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Advierten por suba del rojo comercial

El Gobierno admite que será de US$ 4.500 millones en 2017 y ascenderá a casi US$ 7.000 millones en 2020

25 septiembre de 2017

Así como en 2016 casi todos los datos relacionados a la actividad económica eran negativos, el 2017 muestra una cara totalmente opuesta y los indicadores son cada vez más verdes. El famoso segundo semestre llegó. Tarde, pero llegó. ¿Rebote estadístico o crecimiento genuino? El Gobierno confía en lo segundo (y el grueso de los consultores piensa lo mismo), pero la moneda caerá en 2018.

Pero hay una luz amarilla en el bosque de brotes verdes y el propio Gobierno admite que seguirá titilando. Y algunos economistas ya empiezan a prender alarmas: hablamos del déficit comercial, que es alto y será creciente (ver tabla).

“Quizás haya que empezar a prestar atención a la progresiva gestación de un desequilibrio inquietante. En efecto, el aumento sostenido en la demanda interna (inversión y consumo) en conjunción con la progresiva remoción de las barreras al comercio que había dejado el kirchnerismo propiciaron un alza significativa de las importaciones. En rigor, en los últimos meses ya percibimos una aceleración notoria de las compras en el exterior”, dice Federico Muñoz en su último reporte.

Sin embargo, Muñoz resalta que es positivo que el ratio importaciones/PIB crezca tras años de cepo comercial y aislamiento internacional. “Hemos explicado en más de una oportunidad que la economía argentina es excesivamente cerrada: su ratio importaciones/PIB ronda el 10% y es uno de los más bajos del mundo. De manera que el aumento del peso de las importaciones es deseable y necesario para la transición hacia una economía moderna, integrada al mundo y competitiva”, resalta.

Pero, más allá de los que indica la teoría, los números mandan y muestran que el déficit de cuenta corriente se encamina a superar el 4% del PIB en 2017. Y eso no es poco. “Para que ese aumento de las importaciones no produzca un aumento preocupante en el déficit externo, debería ser acompañado por un mayor dinamismo exportador, que ?al día de hoy- brilla por su ausencia”, dice Muñoz.

En rigor, la economía creció 2,7% en el segundo trimestre, pero las exportaciones cayeron 1,2% interanual y 7,1% desestacionalizado.

Allí todas las miradas apuntan a la competitividad, que incluye, por cierto, la cuestión cambiaria. Y el margen ahí es escueto: financiar con emisión de deuda el enorme déficit fiscal tiende apreciar el peso porque inunda la plaza de dólares.

Además, devaluar complicaría la desinflación del BCRA.

Pero, como muchos repiten, no pasa todo por el precio del dólar y también importan los demás costos de producción de la economía, y es agenda incluye desde la presión impositiva hasta la infraestructura.

“El Gobierno tiene una agenda para bajar el costo argentino y recuperar competitividad”, dice Muñoz. Y explica que la apertura a las importaciones es una pieza clave de esta agenda.

“Sin embargo, no hay margen para reformas revolucionarias y los progresos en este frente serán muy graduales”, explica. Eso implica que “la economía argentina volvería a quedar vulnerable a un sudden stop en la eventualidad de un corte abrupto de la disponibilidad de financiamiento externo”. Pero, por ahora, el viento de cola financiero persiste y permite financiar ese desequilibrio. Por ahora.

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