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A contramano del mundo

Argentina, a contramano del mundo y sólo pare llevar la contra, parece haber elegido el camino de la racionalidad política y económica

04 octubre de 2017

Por Diego Falcone Head Portfolio Manager de Cohen SA

Mediterráneo” no sólo es una de las más logradas composiciones de Joan Manuel Serrat, también fue escenario de un largo conflicto entre la República de Roma y la ciudad-imperio de Cartago. El mejor jugador de Roma era Escipión “El Africano”, un 9 de área letal y práctico, mientras que Cartago dependía totalmente de la fantasía de su 10: Aníbal Barca. Ambas ciudades jugaron un partido de ida en Europa (España e Italia) y uno de vuelta en Africa (en la actual Túnez).

El partido de ida arrancó bien para Cartago: en el giro de pocos años se hicieron dueños del sur de España (piensen en Mallorca, ¡que jugada!) y entusiasmado Aníbal con el 1-0, se dirigió a Italia para liquidar el partido.  Para ello, debía recorrer la Costa Azul (¡otro gran acierto!) poblada por los celtas, enemigos de Roma y, luego, cruzar Los Alpes. No está claro aún hoy el lugar de paso de Aníbal y su ejército que incluía 37 elefantes. En 1959, unos expedicionarios ingleses decidieron replicar la hazaña y para ello hicieron la travesía junto a un elefante llamado Jumbo. Cruzaron por Col du Clapier y luego siguieron por el Mont Cenis. Durante el trayecto que duró más de diez días, el pobre Jumbo a pesar de ingerir 68 kilogramos (kg) de heno, 23 kg de manzanas, 18kg de pan y 9 kg de zanahorias, perdió 230 kg de peso. Por suerte, una vez en tierras italianas, Jumbo se desquitó y se comió el pastel de bienvenida y se bebió una botella magnum de vino Chianti preparada para la celebración. Merecido premio para tanto esfuerzo.

Una vez en Italia y a pesar de ganar todas las batallas, Aníbal Barca tuvo que regresar a Cartago (Túnez) para perder por goleada la batalla de Zama y, al final (gol de visitante vale doble), también la guerra. En los siglos sucesivos, Roma se alzaría como una potencia tan ganadora como lo es hoy el Real Madrid en la UEFA Champions League.

Con los romanos nació la política moderna: se terminó con la construcción de inútiles pirámides (los arquitectos egipcios quedaron todos desocupados de la noche a la mañana) y la obra pública se nutrió de acueductos, caminos y cloacas, pero también aparecería el reparto gratuito de grano (el pan) y la entrada libre al Coliseo (el circo) para tener contento al pueblo de Roma que, para el primer siglo de nuestra era, superaba el millón de habitantes.

Dos mil años atrás ya quedaba demostrado que para mantenerse en el poder, además de regalar cosas era muy importante la realización de grandes obras de infraestructura. Aquí, durante el último gobierno populista, se regaló la electricidad, el gas y el fútbol pero se olvidaron de mejorar la calidad de vida de la gente. Por esta razón no tenemos otros doce años de populismo.

Nadie quiere pagar la cuenta

La forma de hacer política no cambió tanto desde aquel entonces y por eso no sorprende observar la incapacidad para resolver el conflicto en Cataluña. ¿Por qué? Porque los políticos más extremistas de la Generalitat han logrado instalar con éxito la idea que ellos pueden seguir vendiendo al resto de España el agua mineral Vichy Catalán y el cava Freixenet y no poner más un euro para financiar el desarrollo de sus vecinos. Es un argumento similar al utilizado el año pasado por Nigel Farage cuando les pedía a los ingleses que votaran a favor del Brexit. ¿Qué pasó desde el referendo inglés? El fundador y (ahora) ex líder del partido independentista inglés (UKIP) está más escondido que Daniel Scioli en la lista de Unión Ciudadana.

¿Cómo es posible vender esta historia de derechos sin obligaciones? La existencia de una estructura supranacional como la Unión Europea es lo que permite a los nuevos flautistas de Hamelin vender la ilusión de una independencia sin costos. La cuenta que hacen los catalanes es fácil. Si sumamos el ahorro en impuestos porque no deberán sostener más el Estado español a los beneficios que van a seguir percibiendo por tener el euro como moneda, la OTAN cuidando las fronteras y vender sus productos a 450 millones de consumidores (incluidos andaluces y madrileños): el resultado es  pura ganancia. ¿Cómo no dejarse llevar por semejante cuento?

La única forma de quebrar esta ilusión es con el futbol. ¿Cómo van a pagar el sueldo de Lionel Messi sin los super-clásicos que cada año juegan con el Real Madrid por la Copa del Rey, la Liga y la Champions?

¿Cómo sigue?

Nadie lo sabe Nadie sabe cómo terminará esta historia. Desde el Brexit hasta ahora, parecería que las decisiones que predominan en el mundo son las irracionales y viscerales salvo por una honrosa excepción. Argentina, a contramano del mundo, parece haber elegido el camino de la racionalidad política y económica (sólo para llevar la contra: no nos creamos más inteligentes que el resto).

Aquí cualquier intento de autonomía de alguna provincia estaría sofocado desde el principio ante la falta de un mercado interno de importancia, el penoso estado de la infraestructura y la falta de una moneda estable. Así quedémonos tranquilos porque como dice el eslogan: va estar bueno Argentina.

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