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Avances y rezagos en el plan original

A comienzos del Gobierno de Mauricio Macri, la agenda de la macro estaba en buena medida sincronizada con el calendario electoral 2015-2019. ¿Qué pasó después?

18 julio de 2017

Por Ramiro Albrieu Economista e investigador del Cedes

A comienzos del Gobierno de Mauricio Macri, la agenda de la macro estaba en buena medida sincronizada con el calendario electoral 2015-2019. Si todo salía de acuerdo a lo planeado, las próximas elecciones en 2019 iban a encontrar a la economía en el sendero del crecimiento sostenido. Luego de ganar las elecciones de 2015, los pasos iniciales consistían en resolver los problemas heredados y estabilizar la macroeconomía. El apoyo político derivado del resultado electoral permitiría transitar la etapa de ajuste sin mayores sobresaltos.

Luego de estabilizada la economía se iniciaría una etapa de crecimiento que sería bien visible al momento de la elección de medio término en octubre de 2017. Posteriormente, el resultado favorable en la elección de medio término permitiría ajustar las clavijas para consolidar una estrategia que ya se intuía en la forma de la recuperación: el crecimiento basado en las exportaciones y la inversión. Con costos sesgados al corto plazo y beneficios que llegan con un algún retraso, el timing sería el adecuado para llegar con una nueva macroeconomía para las presidenciales de 2019.

A mitad de camino, el panorama muestra avances y rezagos. Quizás más importante, la divergencia entre lo ocurrido y lo planeado generó una asincronía entre la agenda de la política y la agenda del crecimiento sostenido. Y en esa disputa es difícil que la segunda prevalezca por sobre la primera.

Comencemos por la resolución de los problemas heredados. Los problemas eran de dos tipos: los desequilibrios macroeconómicos y la mala praxis de la administración previa al momento tratar de resolver esos desequilibrios. Los avances aquí se refieren al fin de cepo cambiario y de la monetización del défici fiscal y el rezago aparece en la permanencia de los déficits externo y fiscal y los avances dispares en la corrección de los precios relativos clave de la macroeconomía. Si bien los valores relativos de las tarifas de gas, electricidad y agua avanzaron en el camino correcto, no ocurrió lo mismo con las tarifas de transporte o el tipo de cambio.

Luego vino la estabilización. La estabilización posterior fue hija de esa primera etapa de avance dispar. La inflación se logró contener en el corto plazo, pero por encima de lo planificado y con dudas sobre los efectos de los ajustes por hacer. Asimismo, con el nivel de actividad recuperándose pero más lento de lo esperado y con desbalances que mencionaremos luego. En ese contexto, la agenda política pone el peso en el resultado de corto plazo, aún cuando ello implique dejar los ajustes para tiempos futuros. Así, acelerar el crecimiento sobreexpandiendo el sector no transable (como la construcción) y reducir la inflación retrasando los ajustes en el tipo de cambio y las tarifas de transporte aparecen como políticas atractivas si se quiere obtener un resultado favorable en octubre, más allá de que ello represente un lastre para la segunda parte del período presidencial.

Con poca corrección de los desequilibrios macroeconómicos y una estabilización sui generis, es difícil que se consolide el modelo de crecimiento ideado para 2019. Es que, ¿quién va a invertir si los precios relativos se están moviendo? Las fuentes del crecimiento desde que comenzó el ajuste muestran esto. La inversión es el ítem más rezagado: aún no recupera los niveles del tercer trimestre de 2015. El frente externo tampoco exhibe un cambio estructural: la brecha entre el sector de aceites y oleaginosas y el resto del aparato productivo no se ha reducido. Sólo la lotería de los precios de las commodities ha dado una mano en este contexto. Los volúmenes de comercio exterior apuntan a una profundización del desequilibrio externo antes que lo contrario.

Quizás después de las elecciones se ajustarán las clavijas ?más de lo pensado originalmente? y se vislumbrarán los rasgos del modelo de crecimiento guiado por la inversión y las exportaciones. Habrá que pagar un costo en el corto plazo, claro. Pero, si no se avanza en esa dirección, el riesgo que la macroeconomía llegue al 2019 con más dudas que certezas será alto

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