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Metas de inflación y flexibilidad cambiaria

En la región, todos los bancos centrales intervienen sistemáticamente para prevenir depreciaciones, con la única excepción de Chile

22 agosto de 2017

Por Pablo Mira Economista

Desde el inicio de la nueva gestión, el BCRA ha adoptado un régimen de Metas de Inflación, una estrategia monetaria compartida con alrededor de 30 países. Su funcionamiento es relativamente sencillo: el banco central anuncia un objetivo de inflación y se responsabiliza ante la sociedad por su cumplimiento o incumplimiento. Para lograr su objetivo, el BCRA afecta la tasa de interés de corto plazo: ante una inflación elevada, presuntamente asociada a una demanda agregada demasiado activa, la tasa se ajusta hacia el alza y viceversa. La particularidad en Argentina actual es que esta herramienta es utilizada como mecanismo primordial para lograr la desinflación de la economía mientras que en la mayoría del resto de los países se aplica como un instrumento de vigilancia de la inflación.

El otro aspecto definicional de la política monetaria es el régimen cambiario. En principio, las Metas de Inflación no suelen ser adoptadas con un régimen de tipo de cambio fijo. Pero todavía es posible elegir entre la flotación pura (tipo completamente flexible) y la flotación “sucia” (tipo de cambio con algún grado de administración). Si bien en Argentina se ha proclamado más de una vez un compromiso con la “pureza” cambiaria, se han producido instancias de intervención concretas.

Su funcionamiento es relativamente sencillo: el banco central anuncia un objetivo de inflación y se responsabiliza ante la sociedad por su cumplimiento o incumplimiento

Cuando se juzga que el tipo de cambio no está en su “valor de equilibrio”, la autoridad monetaria puede actuar para que refleje mejor su “valor fundamental”. Lo cierto es que los bancos centrales suelen tener buenas razones para mirar de reojo la evolución del tipo de cambio. En primer lugar, porque para alcanzar la meta de inflación y/o mantener el nivel de actividad, puede ser necesario contener el tipo de cambio en algún nivel. Y en segundo lugar, porque la volatilidad cambiaria puede resultar nociva para la estabilidad macroeconómica.

Una pregunta interesante es si existe algún tipo de sesgo en estas intervenciones. ¿Se interviene más cuando la moneda local se aprecia o cuando se deprecia? Las teorías tradicionales no aportan una mayor cantidad de argumentos en favor de “parar al dólar” cuando sube mucho, que en favor de evitar las apreciaciones exageradas. Pero, en la práctica, los bancos centrales parecen temerle más a los efectos inflacionarios y contractivos de una devaluación, que a las presiones deflacionistas y activadoras del consumo transitorio del atraso cambiario.

Una pregunta interesante es si existe algún tipo de sesgo en estas intervenciones. ¿Se interviene más cuando la moneda local se aprecia o cuando se deprecia?

En un trabajo reciente1, Emiliano Libman, doctor en Economía y docente de la UBA, exploró el comportamiento de la política cambiaria y monetaria para los cinco principales países de América Latina que utilizaron Metas de Inflación durante el período 1999-2015. Su evidencia sugiere que, en América Latina, los bancos centrales tienen “miedo a flotar”. Todos los bancos centrales intervienen sistemáticamente para prevenir depreciaciones utilizando la acumulación de reservas como principal instrumento, con la única excepción de Chile.

En Argentina, si bien hasta el momento las metas han venido operando en un contexto de flexibilidad cambiaria y el BCRA ha dejado flotar el peso para los casos de apreciación real, últimamente ha intervenido para evitar devaluaciones exageradas, en especial en momentos políticos delicados. Una posible razón velada es que todavía persiste en nuestro país cierto miedo (asimétrico) a flotar. Y seguramente bien justificado.

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