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Una pena no haber preguntado

Tener un nivel de pobreza del 30% conviviendo con capacidad ociosa es un escándalo para cualquier política económica, y así estamos hoy

Carlos Leyba 09 junio de 2017

Por Carlos Leyba

La utilización de la capacidad industrial instalada promedio, en el primer cuatrimestre de 2017, fue menor a la utilización del mismo período de 2016.

La reciente medición de la tasa de desempleo del último trimestre en la CABA (8%) arroja un incremento respecto del año pasado.

Ambos son indicadores recientemente observados que no cubren ni la totalidad de la fuerza laboral ni tampoco la totalidad del uso de las capacidades productivas. Pero señalan que la actividad no utiliza a pleno los recursos productivos. El nivel de PIB estancado lo confirma.

Todas las mediciones recientes señalan que la economía funciona por debajo del potencial disponible. Y probablemente lo hace de manera declinante.

Algunos indicadores parciales aportan a las afirmaciones del Gobierno de la existencia de “brotes verdes”. Pero los números duros y la mirada en perspectiva señalan que se trata más una necesidad de autoafirmación que algo que describa lo que está ocurriendo.

El PIB realizado es significativamente menor que el potencial. El estado real de la economía es uno de recursos disponibles subutilizados o desaprovechamiento de recursos.

El objetivo central de la política económica es lograr la realización del PIB potencial.

Cuando la política económica no lo logra está equivocada o incompleta. Obviamente también es un objetivo no tratar de trasponer el nivel del PIB potencial.

Estamos constatando hechos: hay capacidad industrial subutilizada y hay fuerza de trabajo ociosa. Son datos.

Después de las constataciones de los hechos pueden y deben venir las explicaciones.

A las explicaciones

Los funcionarios del PRO conjugan la economía del gerundio. Dicen que el mayor uso de la capacidad instalada “está viniendo”, y que la mayor convocatoria al empleo “está llegando”.

Ante la demora en venir una ? uso de la capacidad- y llegar otra ?empleos- que se arrastra durante toda esta gestión y ciertamente desde todo el segundo período presidencial de la inefable CFK, lo único que corresponde es responder por cuál es la razón. O por qué no se remueven los obstáculos que les impiden venir y llegar.

O por qué no se producen los incentivos para que vengan y lleguen.

Lo cierto es que, a pesar de las promesas y gerundios, ni vinieron ni llegaron. Y estamos en esta situación de estancamiento del nivel de actividad.

Tan es así que, aún si se dieran los pronósticos más entusiastas del Gobierno en materia de salida de la recesión y crecimiento, el PIB por habitante de 2017 a lo sumo empardaría el de 2011. Aún saliendo de la recesión en términos técnicos o escapando del estancamiento, el producto social a distribuir entre los habitantes sería a lo sumo similar al de 2011.

Es decir, después de seis años, desarrollo cero y progreso excluido. Esa es la realidad.

En buen romance eso significa que, en el día a día, la política económica está equivocada o es incompleta, que es lo mismo.

Los hechos mencionados al inicio apuntan al stock de capital subutilizado y a la fuerza de trabajo desaprovechada.

Y todo eso representa que, en el mejor de los casos, la situación de éxito nos retorna ?en términos de PIB por habitante? a seis años atrás. A la proustiana búsqueda del “PIB por habitante” perdido.

Todo este escenario configura lo que, en términos de las abuelas, sería “un pecado”. Pero lo es también para lo más sólido de la teoría de la política económica.

Para ponerlo en términos del lenguaje actual de los CEOs que modulan las decisiones de política económica, ¿de qué aporte a la “competitividad”, o a la “productividad” estamos hablando cuando llevamos, ahora en esta gestión, un año y medio de desperdicio de recursos materiales y humanos?

Datos de UNICEF

¿Acaso el pecado social es novedad? Las recientes declaraciones de la UNICEF hacen aparecer un escenario de escándalo. Casi (¿casi?) la mitad de los chicos son pobres. Los niños pobres son 5,6 millones.

Entre los 13 y 17 años, el grupo que vive en la pobreza, suma el 51% de la población. Si miramos el escalón de los que tienen entre 5 y 12 años, la pobreza es del 48% y  entre los niños de 0 a 4 años los pobres son 45% del escalón.

Peor. La pobreza de los niños aumenta a 85% cuando en el hogar en que sobreviven el jefe o la jefa está desempleado. Y a 65% cuando el asalariado tiene un trabajo informal.

La indigencia afecta a 10,8% de los chicos y aumenta a 41% cuando el jefe de hogar está desocupado.

Tenemos máquinas ociosas, personas sin trabajo y el precio mayor lo pagan los niños que viven o desviven, en la pobreza augurando, para el conjunto de la sociedad, un futuro peor.

¿O alguien imagina que una sociedad puede ser mejor en el futuro cuando en el presente castiga a los más débiles de una manera que es difícil no llamar cruel?

Simple, como lo señala la UNICEF. El desempleo y la informalidad de los padres incrementa la pobreza de los niños. Pero el empleo formal no la agota.

Y la pobreza de los niños, digamos lo que digamos, derrumba el futuro porque achica la capacidad potencial de la sociedad. Ahí estamos.

Este problema no lo ha descubierto ni la UNICEF, ni el Indec, ni los estudios de la UCA. Todas esas estadísticas le han puesto números a una realidad que agobia.

Una frontera real existe y se percibe, entre los que tejen cotidianamente las relaciones sociales de la pobreza y aquellos que no las sufren. Una frontera.

Cuando proyectamos el futuro de nuestra sociedad con los datos de la pobreza joven de hoy sabemos que, liberada a la espontaneidad, la capacidad ociosa, el desempleo franco y la informalidad, nos arriesgan a que más de la mitad de la fuerza de trabajo joven de los próximos 10 años habrá sufrido el deterioro prematuro de la pobreza en la que nació y en la que, seguramente, vivieron sus padres y sus abuelos.

Tener un nivel de pobreza del 30% conviviendo con capacidad ociosa es un escándalo para cualquier política económica.

Lo es para ésta que se reputa a si misma “no populista” o para la que le precedió a la que, las autoridades actuales, la denominan “populista”.

Ambas comparten el mismo fracaso que consiste en la incapacidad de utilizar el potencial disponible al porcentaje técnicamente máximo posible. Políticas económicas equivocadas o incompletas.

Tiempos mejores

¿Hubo otro tiempo? Sí. Claro. Entre 1974 y la fecha la población se duplicó: la población se multiplicó por 2.

Pero en ese mismo período el número de pobres se multiplicó por 15. Dictadura y democracia comparten haber configurado una enorme fábrica de pobres. Claramente no es un problema de corto plazo, no es un problema simplemente de abordar el pleno uso de los recursos disponibles, de llevar el nivel de actividad hasta el producto potencial. No. Pero lo que si sabemos que cada período de desaprovechamiento de recursos, de actividad por debajo del nivel de producto potencial, genera nuevos pobres, nuevos desocupados, mal ocupados, informales. No lograr que la economía funcione en el nivel del producto potencial levanta la frontera y aumenta el número de excluidos que están a la intemperie.

El actual Gobierno, que sin duda heredó no solo una masa gigante de pobres y excluidos, carga con la inexcusable responsabilidad de haber mantenido y acrecentado los recursos de producción ociosos y el número de pobres.

Frente a esa drama ha apelado ?al igual que CFK- a la natural solidaridad social compensatoria a través del reparto de recursos que son paliativos que mantienen la pobreza; y sin encarar ?al igual que CFK? ninguna política estructural destinada a utilizar plenamente los recursos disponibles en una primera iteración, y a generar “la política” esencial que justifica la vocación de gobernar que es la de expandir el potencial productivo.

Gobernar es ampliar, acrecentar, desarrollar el PIB potencial.

Es decir, expandir la capacidad productiva tanto en lo que hace a equipamiento productivo, infraestructura productiva, organización y desarrollo de la capacidad de trabajo, desarrollo de todos los hombres y de todas las dimensiones del hombre.

Ese programa, el incremento del PIB potencial, en todas sus dimensiones, es lo que justifica que alguien reclame la consideración de sus conciudadanos para ejercer el poder de decisión del aparato del Estado.

Es lo que justifica, la razón de la vocación política. Alguien que reclame “poder” sin tener esas ideas esta violando lo esencial de la política. Porque la política no es esencialmente administrar el Estado sino construir la Nación. El Estado es una herramienta y la Nación es una razón.

Sin visión de Nación ninguna arquitectura del Estado tiene valor. Porque la esencia del Estado es la realización de la Nación.

Y está más que claro que la Nación en su interior no admite fronteras. La pobreza de 30% es un muro insoportable que hace nula la idea de Nación.

La cuestión central de la política económica es el uso de la capacidad disponible y el desarrollo del producto potencial.

Mauricio Macri relató que el emperador Akihito se sorprendió de nuestro nivel de pobreza. Se dijo: “'Ellos tienen una islita, 70% roca, con 120 millones de personas y son potencia mundial. Nosotros, uno de los siete países más grandes del mundo y 40 millones de habitantes, ¿cómo podemos tener 30% de pobreza?' Nadie entiende”.

Macri se perdió una enorme oportunidad al no preguntar cómo fue el modelo japonés para el desarrollo. Una verdadera pena. Habría aprendido que el Estado es la herramienta que usó Japón para desarrollar la Nación.

Si habiendo estado allí no lo comprendió y cree posible progresar sin programa y sin consenso, entonces, ni sabrá aprovechar el producto potencial disponible y mucho menos expandir el producto potencial.

La mentalidad CEO, por su visión administrativa del Estado, apuesta a “cada día un poquito mejor”. Y la política mayúscula es construir la Nación de la que el Estado es herramienta imprescindible pero vacía sin proyecto de Nación. Que es lo que diseñó Japón. Una pena no haber preguntado.

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