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Los nuevos desafíos del comercio global

Mientras claman librecomercio, los países del G20 son los que más barreras comerciales imponen al intercambio de bienes

28 agosto de 2017

Por Eduardo De Simone Miembro de la Fundación Embajada Abierta

Si es cierto, como algunos historiadores económicos sostienen, que en la evolución del capitalismo el librecomercio fue la excepción y el proteccionismo la regla, no debería sorprender hoy que, al mismo tiempo que claman por la necesidad de liberalizar los flujos comerciales, los países reunidos en el G20 son los que más barreras comerciales imponen al intercambio de bienes.

Un reciente estudio de la Comisión Europea identificó casi 400 nuevas trabas comerciales en 2016 en unos 50 países, 10% más que el año anterior. Esas limitaciones provinieron básicamente de naciones que integran el G20. Emergentes o desarrollados, todos las utilizan. El ranking es liderado por Rusia, Brasil, la India y China. Desde 2008, el G20 estableció más de 1.600 medidas de protección.

En los países del G20 la retórica apela a la apertura de mercados y al combate al proteccionismo. Pero la realidad suele estar lejos de la rutina verbal. Donald Trump comenzó a desafiar esa lógica al reorientar su discurso hacia medidas de protección ?logró incluir el concepto de “legítima defensa” en el comunicado del G20 en Hamburgo? y al actuar en la misma sintonía, y de manera descarnada. Sus socios del Nafta pueden dar fe de ello. Y Argentina también.

Los números

Con todo, el comercio global comienza a repuntar levemente luego de varios años de retroceso o debilidad. La Cepal estima que este año el aumento será de 2,4% y la OMC pronostica que el corriente tercer trimestre mostrará una nueva recuperación en el volumen.

Un reciente estudio de la Comisión Europea identificó casi 400 nuevas trabas comerciales en 2016 en unos 50 países, 10% más que el año anterior

Pero hay crecientes desafíos y debates que saldar en torno del presente y el futuro del intercambio de bienes y servicios. Son retos que deberán ser considerados en la próxima cumbre ministerial de la OMC que se realizará en diciembre en Buenos Aires y que supondrá uno de los eventos globales del año más relevantes para el país.

¿Se podrá afianzar el multilateralismo en este terreno, con la OMC como espacio de ordenamiento para los conflictos comerciales? ¿O Estados Unidos guiará al mundo hacia el bilateralismo, con la consiguiente imposición de su mayor peso político y económico en las negociaciones?

Son interrogantes que en verdad enmascaran una discusión más perturbadora. ¿Los beneficios del comercio global, más allá de contribuir a la reactivación en los principales bloques mundiales, fueron suficientes para preservar o generar empleo y reducir la desigualdad? El Brexit, el encumbramiento de Trump y el incesante descontento con la globalización certifican que allí hay un déficit que atender.

En los países del G20 la retórica apela a la apertura de mercados y al combate al proteccionismo. Pero la realidad suele estar lejos de la rutina verbal

El concepto de comercio justo ?cuyo contenido está listo para ser moldeado? es el nuevo fundamento de las discusiones, que no sólo confrontan a países emergentes con desarrollados sino a éstos entre sí. La repentina  aspiración china, a partir de su necesidad de expansión global, de liderar la corriente librecambista frente al neoproteccionismo norteamericano es un nuevo y curioso paradigma.

¿Y qué pasa en América Latina? Según la Cepal, la dinámica actual del comercio exterior en la región está entre las peores de las últimas décadas. El organismo estimó una caída del valor de las exportaciones por cuarto ejercicio consecutivo cercana al 5% el año último. Si bien el retroceso es menor que el de 2015, resulta preocupante el derrumbe del comercio intrarregional, que fue del 10%, y se verificó especialmente en los países del Cono Sur. En el plano cualitativo hay que decir que la participación regional en las exportaciones mundiales se estancó en el 6% desde hace más de una década y que el comercio de bienes y servicios de alta tecnología y sofisticación quedó relegado frente a los países de Asia  y el Pacífico.

La debilidad en el proceso reciente de integración regional opera como  una obvia limitación a la hora de llevar una estrategia común ante la OMC. Esta institución ha sido cuestionada por los países emergentes a causa de su escasa propensión a estimular una mayor liberalización del intercambio de materias primas, en detrimento de la mayor flexibilidad que alienta para el comercio de bienes industrializados, servicios y patentes.

Fortalecer el camino de la integración intrarregional y definir una estrategia común más allá del Mercosur ?incluyendo a México, que ahora sufre la impronta de Trump? parece un objetivo inexcusable para levantar la voz con vehemencia en este foro multilateral.

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