La demanda de los socios comerciales es clave para saber qué puede pasar con las exportaciones de Argentina (y, en rigor, cualquier país). Si hay demanda, es decir, crecimiento, las perspectivas tienden a ser favorables y, cuando ocurre lo contrario, el margen para el optimismo se acota. Brasil en los últimos años es un caso claro. El previo, en el pico de la era Lula, el caso contrario. La otra variante clave, claro, son los precios de los exportables. Allí, dicen los expertos, no hay mucho para esperar. La soja a US$ 600 ya no volverá.
Los últimos años no han sido los mejores (también metió la cola el atraso cambiario y la falta de saldos exportables) pero, lentamente, el panorama empieza a mejorar.
Luego de crecer en 2016, las exportaciones de Argentina volverán a incrementarse en 2017. En el primer semestre, subieron apenas 0,8%, pero, según la Fundación Capital, podrían terminar 3,5% arriba. Aun así, eso no será suficiente para compensar la gran suba de las importaciones (suben 13% en el 2017), algo que redundará, lógicamente, en un déficit comercial no menor a US$ 3.000 millones. Ni tampoco para que sean, como dice el Gobierno, un driver de crecimiento. Pero la tendencia, cuanto menos, es positiva.
Ayer, el Indec informó cuáles son los países más relevantes para las exportaciones argentinas. El Economista (ver tabla) cruzó esos datos con las proyecciones del FMI y allí quedó claro que todos los socios del top-10 crecerán. Aunque a distintas velocidades. Y en 2018, también.
Eso es un dato positivo pero, como se suele decir, necesario pero no suficiente. La demanda estará, es probable, pero aún falta la compleja tarea macro, y sobre todo, micro para aumentar (y diversificar) los saldos exportables. El mundo, una vez más, sonríe.
