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Elecciones en Gran Bretaña: un cambio de época que se consolida

Mañana sabremos si a Corbyn le alcanza con su envión final o si May logra retener su Gobierno

07 junio de 2017

Por Tomás Múgica Analista internacional

Tras el Brexit y luego de tres atentados del terrorismo islámico en los últimos tres meses, mañana el Reino Unido elegirá un nuevo Parlamento. El último ataque ?el 3 de junio en London Bridge, reivindicado por Estado Islámico? costó siete muertos y decenas de heridos, y marcó el cierre de la campaña electoral. Los partidos (con la excepción de UKIP) suspendieron sus actividades y la primera ministra Theresa May anunció un endurecimiento de su política de seguridad: penas más duras para delitos relacionados con el terrorismo, y mayor poder a las fuerzas policiales.

Números y votos

El 18 de abril pasado, en una jugada sorpresiva, May convocó a elecciones generales, en un intento de fortalecer su posición en las negociaciones de salida del Reino Unido de la UE. Habiendo asumido el cargo mediante el apoyo de la mayoría parlamentaria conservadora ?luego de la derrota en el referéndum por el Brexit que le causó el cargo a David Cameron? May busca legitimar su liderazgo mediante el voto popular.

La competencia por el Gobierno tiene lugar entre los dos partidos tradicionales: conservadores (Tories) y laboristas. De acuerdo a un sondeo de Opinium, publicado por The Guardian, la distancia inicial ?en torno al 20%? se ha acortado a sólo seis puntos: 43% a 37%. Mucho más atrás se ubican los liberal-demócratas (lib dems) con el 6% y el UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido) con el 5%. Existe una dispersión considerable entre encuestas, pero la diferencia promedio a favor de los Tories se sitúa en el 7%. La incógnita es si el oficialismo alcanzará las 326 bancas necesarias para obtener una mayoría en el Parlamento. Al respecto, hay que recordar que el sistema electoral de circunscripción uninominal utilizado en Gran Bretaña premia de manera desproporcionada a los partidos más grandes, y vuelve importante la distribución geográfica del voto.

Terceros rezagados, los liberal-demócratas se distinguen por su europeísmo, con el que intentan captar el voto de quienes se opusieron al Brexit. Sin resultado hasta ahora: nunca lograron recuperarse electoralmente de su decisión de conformar un gobierno de coalición con los conservadores en 2010. Mientras tanto UKIP ?el partido del líder xenófobo Nigel Farage, que fue el gran protagonista de la campaña proBrexit? ha entrado en un declive pronunciado luego del referéndum.

El contexto global

Las elecciones británicas señalan la consolidación de un cambio del clima político ?aparición de nuevas tendencias de opinión pública? en Estados Unidos y Europa: creciente rechazo a los inmigrantes, en el caso de Europa especialmente a aquellos provenientes de países musulmanes; fuerte cuestionamiento a las élites políticas y económicas; y mayor intervención del Estado en la economía (en el caso de Gran Bretaña ello no incluye el proteccionismo comercial) en pos de una mejora en los resultados sociales. Nacionalismo, antielitismo y reclamos de mayor justicia social son las tendencias de la hora. Reflejando ese cambio, en la campaña británica se debaten cuestiones como el aumento de impuestos para los más ricos, participación de los trabajadores en el gobierno de las empresas, renacionalización de empresas públicas y una mayor inversión pública en salud y educación.

El perfil

Theresa  May representa una versión más nacionalista y comunitarista y socialmente compasiva que la que el partido viene ofreciendo a la sociedad británica desde Margaret Thatcher. De orígenes más humildes que su predecesor Cameron ?un típico producto de Eton? May busca conectar con la clase trabajadora británica. Con una retórica infrecuente en los conservadores, el manifiesto electoral Tory promete un gobierno orientado a las familias “comunes, trabajadoras”, que “han sido ignoradas por los políticos? durante demasiado tiempo”, y no a los “pocos privilegiados”. Reivindica un papel activo para el Estado en el terreno económico y en la protección social.

En su programa, la primera ministra se dirige a ese británico “común” desencantado: promete mano dura con la inmigración, bajando los ingresos netos a menos de 100.00 personas por año y penalizando con nuevos impuestos a las empresas que contraten inmigrantes extra UE.  Afirma que negociará duramente la salida del Reino Unido de la Unión. Y con un tono social, garantiza un fuerte crecimiento del salario mínimo en los próximos años y propone dar representación a los trabajadores en el gobierno corporativo. Claro que el programa de May también defiende los bajos impuestos y algunos recortes en la ayuda social. Uno de ellos ?apodado “dementia tax” por Corbyn? resultó especialmente controvertido: demanda que los jubilados paguen parte de la atención médica hasta que les quede un máximo de 100.000 libras. En caso de no contar con recursos suficientes, deberían vender su casa para hacerlo. Los más afectados son aquellos que necesitan atención domiciliaria ?como las personas que padecen demencia senil? más cara que la hospitalaria. La propuesta generó un impacto muy negativo en su campaña,

y May debió retroceder.

¿Llega Corbyn?

Su rival, Jeremy Corbyn, representa la izquierda del partido laborista, la oposición interna al “New Labour” de Tony Blair. MP (diputado) desde 1983, Corbyn siempre fue un rebelde, aislado, dentro del partido. En 2015, tras la dimisión de Ed Miliband, fue electo líder del laborismo contra la oposición de la elite partidaria, gracias a un cambio en las reglas electorales que permitió ampliar la participación en las elecciones internas. Corbyn es un activista de izquierda a la vieja usanza; austero y militante de toda causa progresista disponible: pacifista, republicano, vegetariano. Admirador de Hugo Chávez y de otros líderes denostados como  “tercermundistas” y con una posición dialoguista (es decir, dispuesto a negociar sobre la soberanía) sobre la soberanía británica en las Islas Malvinas. Al igual que Bernie Sanders ?con quien algunos empiezan a trazar un paralelismo, y quien ha apoyado activamente su campaña? Corbyn posee buena llegada al electorado joven.

En el programa electoral laborista, Corbyn apunta desde el título (“For the many, not the few”) a la desigualdad y señala el retroceso del Estado de Bienestar. Propone subir la carga impositiva al 5% más rico de la población, incrementar ?ligeramente? el impuesto a las corporaciones y llevar adelante un plan de infraestructura de 250 billones de libras. Su programa incluye medidas que hubieran resultado extrañas al Nuevo Laborismo de Blair, como crear un Banco Nacional de Inversiones, hacer gratuitas las universidades y renacionalizar los ferrocarriles. En cuanto al Brexit, el manifiesto laborista apunta a mantener en la mayor medida posible los beneficios del mercado común, ya que de esa manera, dice, se protegerían mejor los puestos de trabajo en Gran Bretaña.

En pocos días sabremos si a Corbyn le alcanza con su envión final o si May logra retener su Gobierno. En cualquier caso ?más allá de las importantes diferencias programáticas existentes? las elecciones británicas son una muestra más de la rebelión antiestablishment y, en definitiva, antineoliberal, en marcha en Occidente.

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