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La fiebre del dólar

El tipo de cambio nominal se despertó de una siesta y dio un tranco de $16 a $17,30 en poco más de una semana

07 julio de 2017

Por Miguel Zielonka Director Asociado en Econviews

El tipo de cambio nominal se despertó de una siesta y dio un tranco de $16 a $17,30 en poco más de una semana.  El movimiento no fue dramático, pero sí fue rápido y nos tomó por sorpresa a todos.  Hay diferentes hipótesis sobre qué fue lo que funcionó como despertador.  Muchos buscan la explicación en la arena política, con el lanzamiento de candidatura de CFK.  Otros advierten que son varias las monedas emergentes que se depreciaron, entre ellas, el rublo y la lira turca.  En cualquier caso, lo cierto es que hoy estamos mejor que hace un mes, cuando luchábamos por despabilar al dólar.

Bienvenido sea el tipo de cambio flexible.  Así debe funcionar.  Es un amortiguador que suaviza los shocks internos o externos y que da señales de precio permitiendo que los ajustes macroeconómicos y financieros puedan hacerse más fácilmente.

Si bien soy un defensor del tipo de cambio flexible, en estos días he escuchado algunas voces que elogian la volatilidad del tipo de cambio. El argumento parece ser que un dólar bajando o subiendo con fuerza y  alternadamente nos llevará casi mágicamente a pensar y a ahorrar en pesos. Entonces, exacerbar los movimientos del “gringo” tendría efectos terapéuticos. Permítanme estar en franco desacuerdo con esa visión.  Me parece un error de diagnóstico grave.

Quiero comparar tipo de cambio fijo y flexible a través de una analogía con la medicina.  En el campo de Hipócrates, la fiebre es siempre un síntoma, una manifestación indirecta de que algo anda mal y hay una enfermedad.  El movimiento del dólar es también un síntoma, y nunca la raíz de nuestros problemas.

Si tuviéramos tipo de cambio fijo, nuestro banquero central (médico) estaría rompiendo el termómetro.  Buscaría que ni siquiera viéramos el síntoma.  Tapémoslo.  Muerto el perro se acabó la rabia.  Y la fiebre.  Pretendamos que la temperatura corporal sigue en 36,6 grados centígrados.  Miremos para otro lado.  Perdamos reservas.

Si, en cambio, el médico (banquero central) prescribe un tipo de cambio flexible, tendremos un termómetro en buen funcionamiento que nos va a indicar cuán mal está la cosa.  Pero atención: pedir por favor que suba la fiebre no va a mejorar nuestra capacidad para curarnos de la enfermedad.  Más aún, un médico razonable nos dejará tener unas líneas de tibieza, pero no sería prudente que dejara subir la temperatura hasta 41,5 grados centígrados para fomentar nuestra transpiración y testear cómo funciona la refrigeración natural de nuestro cuerpo.

No sé cuál es el nivel de tipo de cambio comparable con los 41,5 grados centígrados de mi ejemplo.  Pero quienes hacen apología de la volatilidad “gratuita” para mí están subestimando el impacto que el dólar puede tener sobre el nivel de precios o sobre el comportamiento de quienes toman decisiones económicas.  No digo estar seguro de que haya implicancias, sino más bien digo que no sé si puede haberlas ni tampoco puedo estimarlas con precisión.  El proceso de desinflar los precios ha resultado mucho más complejo que lo que todos preveían.  De eso no parece haber dudas.  En cualquier caso, no veo necesario correr el riesgo de llevar al paciente a 41,5 grados centígrados de fiebre sólo como experimento social o para escarmentar a los codiciosos.

Hasta ahora, el directorio del BCRA se ha mostrado solvente en sus decisiones.  Quiero creer que adhiere a la visión de que dentro de cierto rango de tipo de cambio la flexibilidad es una virtud pero que pasados ciertos valores extremos la volatilidad deja de ser un mérito.  Todavía nos queda mucho camino por recorrer en comparación con otros pacientes que pudieron recuperar su moneda doméstica.  Y para lograr eso tenemos que seguir actuando más sobre la enfermedad que sobre sus síntomas.  Que siga bajando la inflación y que continúe mejorando la confianza de todos en las instituciones.  Mientras tanto, para mí y como paciente, la única medicina es la que cura. Sin dogmas. Sin experimentos.

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