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Salario mínimo y empleo, el tema del momento en EE.UU.

En algunos estudios, la suba de salario mínimo reduce el empleo, en otros lo incrementa y, en la gran mayoría, el efecto es nulo

25 julio de 2017

Por Pablo Mira Economista

Los economistas de Estados Unidos se han embarcado en los últimos años como nunca antes en la medición del impacto de las subas en el salario mínimo sobre el empleo, y la búsqueda de una respuesta definitiva se ha vuelto una suerte de obsesión analítica y práctica. Si bien esta discusión teórica y empírica tiene no menos de un siglo, recientemente los estudios se multiplicaron debido a la implementación de ajustes de salario mínimo en muchos Estados de la Unión, establecidos con el objetivo de mitigar el impacto sobre la desigualdad que tuvo la crisis de 2009 y sus consecuencias.

En la actualidad, la cantidad y la calidad de los datos disponibles es mucho mejor que hace un siglo, pero el debate está muy lejos de haberse cerrado. Para sorpresa de muchos que no siguen el debate, los estudios realizados arrojan una enorme disparidad de resultados, tanto en el signo del efecto como en su magnitud. En algunos estudios la suba de salario mínimo reduce el empleo, en otros lo incrementa y, en la gran mayoría, el efecto es nulo.

La variabilidad de resultados encontrados abre interrogantes sobre lo apropiada que era la concepción original de la teoría económica, que sostenía que el impacto natural de una suba del salario mínimo era una baja del empleo. Dado que en un mercado de trabajo competitivo el salario debería situarse en un nivel “de equilibrio”, cualquier incremento arbitrario del salario (por ejemplo, por decreto) debería crear una menor demanda de trabajo por parte de las firmas, produciendo desempleo (agravado por el hecho de que nuevos trabajadores serían atraídos al mercado debido a los mejores salarios). Pero pese al convicción teórica inicial, los resultados tradicionales no predominan, y los trabajos realizados hasta ahora arrojan en promedio elasticidades del salario mínimo nulas, e incluso positivas sobre el empleo.

Seguramente el lector esté esperando que yo declare al “ganador” de la contienda, pero lo interesante de esta discusión es justamente la completa ausencia de consenso respecto de una hipótesis que se consideraba no requería mayor demostración. La teoría se enseña en las aulas con la convicción de gozar de sentido común, pero lejos de mostrar contundencia, la evidencia empírica se hace desear y se presenta con una mixtura mucho mayor a la esperada.

La moraleja de estos trabajos y sus resultados es que a la hora de identificar los efectos de las políticas los economistas debemos tener cuidado en adoptar acríticamente las afirmaciones teóricas, sobre todo cuando los datos duros se niegan a darnos la razón.  Una famosa frase de la profesión, según la cual algunos pretenden “acercar la realidad a la teoría”, resume el problema. Antes que revisar sus ideas originales a partir de la información recolectada de la vida real, muchos prefieren descansar en la comodidad de sus teorías tradicionales.

Debe tenerse en cuenta, además, que en el caso de la investigación sobre salarios mínimos y empleo la cantidad de estudios es inusualmente extensa. En otras cuestiones,  los efectos de las políticas no se evalúan empíricamente con la misma tenacidad por falta de recursos, tiempo, datos, o puro desinterés. En ocasiones, la confianza en una política deviene únicamente de la aprobación de algún economista famoso que comparte la ideología del policy-maker.

Contrastar teorías y políticas económicas es en la práctica una tarea dificultosa, porque varios de los argumentos en economía están basados en axiomas de dudoso cumplimiento. En el caso de los salarios mínimos, se asume plena competencia en el mercado de trabajo, equivalencia en los poderes de negociación, bajo impacto de los costos de entrada y salida del mercado, ausencia de aprendizaje en el trabajo, etcétera. Una vez que estos supuestos se levantan, la predicción tradicional debe revisarse, y por eso es tan importante verificar si tales hipótesis de partida se confirman o no en la práctica. Para muchos economistas persiste la visión metodológica de que en economía “los supuestos no son importantes o de que ellos “no deben testearse”. La novela de los salarios mínimos y el empleo demuestra que los supuestos importan, y mucho.

Lamentablemente, no todas las decisiones de política económica pueden ser evaluadas de manera científica antes de ser puestas en marcha. Una alternativa factible es mantener una actitud crítica de la medida a tomar, de sus limitaciones, de sus potenciales efectos, y de las razones específicas que pueden hacer que sea exitosa o fracase. De más está decir que cuanto más supuestos tenga la teoría que justifica la política, más dudas tendremos de que funcione como se espera, por lo que en general una actitud cauta que considere distintas perspectivas es buena consejera.

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