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Estudiantina y vinagre

El 65% ha dicho que el Gobierno no ha satisfecho la vocación de “cambio” o de no cambio, y agreguemos que 65% ha descartado de plano que cambiar sea “volver” a la “década ganada”

Carlos Leyba 22 agosto de 2017

Por Carlos Leyba

La “gran encuesta electoral gran” en la que se convirtió el sistema PASO que creó el kirchnerismo, no fue primaria -había poco que elegir? y, por no serlo, fue irrelevante el ser abierta y simultánea.

Fue carísima. Terminada “la previa” hubo tres espectáculos principales.

El primero una “estudiantina” PRO, que festejaba el triunfo imponente en la Capital, y le agregaba globos por las provincias de Buenos Aires y Santa Fe. Los jóvenes tenían que acostarse temprano y, por eso, los cómputos se aceleraron para festejar antes que se fueran a dormir.

Más mayores, en el Frente Renovador usaron un lenguaje ácido, amargo, con Sergio Massa como figura en el frontón  y detrás y al costado un dúo de consuelo que acreditaba cansancio y un dejo de “¿nos vamos ya?”.

Los alegres PRO habían copado las noticias, apresuradas y deformadas.

El tercer escenario estaba bañado en vinagre. El enojo transpiraba derrota. Los números señalaban, sin lugar a dudas, que las viejas glorias habían quedado atrás. Quedó vinagre y se notaba en las palabras. Y, para peor, con una metáfora que suena a humor negro, corría vinagre en un estadio que lleva el nombre de Julio Grondona, seguramente en homenaje a la manera súbita de hacer dinero.

Todo término entre estudiantina y vinagre.

¿Y ahora?

Para CFK y seguidores, lo mejor será repetir los resultados. Porque si no repiten Agustín Rossi corre el serio riesgo de quedar segundo, lo mismo que Cristina Kirchner. Y si eso ocurre sería un golpe muy pero muy duro para los socios no peronistas de Cristina (y son muchos).

Los escenarios

En Unidad Ciudadana se alinean viejos afiliados y funcionarios del Partido Comunista y militantes de la “cultura Página 12” que, en realidad, consideraron siempre que el peronismo es un fascismo latinoamericano. Ellos aceptaron a Néstor y a Cristina porque la generosidad que los K tuvieron con ellos nadie podría haberla tenido.

En Unidad Ciudadana se alinean viejos afiliados y funcionarios del Partido Comunista y militantes de la “cultura Página 12” que, en realidad, consideraron siempre que el peronismo es un fascismo latinoamericano. Ellos aceptaron a Néstor y a Cristina porque la generosidad que los K tuvieron con ellos nadie podría haberla tenido.

Las razones por las que Néstor y Cristina compraron el seguro de la izquierda cultural (además de, como dijo Julio Bárbaro, por ser “muy barata”) sólo se explican para garantizarse la no crítica a las fortunas poco claras. En denuncias, esos grupos han sido implacables, excepto con los que le dan cobijo. El presente ?en este caso? explica el pasado. No hay hechos, hay interpretaciones.

 

Las razones por las que Néstor y Cristina compraron el seguro de la izquierda cultural (además de, como dijo Julio Bárbaro, por ser “muy barata”) sólo se explican para garantizarse la no crítica a las fortunas poco claras.

Digo esto porque, en una eventual derrota en octubre, los peronistas que siguen a CFK disponen de varios destinos peronistas alternativos donde recalar: gobernadores, Sergio Massa, Florencio Randazzo.

Pero los aliados ex PC quedan empantanados y a la intemperie.

Si, por el contrario, la derrota en octubre en la provincia de Buenos Aires y en Santa Fe, es del oficialismo, cambia poco. Como ese resultado fue y es posible, con buen criterio, la estudiantina PRO lo festejó antes. Para no quedarse sin festejar.

En ambos casos, PRO y Cristina, los núcleos duros de la contienda, amalgamaron, detrás de sus liderazgos, mucho más de lo que realmente los núcleos duros son. Veamos.

El PRO propiamente dicho no ganó en Capital. Elisa Carrió tuvo una victoria unipersonal. Y nada le debe al PRO. Claramente es casi todo de ella.

Tampoco ganó el PRO en el interior. Allí el triunfo, el salir primero de Cambiemos, es obra del radicalismo. Y lo más importante es que el radicalismo lo sabe. Y si durante estos veinte meses le estuvo pidiendo a Ernesto Sanz un poco de participación en las decisiones, después de octubre, con los resultados confirmados, seguramente aparecerán con sus reclamos. Carrió ya ?de alguna manera? puso un pie en la Jefatura de Gabinete, que es donde se cocina la política.

Y, finalmente, María Eugenia Vidal es, y quiso serlo, la titular del extraordinario recorrido de Cambiemos en la provincia. Pero Vidal no es una chica PRO. Viene de otro lado. De una militancia social y no de una carrera de ejecutiva con vocación de CEO. No viene del marketing sino de otras convicciones muy próximas a las que, imaginamos, debe portar un militante político.

La manera que lo hace y la gente que la acompaña y que ella elige, así lo avalan. Vaya usted donde vaya, cualquiera sea el carácter de su interlocutor, todos dirán sin dudarlo que “lo mejor” que tiene el oficialismo es María Eugenia. Y ese hecho hace que la Vidal sea hoy ?más allá de todo lo que dicen las encuestas a su favor? la incorporación más interesante que ha tenido la política argentina en años.

Si Franco Macri tuviera (o hubiera tenido) un mínimo de sensatez y claridad, no habría dicho que cualquier joven de La Cámpora sería mejor presidente que su hijo. Habría dicho que detrás de su hijo había una joven con ese talento. Pero no hay que pedirle peras al olmo.

 

Pato o gallareta, Cambiemos, todo sumado, alcanzó al 35% de la voluntad. Dos tercios le dijeron que no gustó. Y los que le dijeron que sí, no todos ni la mayoría, son identificables con el PRO que gobierna.

Pato o gallareta, Cambiemos, todo sumado, alcanzó al 35% de la voluntad. Dos tercios le dijeron que no gustó. Y los que le dijeron que sí, no todos ni la mayoría, son identificables con el PRO que gobierna.

Es que no habrían ganado ahora sin Carrió, radicales y María Eugenia, que no son PRO: no hay sangre de CEO en esos corazones.

Y a CFK, la jefa de la agrupación “Volvamos”, también juntó 35%. En esos votos hay ?mayoría por cierto? peronistas de raíz y frutos de otras huertas que se suman porque les dan conchabo. Entre ellos, por ejemplo, Axel Kicillof, Diana Conti, Carlos Heller, etcétera, y por qué no, la propia Cristina, para quien Juan D. Perón era una valija, que le pesaba, aunque imprescindible para entrar a la Casa Rosada.

Quiero decir, en ambos 35% hay una mínima parte de PRO puro y cristinismo puro. Y una mayoría de periféricos que están cerca del núcleo duro, pero que también conectan con las periferias de otros espacios.

El PRO a pesar de juntar lo que no es enteramente propio, con el vehículo Cambiemos acumula el rechazo o el no acompañamiento, del 65% del electorado.

De la misma manera, a pesar de sumar muchos peronistas,  CFK y el kirchnerismo acumulan el rechazo del 65% de los votantes.

Los que nos ha dicho la encuesta PASO es que “Volvamos”, la agrupación que comanda Cristina, no tiene mucho resto para conducir un retorno. Para intentarlo CFK tendría que tirar el lastre de la cultura Página 12, los aliados del ex PC y el amor a Nicolás Maduro. Quedaría expuesta al ataque furioso de los despechados.

Después de las PASO nos queda analizar la vitalidad de quién gobierna, que lo hará dos años más con aspiraciones razonables a repetir otros cuatro.

18 y 19

En el bunker PRO repiten hasta el cansancio el mantra “la mayoría votó el cambio”. Es difícil saber a qué le llaman “cambio” y aún, dejando a un lado el interés de saberlo, si el cambio es Cambiemos. La mayoría no los votó. En ningún lado 35% es la mayoría de nada.

En el bunker PRO repiten hasta el cansancio el mantra “la mayoría votó el cambio”. Es difícil saber a qué le llaman “cambio” y aún, dejando a un lado el interés de saberlo, si el cambio es Cambiemos. La mayoría no los votó. En ningún lado 35% es la mayoría de nada.

Fueron los mas votados, la primera minoría por una pizca, sí. Pero nada más.

Claro que esa “primera minoría” se encuentra en condiciones mas que favorables para conducir el Estado. Tiene el control del Poder Ejecutivo Nacional y el de algunas provincias más que importantes y tiene una porción creciente de legisladores nacionales, y el apoyo entusiasta de los principales comunicadores sociales de la TV, la radio y los diarios. No es poco.

Lo central es que el PRO y sus aliados mediáticos han logrado instalar en la sociedad una suerte de sentido común que se resume con la expresión “el cambio”.

Claro. Que duda cabe que a esta situación, la heredada y la que aún vivimos, es imprescindible cambiarlas. La inmensa mayoría no está satisfecha.

El 65% ha dicho que hasta ahora este Gobierno no ha satisfecho la vocación de “cambio” o de no cambio, y agreguemos que el 65% ha descartado de plano que cambiar sea “volver” como gesticula Cristina.

Ni lo uno ni lo otro.

Hasta ahora no hay “cambio” satisfactorio producido por Cambiemos (y ahí se suman todos los que no son estudiantina) y ni soñar que el 65% imagine como “el cambio” volver a la “década ganada”.

Para CFK, “el cambio” está claro, es volver a la relación comercial con el mundo al estilo de Guillermo Moreno, a la política internacional de Héctor Timmerman, al manejo macro de Axel Kicillof y a la política social de Alicia Kirchner.

Para CFK, “el cambio” está claro, es volver a la relación comercial con el mundo al estilo de Guillermo Moreno, a la política internacional de Héctor Timmerman, al manejo macro de Axel Kicillof y a la política social de Alicia Kirchner.

Un mecanismo de relojería para continuar con el PIB per capita y la productividad media en picada. No hace falta explicar más por que los años de CFK implicaron dilapidar stocks. Eso lo explica todo.

¿Qué es el cambio para el PRO?

Hasta ahora el cambio PRO es que el mercado cambiario fije el tipo de cambio con prescindencia del equilibrio general de los mercados (laboral, comercio exterior, etcétera) acerca de lo cual no hay tal cosa como una política pública.

Lo segundo es que la tasa de interés es la herramienta antiinflacionaria con independencia de su influencia sobre el nivel de actividad.

Ambas cosas reciben las consecuencias de la eliminación de las retenciones y de los subsidios que compensen fiscalmente, por ejemplo, el costo de pagar las superganancias del sector petrolero y gasífero.

Y, finalmente, el gradualismo en materia fiscal financiado con deuda externa. Ese es, hasta ahora, “el cambio”. No mucho más.

Porque no es “cambio” la estructuración de fondo que implica el acuerdo con China o la política de desechar crear trabajo productivo vía un programa de incentivos a la inversión. Tampoco es un cambio agrandar la caja de la oligarquía de los concesionarios o repartir planes para evitar las consecuencias demoledoras de la ausencia de una política de desarrollo.

El PRO anuncia que ahora “se viene el cambio” que es la reforma tributaria, previsional y laboral, acerca de las cuales sólo hay títulos y nada susceptible de ser discutido en profundidad.

 

El PRO anuncia que ahora “se viene el cambio” que es la reforma tributaria, previsional y laboral, acerca de las cuales sólo hay títulos y nada susceptible de ser discutido en profundidad.

Sin duda, cambió el clima y a pesar de la campaña pro grieta del PRO. No hay duda que Cambiemos genera condiciones de diálogo civilizado. Incomparable con “qué te pasa Clarin”, fotos de periodistas para ser escupidas o bravuconadas de Moreno.

Diálogo supone vocación de conciliar diagnóstico y terapéutica. Por ejemplo, aceptar que preguntarse si es que el Estado es grande o que la economía es chica implica empezar a caminar desde el lado opuesto. Eso es diálogo.

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