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Los límites del crecimiento argentino de largo plazo

Evidentemente, las soluciones para llegar al desarrollo están más alejadas de lo que muchos intentan hacer ver

05 septiembre de 2017

Por Pablo Mira Economista

En otras notas hemos remarcado lo difícil que es dar con los determinantes del crecimiento argentino de largo plazo, y también discutimos las complejidades de caer en la trampa del ingreso medio. Una referencia útil a la hora de entender el desarrollo es apelar a los llamados hechos estilizados, esto es, el conjunto de estadísticas robustas que dan una idea de los límites del crecimiento, y de algunas de sus propiedades.

Partimos de una aclaración estadística básica: las variables agregadas del país suelen modificarse lentamente si tomamos un período tiempo suficientemente extenso. Por ejemplo, en toda su Historia, el crecimiento de Argentina casi nunca se extendió durante 10 años seguidos a tasas superiores al 5% en promedio. Los procesos de catching up, según los cuales los países atrasados convergen a los desarrollados, suelen requerir expandirse durante mucho más tiempo a tasas promedio más elevadas que esa.

A esto debemos sumar que Argentina suele observar períodos de alto crecimiento seguidos de crisis abruptas, que compensan parte de lo ganado. Ante esta cruda realidad, las estimaciones de crecimiento sostenido para nuestro país han ido disminuyendo con el tiempo, y hoy se considera un éxito poder sostener un crecimiento per cápita de entre 2% y 3% durante una veintena de años. Un desempeño como este, desde luego, no permitiría acercarnos al nivel de vida de los países ricos, pero sí alcanzar un nivel de vida aceptable.

Una referencia útil a la hora de entender el desarrollo es apelar a los llamados hechos estilizados, esto es, el conjunto de estadísticas robustas que dan una idea de los límites del crecimiento, y de algunas de sus propiedades

Para entender la dificultad de alcanzar tasas aun tan modestas como esas, consideremos algunos ejemplos de la historia reciente. Uno es el período de crecimiento entre los máximos de 1998 y 2011, cuando el PIB per capita creció apenas 1,7% acumulativo anual (pese a la fuerte recuperación posterior a 2002). Es cierto que ese período mezcla dos modelos muy distintos, pero aun sin considerar las ventajas de la capacidad disponible tras la debacle de 2002, desde ese pozo hasta 2015 la tasa de crecimiento per cápita media acumulativa fue de 3,5%, una dinámica interesante pero lejana a la que experimentaron algunos países asiáticos para unirse a la elite mundial. Finalmente, si la administración actual quisiera cumplir con una tasa de crecimiento acumulativa del PIB per capita de 2,5% anual para su mandato completo, los dos años y medio que restan de crecimiento del país deberían promediar alrededor de 7% anualizado (6% percapita). Estos casos ilustran la tiranía de los números cuando se trata de evaluar empíricamente la tasa de crecimiento “potencial” de nuestra economía.

En un trabajo reciente, Guido Zack (investigador del Instituto Interdisciplinario de Buenos Aires de la UBA) y Daniel Sotelsek (investigador de la Universidad de Alcalá) estimaron la elasticidad ingreso de largo plazo de las importaciones, un indicador que permite hacerse una idea de las restricciones de financiamiento que enfrenta el país para poder crecer en el largo plazo. La reacción estimada de las importaciones al crecimiento fue de 1,7, lo que significa que por cada punto de crecimiento, se requiere que las importaciones crezcan 1,7. Esto no sería preocupante si no fuera porque la elasticidad ingreso (de los extranjeros) de nuestras exportaciones es exactamente la mitad: 0,85. De esta manera, en caso de crecer al mismo ritmo que sus principales socios comerciales, Argentina observaría una tendencia sistemática hacia la generación de déficit comerciales, lo que implica un aumento continuo de su deuda y, eventualmente, la necesidad futura de “ajustar” a la baja el crecimiento para servirla.

La Historia argentina parece indicar que su desequilibrada estructura productiva (donde las exportaciones y las importaciones tienen dinámicas divorciadas) no contribuye a la incubación de un proceso de crecimiento sostenido. Esto es lo que comúnmente se conoce como el problema de la restricción externa de crecimiento, y que ha producido los eventos cíclicos conocidos históricamente como stop & go. Algunos economistas plantean que para hacer frente a estos obstáculos estructurales es necesario alcanzar y sostener un tipo de cambio competitivo, pero lograr este objetivo ha probado ser más desafiante de lo esperado. Evidentemente, las soluciones para llegar al desarrollo están más alejadas de lo que muchos quieren hacer ver.

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