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Sobre la riqueza de las naciones

Es prioritario avanzar en consensos políticos de mediano plazo que sean razonablemente robustos para desarrollarnos

03 julio de 2017

Por Sebastián Galiani Secretario de Política Económica del Ministerio de Hacienda

Esta vieja cuestión ha preocupado a los economistas durante siglos. Nos ha fascinado tanto que fue estampada en la tapa de la célebre obra de Adam Smith: Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones.

Crecimiento económico

En primer lugar, si bien la acumulación de capital físico y humano es importante, esta explica solo una parte de la variación en el ingreso per capita y la tasa de crecimiento entre los países. Las diferencias demográficas también juegan un papel en la explicación de esa variabilidad. En segundo lugar, la productividad total de los factores es al menos tan importante como la acumulación de factores. En tercer lugar, las tasas de crecimiento de los diferentes países son interdependientes, puesto que el conocimiento fluye a través de las fronteras nacionales, y el comercio exterior y la inversión afectan los incentivos para innovar, imitar y utilizar las nuevas tecnologías. Cuarto, las instituciones económicas y políticas afectan los incentivos para acumular e innovar, y también afectan la capacidad de los países para acomodar el cambio.

Sin embargo, es importante notar que la innovación y la acumulación de capital físico y humano, junto a la mejora de la infraestructura, no son causas del crecimiento, sino el crecimiento económico en sí mismo. Sostenidamente, éste ocurre solo cuando la organización económica existente es eficiente. Los individuos y las empresas deben ser incentivados para emprender las actividades socialmente deseables.

Instituciones

Adam Smith fue quizás el primer economista en atribuir un rol destacado en la prosperidad de Europa Occidental a las diferentes instituciones que allí se desarrollaron, y a los incentivos que estas crearon para producir riqueza. Smith sostuvo que el intercambio voluntario en el libre mercado y la consiguiente división del trabajo eran la clave para la prosperidad. Este sistema era obviamente muy diferente al de la economía feudal, en el cual las personas estaban ligadas a la tierra, la movilidad ocupacional estaba muy circunscrita, los mercados estaban regulados y las instituciones económicas, políticas y jurídicas se encontraban fusionadas.

Hoy sabemos que la sociedad moderna está basada en la especialización. Para poder obtener ganancias de la especialización, es imprescindible el intercambio entre las partes. Dicho intercambio se basa en acuerdos que se deben hacer cumplir. Por lo tanto, una economía moderna necesita de una organización (el Estado) que haga cumplir los acuerdos entre terceros. Sin embargo, esta capacidad de velar por el apego a las normas, requiere del desarrollo del Estado como una fuerza coercitiva, lo que implica que los que manejan el gobierno pueden utilizar la fuerza pública en forma discrecional. Así como el Estado puede proteger los derechos de propiedad también puede violarlos. Toda sociedad moderna enfrenta este dilema: Cómo limitar el poder predatorio del Estado sin debilitar su capacidad de imponer las normas y defender la libertad del pueblo. Para resolver este dilema es que desarrollamos instituciones.

Las instituciones son un conjunto de reglas cuyo objetivo es proveer estructura y previsibilidad a las interacciones entre los individuos en la sociedad. Las instituciones tienen dos roles muy importantes en la sociedad: 1) Limitar el poder del estado, y 2) proveer incentivos a la generación de riqueza. Sin embargo, es muy importante resaltar que un buen sistema institucional, sin observancia del mismo, será inútil. Sin dudas, las instituciones conducentes al desarrollo económico son las instituciones republicanas y capitalistas.

El Estado además de proveer seguridad y justicia, puede proveer otros bienes públicos, regular los mercados para corregir sus fallas y proveer una mayor igualdad de oportunidades entre los ciudadanos. Sin embargo, es necesario que el tamaño del Estado no exceda su capacidad de financiamiento genuino pues un Estado insolvente es un Estado predatorio; y un estado predatorio no puede garantizar los derechos de propiedad ni ofrecer la previsibilidad necesaria para estimular el crecimiento económico. Tampoco debe exceder el nivel en el cual su financiamiento, aun posible, se vuelva en detrimento del proceso de desarrollo económico.

Argentina

Nuestra arquitectura políticoinstitucional sigue la idea de división de poderes basada en la trinidad Ejecutivo-Legislativo-Judicial de Montesquieu. Pero agregó, como EE.UU., otra división del poder, ya no horizontal sino vertical: el federalismo. La clave está en la división del poder: “Que el poder frene al poder“, como magistralmente escribió Montesquieu. Sin embargo, como sabemos, nuestras instituciones no han funcionado bien. Necesitamos garantizar la observancia de la división de poderes y las normas constitucionales.

Los países democráticos que tienen la capacidad de desarrollar políticas públicas que tienen el largo plazo en consideración y que tienden a generar beneficios para la sociedad sostenibles en el tiempo, son aquellos con legislaturas que participan activa y eficazmente en la discusión y elaboración de políticas públicas, con poderes judiciales independientes, con administraciones públicas capacitadas y basadas en el mérito y la profesionalidad. Entonces, es también prioritario modernizar y profesionalizar el Estado mismo. Esto requiere formar una burocracia calificada compuesta de funcionarios profesionales y de carrera que lleven adelante las tareas técnicas. Es necesario introducir meritocracia en la función pública y remunerar a los funcionarios públicos acorde a su costo de oportunidad. Sin una burocracia profesional e incentivada no es posible enfrentar los desafíos del desarrollo económico.

Finalmente, notemos que Argentina es quizás el país más volátil del mundo. La falta de consensos básicos sobre temas fundamentales ha sido nuestro principal obstáculo. Debido a esto, es prioritario avanzar en consensos de mediano plazo que sean razonablemente robustos a los cambios de gobiernos. No vamos a desarrollarnos si seguimos pasando de la integración al mundo a la autarquía, de la economía de mercado a la planificación económica, si no acordamos que el Estado tiene que ser eficiente y solvente. Estos consensos deben ser alcanzados políticamente.

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