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¿Es la economía?

Las consecuencias políticas de la economía aún son protagonistas? aunque el electorado se ha sofisticado

15 agosto de 2017

Por Esteban Rosado

Para los que acostumbran a ligar política con economía, asistimos el domingo a un resultado bastante sorprendente. En un contexto de logros económicos en materia de crecimiento, inflación y distribución más bien modestos, se produjo una inesperada buena elección de Cambiemos. ¿Hora de jubilar las explicaciones económicas, o de ser más minuciosos con el análisis? Intentaré justificar que las explicaciones económicas siguen estando presente, aunque de forma algo más sutil.

Una hipótesis que podría proclamarse para entender lo sucedido ayer es la que sugiere que se vota en función “de los últimos seis meses”. Una situación económica que se recuperó en 2017 luego de un 2016 complicado puede contribuir si la memoria del público es de corto plazo. Pero aun debe explicarse por qué durante 2015, cuando la economía también se recuperaba tras un 2014 difícil, se produjo una derrota oficialista. Es cierto que en aquel año hubo victoria en las PASO y luego derrota en noviembre, pero en esos tres o cuatro meses la economía siguió mejorando, y aun así el voto oficialista se deterioró.

Es posible que el efecto “últimos seis meses” en estas elecciones goce de una diferencia importante, y son las perspectivas futuras. Las encuestas de confianza de los consumidores y empresas, si bien todavía reflejan cierta desaprobación acerca del presente, coinciden en prever tiempos mejores. De ser real, el voto confianza en el futuro es ciertamente una novedad, teniendo en cuenta que más de un candidato oficialista resultó castigado en elecciones de medio término por insuficientes resultados en sus primeros dos años de gobierno.

El oficialismo ha tenido un voto de confianza, pero en algún momento los resultados concretos deberán aparecer en toda su magnitud si no quiere perder efectividad

En algunos analistas persiste la percepción de que un gobierno que no tiene logros en materia distributiva puede perder apoyo. Pero esta afirmación es cierta solo bajo un conjunto de circunstancias muy restrictivo. Por ejemplo, si el nivel promedio de vida de la población es relativamente elevado, entonces las políticas redistributivas no necesariamente serán bienvenidas por una mayoría. Si la economía crece mucho (como ocurrió en los 2000), en algún momento los muy vulnerables se vuelven minoría, y si las políticas focalizadas del Gobierno dan resultado, los grandes movimientos de ingreso o riqueza pueden ser vistos con desconfianza. El mismo efecto “nivel de ingreso más alto” puede explicar otra ventaja de la situación actual respecto de la cual no se quiere volver atrás. La posibilidad de ahorrar libremente en dólares sin sentirse perseguido es considerado un derecho apreciable para la clase media local.

En este contexto, los grandes escándalos políticos que solían agitar a la sociedad parecen haber perdido contundencia. Las denuncias sistemáticas de los efectos nocivos de un “plan de ajuste”, aun basado en hechos concretos como el ajuste de tarifas, el aumento del desempleo, o la caída del consumo, no han tenido en el electorado el impacto que algunos presumían. La izquierda navegó en sus márgenes habituales y el kirchnerismo, con su mejor candidata, ha logrado apenas un empate contra un político de dudoso carisma. Por ingrato que les parezca a muchos, el dramático caso de la desaparición de Santiago Maldonado pareció dejar menor huella electoral que un intercambio prosaico en un programa político inextricable en horario primetime.

Las consecuencias políticas de la economía siguen siendo protagonistas. Sólo que el electorado parece sofisticarse año a año y el análisis requiere más fineza. Ya no es posible ganar o perder elecciones con una o dos políticas relevantes, y capturar el voto requiere de un conjunto complejo e inteligente de decisiones económicas. El oficialismo ha tenido un voto de confianza, pero en algún momento los resultados concretos deberán aparecer en toda su magnitud si no quiere perder efectividad. Mientras tanto, la oposición deberá reflexionar sobre cómo se puede convencer a un electorado que ya no pone tanto el pie en el barro de su situación presente.

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