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Las estrategias para romper la paridad en PBA

A un mes de las PASO, ¿qué escenario necesita cada frente para hacer una elección dentro de sus expectativas?

13 julio de 2017

La provincia de Buenos Aires es la principal clave de lectura para el día posterior a las elecciones. Tradicionalmente. Porque representa el 38% del electorado nacional. Y por la preeminencia territorial y económica del distrito. Cambiemos agregó, en el último tiempo, algunos condimentos extra, luego del batacazo en el distrito, tras un largo predominio peronista, que le permitió llegar a la presidencia. La apuesta “a todo o nada” que parece plantear cuando sostiene que en estas elecciones lo que está en juego es “ratificar el cambio o volver al pasado” retroalimenta esa centralidad. Lo mismo que la decisión de polarizar con el kirchnerismo y, a su vez, la necesidad de promover el estado fragmentario de la oposición como llave para hacer sostenible en el tiempo el esquema de gobernabilidad vigente.

No obstante, el oficialismo no juega solo. Lo hace en un tablero en el que dispone de recursos institucionales valiosos y el aporte de la buena imagen que tiene la gobernadora María Eugenia Vidal, pero en el que tiene que enfrentar piezas opositoras que le plantean desafíos esperados y otros no tanto. La reaparición de Cristina candidata, por caso, le proporcionó el escenario que propiciaba en su momento, con la corrupción por sobre la economía como eje de debate posible, pero agiganta el riesgo por las propias cualidades de la candidata, con peso propio en segmentos del electorado en donde Cambiemos menos puede hacer pie. Mientras que la persistencia de 1País, si bien no llega a generar el escenario de tercios por el que pelea, tampoco permite la polarización en los términos que el oficialismo espera, quedándose con parte del voto antikirchnerismo que Cambiemos recogió en el balotaje, pero golpeando también en algunos de sus déficits de gestión.

Apuestas

El oficialismo sabe que tiene un voto duro en su favor. Convencido, si se quiere. Que sostiene cierto “no peronismo” como clave identitaria y que levanta las banderas del republicanismo frente al populismo como clave argumentativa. A partir de ahí busca retener al votante desencantado, aquel que se inclinó por la ecuación Macri-Vidal arrastrado por la expectativa de cambio y el desgaste de la anterior gestión, pero que no termina de convencerse de lo ofrecido hasta aquí por el Gobierno o, peor aún, que resignó algo de calidad de vida. Por eso su prédica ideológica e institucional, por sobre cualquier otra. El regreso al pasado es el mal que se ofrece para conjurar. La figura de Cristina como contendiente directa simplifica las cosas en ese sentido, más en un contexto de acecho por parte de la Justicia contra algunos de sus exfuncionarios y empresarios cercanos. Pero le pone límites también por la buena performance que tiene en la mayoría de las encuestas.

En términos territoriales, Cambiemos se hace más fuerte en el interior de la provincia que en el populoso conurbano. No obstante, administra varios de los municipios más poblados del Gran Buenos Aires en los que necesita hacerse fuerte. Las recorridas de la gobernadora Vidal, para hacer usufructo de su buena imagen, y la inversión en infraestructura (servicios básicos, pavimento) intentan reducir el impacto negativo que algunas medidas del Gobierno han tenido en algunos segmentos de estos distritos. Mientras que los candidatos del espacio ejercen un acotado segundo plano, expectantes de que Vidal pueda transferir buena parte de ese capital. La lucha contra las “mafias” ya forma parte del eje sobre el que el oficialismo pretende hacerse fuerte: como indicador de la herencia recibida y, sobre todo, como símbolo de una dificultad (concreta o ficticia) que achica márgenes de maniobra, que aleja resultados inmediatos.

Retadores

En Unidad Ciudadana, las decisiones tácticas y estratégicas están en manos de Cristina. Es cierto que parece haber ampliado su círculo de asesores y que está más proclive a utilizar los saberes de la comunición política y de los estudiosos de la imagen. Pero la centralidad de su figura en la campaña de su frente parece indiscutible. Sus apariciones esporádicas y no difundidas a la prensa con antelación pretenden generar una mayor sensación de espontaneidad y de sopresa, para que también deban considerarla como inasible. No obstante, tiene previsto varios actos, como el que protagonizó el 20 de junio en Arsenal y como el que tendrá mañana, en Mar del Plata. Con un eje preponderante, casi único: el señalamiento de los perjuicios de las políticas económicas del Gobierno y de sus víctimas. El recorrido de una cooperativa de trabajo con inconvenientes por el tarifazo de los servicios, en San Martín, y su encuentro con despedidos de Atucha en Zárate muestran esa decisión inalterable. También la negativa tácita a responder a cualquier crítica o cuestionamiento de Florencio Randazzo, su exministro y candidato del  Frente Justicialista Cumplir.

Según estiman en el kirchnerismo, la minoría intensa que acompañó a la exPresidenta durante los últimos años de gestión mantiene similares contornos, porque lo que es poco o nada lo que Randazzo puede captar entre sus potenciales adherentes. Sobre todo, a partir del tipo de campaña que el chivilcoyano intenta hacer, de disputa con Sergio Massa y 1País por la angosta “avenida del medio”, pero también de crítica por los “errores cometidos y no reconocidos” por la anterior gestión. Saben que la tercera sección (sobre todo) y la primera son sus fuertes y que la segunda y la cuarta, los territorios donde Cristina arranca desde atrás. Y saben, también, que el debilitamiento de la alianza de Massa con Margarita Stolbizer puede terminar perjudicándolos en el camino de las PASO a las generales.

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