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Entendiendo la inversión (parte I)

Desde que el mundo es mundo, hay inversiones buenas e inversiones malas, y no “inversión” en general: no confundamos lluvia con granizo

13 septiembre de 2017

Por Pablo Mira Economista

La anunciada, aunque todavía demorada, “lluvia de inversiones” suele proclamarse como una solución incuestionable para nuestros problemas económicos de corto, mediano y largo plazoS. Pero a veces los remedios contenidos en una sola frase obvian la posología correcta, y ocultan importantes efectos secundarios. Antes de santificar la inversión, deberíamos intentar comprender con algún detenimiento su naturaleza y sus determinantes.

Comencemos por la definición conceptual de la inversión y sus componentes. Una inversión es un gasto (sí, es un gasto) en bienes de capital, que son los bienes que producen otros bienes. Cuando la demanda de inversión aumenta, puede que las empresas proveedoras bienes de capital respondan aumentando su producción o, si su capacidad instalada está completa, pueden reaccionar elevando los precios. En Argentina, el ajuste ante la mayor demanda de máquinas suele ser un aumento de las importaciones, en buena parte debido a que las maquinarias requeridas no se producen aquí.

Esta es la primera distinción de importancia: la inversión puede ser nacional o importada. En Argentina, el componente extranjero de la inversión en equipo durable ha sido, en promedio desde 2004 a la fecha, de 55%, aunque en los últimos dos años esta participación se ubica en el 60%. Pero este número es algo engañoso, porque en realidad la inversión tiene dos grandes componentes: el equipo durable (maquinaria y material de transporte) y la construcción. Dado que la construcción es por definición solo nacional, la participación de los componentes importados de la inversión en el total se reduce al 32%. Aun así, se trata de una participación bastante elevada, típica de un país no desarrollado.

Una inversión es un gasto (sí, es un gasto) en bienes de capital, que son los bienes que producen otros bienes. Cuando la demanda de inversión aumenta, puede que las empresas proveedoras bienes de capital respondan aumentando su producción o, si su capacidad instalada está completa, pueden reaccionar elevando los precios

Que un tercio de la inversión sea importada tiene una implicancia importante: en Argentina la mayoría de los procesos inversores tienen como contrapartida necesaria un incremento en la deuda externa. Esto alerta sobre los beneficios de esa inversión en términos netos. Las deudas hay que honrarlas (se supone) y, por lo tanto, será fundamental que ella resulte en beneficios suficientes para repagar la importación. Como  a esa deuda externa hay que pagarla en dólares, si la inversión no genera esas divisas, éstas deberán salir de algún otro lado. Las inversiones en bienes transables se repagan sin una necesidad de acomodar el tipo de cambio mientras que las inversiones sólo en no transables requieren de una estrategia adicional para enfrentar la futura necesidad de divisas.

El otro aspecto a menudo malinterpretado es la relación entre inversión y crecimiento. Un dato quizás algo sorprendente es que la tasa de inversión (la participación del PIB en el producto) no está tan nítidamente asociada con el desarrollo de largo plazo, como muchos suponen. Una de las razones es que lo importante para crecer no es la inversión en sí, sino su calidad. La calidad de la inversión incluye el retorno privado y social que se obtenga de ella directamente, más su grado de complementariedad con la inversión pública, y también la medida en que estos bienes de capital traen consigo tecnologías productivas asociadas.

Que un tercio de la inversión sea importada tiene una implicancia importante: en Argentina la mayoría de los procesos inversores tienen como contrapartida necesaria un incremento en la deuda externa

Por otra parte, la demanda original de inversión puede ser local o extranjera. Esta última, denominada Inversión Extranjera Directa (IED), tiene ventajas y desventajas. La ventaja es que cuando las inversiones provienen de países desarrollados, pueden involucrar mejoras técnicas y tecnológicas que activan la productividad. La limitación es que la inversión extranjera, como la deuda externa, hay que pagarla. Y en nuestro país las firmas del exterior, se sabe, suelen tener una predilección por obtener altos retornos con facilidad, para remitirlos a sus filiales de origen cada vez que la situación económica se pone difícil.

La magia de la inversión solamente resulta si el truco está bien ejecutado. Desde que el mundo es mundo, hay inversiones buenas e inversiones malas, y no “inversión” en general como noción pura y liberadora de un desarrollo irremediable. No confundamos lluvia con granizo.

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