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Macroeconomía y elecciones (parte I)

Camino a las PASO, el aspecto que más distancia a los principales oponentes políticos quizás sea la situación macroeconómica actual

27 junio de 2017

Por Pablo Mira Economista

Se han definido las listas a presentarse en las PASO, y las próximas semanas la protagonista estelar será la campaña política de los candidatos. Quizás el aspecto que más distancia a los principales oponentes políticos sea la situación macroeconómica actual. El Gobierno querrá convencer a los votantes de que en los últimos meses la economía se está recuperando de manera sostenida, mientras que la oposición se concentrará en las consecuencias negativas de las políticas “correctivas” del año anterior, incluyendo el ajuste de tarifas y la devaluación de fines de 2015.

¿Qué evaluación hacen los votantes acerca del modelo económico vigente? Los economistas teóricos tradicionales son muy claros al respecto: se asume, lisa y llanamente que los individuos conocen de manera precisa el funcionamiento de la macroeconomía, y que pueden distinguir sin problemas las tendencias sostenibles de las que no lo son. Los votantes son, en una palabra, racionales.

Este supuesto, sin embargo, rara vez fue evaluado en la práctica por los economistas. Quienes se preocuparon por analizarlo fueron los cientistas políticos de Estados Unidos, que encontraron que en su país los votantes tenían una idea muy débil acerca de este tipo de información, que para la economía mainstream debería ser evidente. Por ejemplo, pese a la claridad, cobertura mediática y significancia política de la reducción del déficit fiscal durante la presidencia demócrata de Bill Clinton, ésta pasó completamente inadvertida por el público. Al ser consultados sobre el tema, la mayoría de los votantes contestaban ingenuamente adoptando el mantra de sus partidos (los demócratas gastan de más, los republicanos son más cuidadosos), y muchos aseguraban (¡incluso los demócratas!) que Clinton había incrementado el déficit fiscal durante su mandato.

En plena contradicción con la teoría económica, que asume la coherencia de los individuos, los votantes son extremadamente sensibles al crecimiento de la economía durante los pocos meses previos a las elecciones, y exhiben una peligrosa indiferencia al desempeño de largo plazo de la economía del país. Jimmy Carter, por ejemplo, fue castigado en las urnas por un único año negativo (el último de su mandato), mientras que Ronald Reagan fue reelecto gracias a un rebote inesperado de la economía en 1984.

En Argentina, en los últimos los años pares (sin elecciones) presentan recesiones y los impares (con elecciones), recuperaciones; todo de la mano de movimientos en el tipo de cambio real, la herramienta más eficaz para manejar el ciclo artificialmente en el corto plazo y motivar así a los votantes. Cada atraso cambiario mejora transitoriamente las cosas, y la devaluación correctiva posterior vuelve a producir trastornos. Pero como dijimos, el ciclo político no es el resultado solamente de políticos ominosos, sino además de un explícito apoyo a estas políticas por parte de votantes que no emulan al homo economicus.

En el colmo de la ausencia de racionalidad económica, se encontró evidencia de que los votantes, al ser encuestados por sus preferencias de política, violan con sus respuestas las más elementales restricciones presupuestarias. Los encuestados suelen exigir, por ejemplo, un gobierno de menor tamaño, pero un mayor gasto en servicios específicos. Esta falla es inadmisible para un homo economicus racional, que debería actuar respetando permanentemente su presupuesto personal y conociendo la restricción presupuestaria del gobierno.

En una próxima entrega veremos algunas posibles consecuencias sobre el próximo proceso eleccionario en Argentina en virtud de estos hallazgos.

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