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El auge de las criptomonedas

Sería cauteloso frente al auge de las monedas virtuales mientras las mismas no cuenten con el aval de los Estados

10 julio de 2017

Por Pablo Caramelo Economista

En plena expansión mundial del dinero virtual y el auge de las criptomonedas, resulta importante detenerse analíticamente en algunos aspectos esenciales de estos instrumentos y de su impacto en las sociedades actuales.

La primera moneda virtual que surgió fue el bitcoin, allá por el 2009. Desde ese momento, las criptomonedas no han dejado de crecer y han emergido una multitud de monedas digitales alternativas.

La característica central de esta clase de monedas no reside en su carácter “digital”, “virtual”, “electrónico” o “digital”, tal cual como se nos presenta en primera instancia, sino que es su carácter desregularizador el que constituye la auténtica novedad. Ya que según el Banco Central Europeo (BCE), lo que define a una moneda virtual es su “representación digital de valor que no se emitió por un banco central o una autoridad pública, ni asociadas necesariamente a una moneda fiduciaria, pero que es aceptado por personas físicas o jurídicas como medio de pago y se pueden transferir, almacenar o negociar electrónicamente”.

Las características de estos instrumentos derivan en importantes ventajas para las sociedades actuales, como la rapidez, la transparencia, la seguridad, sus bajos costos y la trazabilidad.

Sin embargo, un aspecto que los impulsores de estas monedas no han contemplado aún, es el impacto que estos desarrollos tecnológicos generarían en las políticas monetarias implementadas por los distintos bancos centrales a lo largo del mundo. Debido a que la implementación de criptomonedas sin el control de las autoridades financieras, no resultará inocua en términos económicos y políticos.

La moneda constituye una herramienta indispensable para la estructuración de políticas económicas, con innegable correlato en las actividades productivas e incluso en el terreno de la política proselitista.

Las criptomonedas rompen drásticamente con algunas de las características históricas del dinero, al menos en tanto a sus dimensiones soberanas, territoriales, centralistas y de unidad. Desafiando de esta forma el orden socioeconómico que conocemos, que se ha estructurado en buena medida a partir de un mercado articulado por una moneda con

características determinadas.

Los cambios implícitos en la instauración de esta clase de monedas digitales conllevan la variación no solo de características técnicas, sino también de concepciones filosóficas y políticas.

No quiere decir esto que las autoridades monetarias no adopten próximamente esquemas monetarios basados en cadenas de bloques, cuya tecnología constituye el motor fundamental de las criptomonedas, pero difícilmente los distintos gobiernos cedan sin dar batalla los privilegios de monopolizar la facultad de emitir moneda.

Por lo cual, sería un tanto más cauteloso frente al auge de las monedas virtuales, al menos mientras las mismas no cuenten con el aval de los propios Estados.

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