Primero, se escuchó que la ambiciosa y exigente reforma laboral en Brasil, aprobada hace unos meses, ponía a Argentina en desventaja a la hora de competir por inversiones extranjeras. Hasta un empresario que no suele hablar mucho, como Marcos Galperin (CEO de Mercado Libre), advirtió eso. Se verá si es así.
Más recientemente, se sumó un nuevo factor de “competencia”. Eso es lo que sostiene Miguel Angel Boggiano desde Carta Financiera. Se refiere a la anunciada reforma impositiva que presentó Donald Trump.
“Trump Tax Reform pondrá de rodillas a los emergentes”, dijo, con tono catastrófico, desde su portal. Explicó: “El motivo es simple: la reforma tributaria de Trump significa una brutal aspiradora que atraerá dólares hacia los Estados Unidos y que dejará menos dólares disponibles para el resto del mundo, entre ellos, Argentina”.
Ciertamente, hay una competencia, a menudo feroz, por atraer inversiones y reanimar las tasas de crecimiento, que aún no han logrado recuperar los niveles previos a la Gran Recesión y combatir la apatía ciudadana con el statu quo.
Hoy, Argentina está creciendo cerca de 3%, pero necesita crecer un poco más y, sobre todo, que esa expansión se sostenga. La inversión es clave para darle combustible a ese crecimiento y alinear el PIB con su potencial. Las recetas “mágicas” de bombear el consumo han demostrado tener patas cortas. Y, dentro del universo de la inversión, la extranjera en particular debe ser parte de la cruzada. Si bien el país debe ser consciente de las nuevas prácticas globales a la hora de seducir el capital y conocer las estrategias de sus competidores (Brasil, aquí, es más importante que EE.UU.), debe hacerlo, como decía Frank Sinatra, a su manera.
