempeño de economías particulares, sí nos da una idea de los principales procesos en curso

11 octubre de 2017

Por Ramiro Albrieu Investigador del CEDES

Ayer, el FMI publicó sus más recientes perspectivas económicas globales. Si bien de ellas no deben esperarse pronósticos muy acertados sobre el desempeño macroeconómico de economías particulares (no ha sido ese el fuerte de estos reportes), sí nos da una idea de los principales procesos en curso y los riesgos que deberán enfrentarse en el corto plazo. Una primera lectura devuelve tres dinámicas para lo que resta de 2017 y el año 2018.

Uno de los factores que resalta del panorama de octubre de 2017 es la aceleración del crecimiento en el mundo avanzado. Sin embargo, es en buena medida esperable: Europa y Japón reaccionan frente a lo que para muchos países del Viejo Continente y el país asiático fue una década perdida luego de la crisis subprime. España, Portugal y los bálticos son ejemplos de este rebote. Para Estados Unidos y el Reino Unido las perspectivas de crecimiento se corrigen a la baja y la incertidumbre política es alta, mientras que en Francia e Italia las fuerzas deflacionarias aún persisten. Así, en los países de altos ingresos hay heterogeneidad y posibles factores de inestabilidad global, pero en general se avanza en la recuperación de lo perdido en los años previos.

Otro factor que resalta es la persistencia de Asia emergente como motor del crecimiento global. A pesar de los

profundos cambios estructurales que allí están ocurriendo, la región se las arregla para crecer entre dos y tres veces más rápido que los países de altos ingresos; la convergencia iniciada a mediados de los noventa, entonces, continúa en esta nueva normalidad. Esta convergencia tiene dos actores principales. Por un lado está la India. En plena etapa del bono demográfico, la India podría crecer incluso por encima del 7%, en los próximos años. Por otro lado está China: el gigante se encuentra en un proceso de rebalanceo tanto de demanda (el consumo aporta al crecimiento más que la inversión) como de oferta (el sector de servicios aporta el 50% del PIB, cuando diez años atrás apenas superaba el 40%) el cual, lejos de generar un hard landing, da como resultado un crecimiento superior al 6%. No se trata de números menores: entre los dos países explican más de un tercio de la población mundial.

Esta combinación de crecimiento en los países avanzados y convergencia de Asia emergente está detrás del tercer proceso en curso: la recuperación de las economías exportadoras de materias primas. Con algún rezago en los países de Africa subsahariana, los exportadores de commodities registrarán un crecimiento algo menor que el mundo avanzado, lo cual quiere decir dos cosas. La primera, que deja atrás el período de contracción iniciado en 2013 y que en muchos casos se extendió hasta 2016. La segunda, que ese impulso de crecimiento no es suficiente para sumarse a la dinámica de convergencia que sigue Asia emergente.  América Latina, por supuesto, está anotado en este último grupo. Sólo Perú, Bolivia, Paraguay y Uruguay vienen creciendo sistemáticamente por encima del mundo avanzado; el resto fluctúa pero con resultados tendenciales más bien decepcionantes. México se moverá cerca de Estados Unidos, mientras que Brasil podría empezar a crecer a tasas cercanas al 2%.

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