Tiempo atrás, el FMI, al igual que la OCDE, pronosticaba un mayor crecimiento como consecuencia del impulso que vendría del plan de infraestructura y la reducción de impuestos. Concretamente apuntaba a 2,3% en 2017 y a 2,5% en 2018. Pero ahora el organismo internacional sostiene que ninguna de las dos cosas está asegurada y por lo tanto debe adecuar sus números a la nueva realidad. Ahora pronostica que el PIB de Estados Unidos crecerá 2,1% este año y el próximo, 1,9% en 2019 y 1,8% en 2020. Si este pronóstico se confirma (de lo que no hay ninguna seguridad tratándose del FMI), no habrá durante la presidencia de Donald Trump un crecimiento importante pese a su promesa de llevarlo a un rango de entre 3% y 4% anual.
Al ajustar a la baja los pronósticos de crecimiento, el FMI recurrió a los mismos argumentos de la Reserva Federal y distintos economistas que son el estancamiento de la productividad y el bajo crecimiento de la población en edad de trabajar. Además, llama la atención sobre el valor del dólar que se cotiza entre 10% y 20% más de lo que debería con lo cual le quita competitividad a la economía estadounidense.
La visión del FMI está muy lejos de la que tiene la Casa Blanca y muy cerca de las proyecciones que tienen la Reserva Federal y la Oficina de Presupuesto del Congreso que estiman que el PIB crecerá poco más del 2% en estos años.
Pero los economistas del Fondo no se quedan en el análisis, sino que también sugieren políticas. Entre ellas, que la Fed debe continuar subiendo las tasas de manera gradual y permitiendo que, eventualmente y de manera transitoria, dada la debilidad de la economía, la tasa de inflación supere su meta de 2%.
